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Pablo Simonetti, autor chileno de jardín./elespectador.com
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La vida de Pablo Simonetti se ha agitado desde hace algunas
décadas, cuando ocultar su condición sexual se hizo imposible y decidió
dejar atrás los miedos para luchar por los derechos de la población
LGBTI. Descubrió su vocación como escritor al mismo tiempo que afianzó e
hizo pública sus preferencias sexuales y llegó a hacer parte de la
fundación ‘Iguales’, en su país.
Aunque
estudió Ingeniería Civil se dedicó de lleno a la literatura y al
activismo. En 1999 publicó su primer libro de cuentos ‘Vidas
vulnerables’, con el que emprendería su carrera. El Espectador habló con
él sobre su más reciente publicación; jardín, un recorrido intimo por
la vida de una familia que evidencia las tensiones sociales y
económicas en un país que se intenta recuperar de las secuelas de la
dictadura de Augusto Pinochet.
¿Cómo surge la idea de la novela?
En
el año 2013, durante la rememoración de los cuarenta años del golpe de
Estado, un amigo que arrendaba un cuarto en el barrio donde yo había
vivido de niño, me llamó a contarme que estaban demoliendo la casa donde
viví mi infancia. Para mí significó un remesón muy fuerte. Esto pasaba
12 años después de que la hubiéramos vendido y pensé en ese momento, -mi
madre hubiera podido haber vivido en esa casa durante estos doce años,
en la casa de toda su vida-. En la noche fui a comer con un amigo y me
contó que había ido a ver una apuesta de ‘El jardín de los cerezos’ de
Chejov. En ese momento se me ocurrió la novela. La familia que aparece,
‘mi familia’, pierde un jardín de mucho valor para ellos y doce años
después viene a consumarse la destrucción definitiva de este lugar. La
imaginé de principio a fin.
¿Por qué cree que una historia tan íntima puede ser puede llegar a ser libro?
Pienso
que las historias entre más íntimas y más particulares sean, más
universales se vuelven. Por ejemplo, esta novela, que nunca menciona a
la dictadura hace referencia al sufrimiento de una familia que vive las
consecuencias por una ideología que dominó a Chile durante 20 años. Esto
sucede a finales del año 2000 hasta cuando el capitalismo en Chile
estaba en su máxima expresión. Por otra parte un jardín es una
representación simbólica para cualquiera, todos buscamos un jardín
íntimo, un jardín privado.
Hábleme un poco de esta relación de estas vivencias de su vida con la novela…
El
epígrafe de la novela es un agradecimiento a mi mamá por haberme
regalado un jardín para vivir. Cuando digo ello hago referencia a un
lugar dentro de mí, un lugar donde me siento bien conmigo mismo. A mí me
costó alcanzar ese lugar. Me costó reconocerme como una persona gay, me
costó convertirme en escritor, esto siempre hará parte de mi
literatura. Entonces todas mis historias hablan de personas que todo el
tiempo están lidiando con dilemas en la personalidad y creo que le atañe
a muchas personas ya que todos estamos en ese proceso de convertirnos
en quienes en realidad somos.
Con el regreso de la democracia a Chile, ¿qué tan fácil es ser escritor gay en la actualidad?
En
el regreso a la democracia muchos derechos se restituyeron, -la
reposición de la dignidad política fue algo valioso- pero a las personas
LGBT a principios de los años noventa, prácticamente no se les
restituyó su condición ciudadana porque la sodomía se siguió
considerando delito. Las personas gay eran perseguidas en la vida
pública y era concebida como un trastorno. En los años noventa la
Organización Mundial de la Salud (OMS) quito de la lista de enfermedades
a la homosexualidad, eso demoró mucho tiempo en permear las capas de la
sociedad chilena.
Denos un ejemplo de la falta de la falta de inclusión y temor de la comunidad LGBT en Chile…
En
1992 se dio una primera rueda de prensa en donde un grupo LGBT habló
con máscaras en sus rostros. Sin máscaras hubieran sido perseguidos en
sus pertenencias, en sus familias. No sólo era una privación de derechos
sino una invisibilización. Yo no diría que es una característica de la
sociedad chilena sino del mundo latinoamericano. Pero desde el año 2010
el cambio ha sido vertiginoso. La derecha también se abrió al tema lo
cual hizo que fuera un tema de política transversal.
La literatura puede servir para lograr la aceptación de la diversidad sexual. ¿Escribe para ello?
Los
principales intereses literarios de mis novelas son la herencia y la
identidad. –Voy a permitirme usar una calificación que hizo Luis García
Montero, un escritor español al comparar ‘La Oculta’ de Héctor Abad y
‘jardín’ y señaló que ambas novelas hablaban de la ‘microfísica del
poder’ al interior de la familia. La homosexualidad está presente en la
familia, está relacionado con la identidad, con los temas de la
herencia, muchas veces los padres no se ven representados en los hijos
homosexuales, y lo que trato es de abordar este tema de forma intima,
desde otros espacios dando espacios a las sexualidades que pocas veces
se tienen en cuenta como el de la mujer. Por ejemplo en ‘Madre que está
en los cielos’, hay un hijo gay y una mujer rebelde a las formas y
costumbres que la familia ha tratado de imponerle, entre otros
personajes. Mis novelas han puesto a la homosexualidad en un lugar en
que permite la asimilación de la diferencia.
El salto de la ingeniería a la literatura es abismal, ¿cómo fue ese proceso?
Vengo
de una familia muy católica, no beata, sino practicante. Virtuosa en el
sentido de la acción del otro pero muy prejuiciosa en el tema de la
sexualidad. Tuve que sacarme capas de prejuicio para reconocer mi
homosexualidad, incluso, asistí durante un tiempo a una terapia
intensiva que me ayudó muchísimo para alcanzar los resultados de la
libertad que necesitaba. Fui aprendiendo de mí mismo, para encontrar mi
lugar en el mundo, y ese es el centro de mi obra, propiciar la búsqueda
de nuestro lugar en el mundo. Fue una lucha contra todas las formas de
opresión, entre ellas, no podemos olvidar al capitalismo. ‘jardín’ es mi
mejor dardo contra el capitalismo. Ya que cuenta la historia de una
familia capitalista que sufre la persecución de este sistema económico.
Hablemos de la relación entre la vida íntima y la literatura partiendo de historias locales para esbozar realidades generales…
En
Chile esta apuesta ha crecido mucho. Alejandro Zambra me parece que es
un escritor que trata los temas desde la intimidad, desde la memoria de
su familia, desde un sector de Santiago en particular. No me siento
alejado de Alejandro en estas búsquedas. Las ‘microhistorias’ por demás
son siempre las más universales, porque cuando uno alcanza una relación
consigo que permite alcanzar verdades que han sido cubiertas por
discursos dominantes, levanta de esa línea entre conciencia y el
inconsciente, que es un línea de inteligencia perceptiva y está logrando
ser realmente personal, en ese sentido recuperando el sentido
individual de las palabras de la masa, cuando se logra esto, se está
haciendo política y no literatura.
No podría dejar de preguntarle de su relación con Roberto Bolaño….
Lo
leí con mucha pasión, él presentó mi primer libro de cuentos, ‘Vidas
vulnerables’, pero soy un escritor diferente a él, puesto que en su
apuesta hay mucha metaliteratura. El escribió sobre escritores, sobre
linotipistas, poetas, más en mundo público de lo literario y de allí
saca su fuerza. Además, le interesó mucho la ‘tectónica literaria’
literaria. Pero también tuve la influencia de un escritor que se llama
Gonzalo Contreras, y otros escritores que me transmitieron otros mundos
literarios.
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