“La isla de cada ser humano, Jean Louise, el centinela de cada uno, es su conciencia”, le dice Atticus a su hija en Ve y pon un centinela, título que Harper Lee le puso desde el primer momento y que es sacado del Libro de Isaías
del Antiguo Testamento. Una frase que sobrevuela no solo la misma
historia que narra la novela, sino también su lanzamiento envuelto en
dudas y polémicas. Primero porque muchos cuestionan la lucidez de Harper
Lee y su autorización para la publicación del libro, ella vive en una
residencia de ancianos en Monroville, su pueblo natal e inspiración para
su condado de Maycomb; y, segundo, porque si el 3 de febrero, fecha del
anuncio del hallazgo de este inédito, se afirmó que el manuscrito había
aparecido en septiembre pasado, hace un par de semanas se dijo que el
manuscrito fue visto en una subasta en 2011. Sea la fecha que sea, en
febrero el mundo editorial peregrinó a Londres, durante dos semanas, a
leer el original en la agencia literaria Andrew Nurnberg Asociados para
participar en la puja por los derechos de publicación.
Preguntas reales, dudas reales que conviven con las que despierta Ve y pon un centinela. Todo indica que aquel mundo de Matar a un ruiseñor
será distinto. Aquel fue narrado con los ojos de una niña. Y este con
los de una adulta que ya sabe que los héroes son humanos y que los
ideales hunden sus raíces en la Tierra.
Puede que la historia como tal guste más o menos, pero los resoplidos
del tren que se acerca anuncian que es una gran novela. Lo que sí
parece cierto es que esas 276 páginas desvelarán a una Harper Lee más
realista, más política y más combativa y más directa y audaz a la hora
de haber querido debutar en la literatura con 30 años que tenía en 1957
cuando presentó la obra a varios editores. ¿Acaso una novela escrita por
un blanco, una mujer y del sur con las ideas tan claras sobre los
derechos civiles, la segregación racial, la justicia, la convivencia y
los derechos de la mujer en un Estados Unidos en plena vorágine de ideas
y protestas de eso mismo era demasiado para el país? Nunca se sabrá.
Lo cierto es que su editora de entonces Tay Hohoff, la única mujer en
la pequeña editorial Lippincott, en Nueva York, tras leer el original
en el verano de 1957, le sugirió básicamente dos cosas: que potenciara
la voz de la niña, Scout, y que contara los hechos como una larga
evocación de ella sobre aquel suceso de los años 30. El libro hace
referencia, según los medios anglosajones, a la sentencia de la Corte
Suprema de 1954 que prohibió la segregación en las escuelas públicas. Ve y pon un centinela
refleja el pulso real de lo que ocurría en Alabama en los años 50 y de
lo que pensaba Harper Lee de eso y de la situación de la mujer frente a
muchas cosas, en una mirada avanzada para la época.
Esa es la historia que ella quería contar de veras. Una hija que
llega a visitar a su padre y ambos charlan sobre sus vidas y recuerdan
los hechos ocurridos 20 años antes, mientras ese pasado político y
judicial bulle en las calles al tiempo que van apareciendo los pliegues
del padre, otrora héroe infantil. El que por la noche la sentaba sobre
sus piernas y la arrullaba leyéndole libros hasta que se dormía y él
callaba pero, entonces, ella decía desde el otro lado del sueño que
siguiera leyendo... El mismo que le dijo que "solo poniéndose en el
lugar de un hombre y viviendo como él se le llegaba a conocer".
Atticus es la clave en Ve y pon un centinela. Aquel padre
ejemplar y abogado convertido en referencia para sus colegas en la vida
real estadounidenses que al explicar a Scout, en Matar a un ruiseñor,
por qué defendía a Tom Robinson si todos aseguraban que era culpable le
dice: “Es algo que atañe a la esencia de la conciencia misma de un
hombre… Scout yo no podría ir a la iglesia y adorar a Dios si me negase a
ayudar a ese hombre”. ¿Qué es lo que se sabrá, ahora, de este hombre
negro condenado a muerte y que Harper Lee escribió en origen?
“Es un libro histórico que conecta dos épocas, los años 30 y los 50.
Con personajes fantásticos. Y son dos libros distintos tanto en
estructura, enfoque y tono narrativo. Lo que demuestra que Lee es una
autora muy creativa”, afirma Luis María Pugni, Director de Harper
Collins Ibérica, sello encargado de la publicación en España. La
traducción, edición y lanzamiento de la novela se ha llevado con el
máximo secretismo y con unas reglas propias para un libro de este
calibre. María Eugenia Rivera, directora editorial de Harper Collins
Ibérica, cuenta que el libro primero se tradujo al español en Estados
Unidos, por la misma casa Harper Collins que tiene los derechos allí,
luego se envió a España y algunos países de Latinoamérica para que a
partir de ahí se hicieran los cambios o versiones acordes a cada región.
En España jugaban con la ventaja de que hace un mes ellos hicieron una
nueva traducción de Matar a un ruiseñor, con lo cual la
historia, el lenguaje y el contexto histórico estaban frescos. “Hemos
intentado captar lo que Harper Lee quería transmitir. La traducción ha
sido un regalo para mí como editora. He podido ver el original, el
embrión o padre de la historia, y comprobar los cambios que la autora
hizo, el proceso creativo de cómo a partir de una novela crea otra
distinta sin perder el espíritu”.
Uno de los aspectos más interesantes, dice Rivera, son los
personajes, “ver la progresión de su cambio, su coherencia, su
psicología, teniendo en cuenta que Harper Lee los crea primero en Ve y pon un centinela,
ya mayores o muy mayores en el centro de una convulsión política y de
cambios sociales en los años 50, y luego debe retrocederlos en el tiempo
hasta los años 30, a los albores de parte de todo, para escribir Matar a un ruiseñor”.
El éxito fue tan apabullante, impulsado por la película homónima, que
Lee casi se transformó en Boo, ese personaje creado por ella,
enigmático y recluido en la Mansión Radley que despertaba el miedo y la
curiosidad de todos por su silencio e imagen casi espectral.
Aquel silencio empezó hace 55 años,
pero la historia que le devuelve la voz a Harper Lee es la primera
novela que escribió. Donde empieza y termina todo. De aquello hace ya 58
años. Harper Lee tenía 30. Era enero de 1957 cuando empezó a escribir
aquella visita que le hace Scout, en tren, a su padre Atticus a Maycomb,
donde ella nació y creció con su hermano Jem, mientras ambos esperaban
los veranos para jugar con su vecino Dill (inspirado en su amigo Truman
Capote). Fue una historia diez veces rechazada hasta que en Lippincott
creyeron en ella, pero con cambios que le aseguraron un sitio en los
clásicos contemporáneos.
Harper Lee escribió Ve y pon un centinela entre enero y julio de 1957. Aquel verano se puso a reescribirla como Matar a un ruiseñor,
y dejó aquellas 293 páginas en una carpeta olvidada… Ahora vuelven como
un tesoro dispuesto a cambiarlo todo, y desde ese porche de su casa en
Maycomb echa la vista atrás... Y se vuelven enigmáticas las palabras de
Atticus Finch, cuando siendo ella una niña le dice: “Lo único que puedo
decirte es que cuando tú y Jem seáis adultos, quizás recordaréis todo
esto con cierta clemencia y con la sensación de que no os defraudé”.
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