El escritor colombiano Rafael Baena autor de La bala vendida.foto:Luis Ángel.fuente:elespectador.comEl periodista y escritor Rafael Baena narra en su más reciente novela la historia de la guerra desde los roles y padecimientos de las mujeres
Hubo un tiempo en el que en las frondosas faldas femeninas, esas que por siglos les enredaron el paso, sirvieron para otra cosa más que de trincheras calurosas para arrullar a los chiquillos. Hubo un tiempo, el tiempo de la guerra, en el que entre sus múltiples enaguas las mujeres escondieron almuerzos y fusiles. Las mujeres fueron correos humanos, fueron terratenientes en ausencia de los hombres que estaban librando una guerra que nadie se imaginaría duraría mil días, fueron ambulancias, espías y guerreras también. Esas juanas detrás de los ejércitos, esas mujeres temidas por el general Santander que dio expresa orden de fusilar si se acercaban, esas que subieron a los Andes desde los llanos de Venezuela y de Colombia, son las protagonistas de la más reciente novela del escritor y periodista colombiano Rafael Baena, La bala vendida.
"He estado metido por décadas en este tema de desentrañar la guerra y ahí las mujeres siempre me quedaban como comparsas. Sentía que tenía un deber con esas damas y me propuse hacer una novela de guerra narrada desde lo femenino", cuenta Baena por estos días, ya retirado de su trabajo como editor de la revista Credencial y entregado de lleno a su ejercicio literario.
Se dio cuenta, este avezado lector de libros de historia, que las mujeres habían sido tan protagonistas en la batalla que incluso había torturas expresas para ellas, para exponerlas y someterlas al escarnio público. "Era una tortura usual que cuando alguno de los dos bandos se daba cuenta de que una mujer trabajaba para el enemigo, le hicieran la tortura de la amapola. Le subían la falda, se la amarraban a las muñecas y quedaban desnudas de la cintura para abajo. Podían toquetearlas, escupirles, pegarles", explica Baena, quien consigna esos métodos en su novela.
A lo largo de 277 páginas, es la historia de una familia conformada por dos hermanas y dos hermanos la que conduce la trama. La Guerra de los Mil Días ha explotado, la hermana mayor, Débora, debe encargarse de la hacienda familiar; la otra hermana, Micaela, más mundana, inteligente, intuitiva, liberada, se hace espía y logra incluso viajar a Barranquilla, en donde explota la hecatombe. "Debería escribirse más, hacerse más literatura sobre la mujer en el conflicto en general. En el actual es más difícil por lo reciente, así que como soy un cobarde y como me cuesta tanto trabajo escribir sobre lo de ahora, huyo hacia el Siglo XIX, en donde me muevo más cómodo. Después de este largo discurrir creo que debería insistirse en contar a las mujeres que en la guerra a la final ellas son tan responsables como el hombre de lo que pasa", explica el escritor, quien a pesar de estimar que lo suyo ha sido un intento si no fallido sí insuficiente, cree que todo lo que subyace en este gran libro que lleva escribiendo, del que ya ha hecho cuatro tomos, es su afán de hacer memoria, primero para sí mismo y extensivamente para sus lectores.
"Las miradas de censura y amenaza que se clavaron sobre Micaela cuando recorrió con su pequeña comitiva las calles de Bucaramanga no iban a impedirle llegar a dormir a su casa... Aquella tarde de su regreso a la ciudad no bajó la mirada ni una sola vez, sosteniendo de esa manera varios duelos tan intensos como mudos", escribe Baena en su novela, en la que intentó explorar una voz femenina, que le hace confesar que de haber sido mujer indiscutiblemente "no habría sido una dama".
Este libro nace de un remezón que llega cuando se camina cerca de los 50 años. Rafael Baena ve ante la estela de la vida recorrida que las cruzadas que pensó dar desde el periodismo y la fotografía no tuvieron esos efectos vaticinados cuando sus padres y amigos lo persignaban como si se fuera a la milicia. Los tropezones de la vida fueron haciendo del compromiso de cambiar el mundo una cosa inalcanzable, entonces ante la evidencia de dejar este mundo en manos de otro, y para evitar a toda costa la vergüenza de esas luchas no ganadas, al menos con un libro, la literatura, piensa Baena puede dejar algún testimonio útil, quizás las memorias de nuestras matanzas.
Después de sus novelas Tanta sangre vista, 2007; ¡Vuelvan caras, carajo!, Samaria Films XXX y La bala vendida, Baena ha tenido que vérselas con los demonios de la guerra, con las confusiones que hacen que nadie entienda a ciencia cierta qué pasó en esas guerras que nos aventuraron hacia el Siglo XX. Sus novelas, esta novela, le han servido para revelarle algo que él califica de perogrullada: "siempre hemos sido igual de estúpidos, somos como los lemmings, todos en manada hacia el borde del fiordo a ahogarnos juntos".
"He estado metido por décadas en este tema de desentrañar la guerra y ahí las mujeres siempre me quedaban como comparsas. Sentía que tenía un deber con esas damas y me propuse hacer una novela de guerra narrada desde lo femenino", cuenta Baena por estos días, ya retirado de su trabajo como editor de la revista Credencial y entregado de lleno a su ejercicio literario.
Se dio cuenta, este avezado lector de libros de historia, que las mujeres habían sido tan protagonistas en la batalla que incluso había torturas expresas para ellas, para exponerlas y someterlas al escarnio público. "Era una tortura usual que cuando alguno de los dos bandos se daba cuenta de que una mujer trabajaba para el enemigo, le hicieran la tortura de la amapola. Le subían la falda, se la amarraban a las muñecas y quedaban desnudas de la cintura para abajo. Podían toquetearlas, escupirles, pegarles", explica Baena, quien consigna esos métodos en su novela.
A lo largo de 277 páginas, es la historia de una familia conformada por dos hermanas y dos hermanos la que conduce la trama. La Guerra de los Mil Días ha explotado, la hermana mayor, Débora, debe encargarse de la hacienda familiar; la otra hermana, Micaela, más mundana, inteligente, intuitiva, liberada, se hace espía y logra incluso viajar a Barranquilla, en donde explota la hecatombe. "Debería escribirse más, hacerse más literatura sobre la mujer en el conflicto en general. En el actual es más difícil por lo reciente, así que como soy un cobarde y como me cuesta tanto trabajo escribir sobre lo de ahora, huyo hacia el Siglo XIX, en donde me muevo más cómodo. Después de este largo discurrir creo que debería insistirse en contar a las mujeres que en la guerra a la final ellas son tan responsables como el hombre de lo que pasa", explica el escritor, quien a pesar de estimar que lo suyo ha sido un intento si no fallido sí insuficiente, cree que todo lo que subyace en este gran libro que lleva escribiendo, del que ya ha hecho cuatro tomos, es su afán de hacer memoria, primero para sí mismo y extensivamente para sus lectores.
"Las miradas de censura y amenaza que se clavaron sobre Micaela cuando recorrió con su pequeña comitiva las calles de Bucaramanga no iban a impedirle llegar a dormir a su casa... Aquella tarde de su regreso a la ciudad no bajó la mirada ni una sola vez, sosteniendo de esa manera varios duelos tan intensos como mudos", escribe Baena en su novela, en la que intentó explorar una voz femenina, que le hace confesar que de haber sido mujer indiscutiblemente "no habría sido una dama".
Este libro nace de un remezón que llega cuando se camina cerca de los 50 años. Rafael Baena ve ante la estela de la vida recorrida que las cruzadas que pensó dar desde el periodismo y la fotografía no tuvieron esos efectos vaticinados cuando sus padres y amigos lo persignaban como si se fuera a la milicia. Los tropezones de la vida fueron haciendo del compromiso de cambiar el mundo una cosa inalcanzable, entonces ante la evidencia de dejar este mundo en manos de otro, y para evitar a toda costa la vergüenza de esas luchas no ganadas, al menos con un libro, la literatura, piensa Baena puede dejar algún testimonio útil, quizás las memorias de nuestras matanzas.
Después de sus novelas Tanta sangre vista, 2007; ¡Vuelvan caras, carajo!, Samaria Films XXX y La bala vendida, Baena ha tenido que vérselas con los demonios de la guerra, con las confusiones que hacen que nadie entienda a ciencia cierta qué pasó en esas guerras que nos aventuraron hacia el Siglo XX. Sus novelas, esta novela, le han servido para revelarle algo que él califica de perogrullada: "siempre hemos sido igual de estúpidos, somos como los lemmings, todos en manada hacia el borde del fiordo a ahogarnos juntos".
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