Fiodor Dostoyevski trabajó bajo mucha, muchísima presión.
Su esposa, Anna, lo comenta en sus propias memorias: ¿qué hubiese sido
de la obra de Dostoyevski si hubiese tenido tiempo para poder revisarla?
|
Fiodor Dostoyevski, autor ruso de Crimen y castigo./libropatas.com |
Cuando hablamos de rutinas de trabajo de los escritores famosos,
debemos reconocer que acabamos siempre hablando de rutinas de trabajo
de los escritores anglosajones. La razón es que existen muchas más
fuentes relacionadas con estos autores y unos cuantos libros
especializados (además de unas cuantas listas – ¡cómo amamos el
listicle! – sobre ellos) que recogen las rutinas de los escritores
famosos que trabajan en inglés. Pero la literatura no solo se limita a
ellos y las ganas de saber cómo trabajaban tampoco están limitadas a
estos autores.
Los escritores rusos del XIX son autores
muy influyentes en la historia de la literatura y unos de los que los
hábitos de trabajo también despiertan más nuestro interés. En el caso de
Fiodor Dostoyevski es posible saber cuál era su rutina
de trabajo gracias a los recuerdos que escribió su hija Aimée (en
realidad se llamaba Liubov, pero como explica en el texto fuera de Rusia
todo el mundo tenía problemas para pronunciarlo así que optó por usar
la traducción francesa de su nombre real).
Lo cierto es que la mayor parte de su vida Fiodor Dostoyevski trabajó bajo mucha, muchísima presión.
Su esposa, Anna, lo comenta en sus propias memorias: ¿qué hubiese sido
de la obra de Dostoyevski si hubiese tenido tiempo para poder revisarla?
El escritor ruso estaba profundamente sumido en las deudas (¡y ni
siquiera eran suyas!, se quedó con las de su hermano para no perjudicar a
su cuñada viuda) y tenía que cumplir con plazos y plazos para poder ingresar.
Si a eso se le suma que era muy asiduo a las mesas de juego… tenemos la
foto completa. Anna, su esposa, consiguió poner en orden sus finanzas y
por ello cuando su hija lo veía trabajar funcionaba ya con unos
criterios que iban más allá de llegar al plazo para poder saldar una
deuda.
Aimée Dostoyevski señala que por la casa familiar no paraban de pasar estudiantes, lo que hacía que su padre se viese siempre interrumpido en su trabajo y por ello tuviese que escribir sobre todo de noche.
Aún así, los estudiantes no eran los completos culpables ya que Fiodor
Dostoyevski era un animal nocturno. “Cuando tenía capítulos importantes
en los que trabajar, prefería trabajar en ellos cuando todo el mundo
dormía”, dice su hija. Fiodor Dostoyevski podía escribir hasta las cuatro o las cinco de la mañana.
Luego se acostaba en su estudio, donde tenía un sofá. Como nos cuenta
Aimée, lo de tener un sofá en el estudio para dormir no era una cosa
suya. Era la costumbre en Rusia y en el XIX todos los vendedores de
muebles tenían un surtido de “sofás turcos” para amueblar estos cuartos.
Las almohadas y las sábanas se ocultaban durante el día.
¿Cuál era la rutina diaria de Fiodor Dostoyevski? Según Aimée, lo primero que hacía al levantarse eran ejercicios gimnásticos y luego se lavaba en su vestidor.
Fiodor Dostoyevski se preocupaba mucho por su higiene y gastaba “una
gran cantidad de agua, jabón y colonia” a pesar, nos comenta Aimée, de
que en la segunda mitad del XIX en Rusia las clases altas no eran muy
amigas del baño. Mientras se lavaba, cantaba. Aimée y su hermano podían
escucharlo desde la nursery, que estaba al lado.
Después de lavarse, Fiodor Dostoyevski se vestía por completo. Nada de trabajar en bata como tantos freelances de hoy…¡¡y como era costumbre en la época en Rusia,
donde la gente se pasaba en bata y zapatillas gran parte del día!!
(asumimos, aunque Aimée no lo puntualiza, que esto solo pasaba entre las
clases altas). Además de obseso con la higiene, también lo era con la ropa.
No podía trabajar si no estaba impecable. “No puedo trabajar si sé que
están ahí”, decía sobre las manchas que podían salpicar su ropa. “Pienso
en ellas todo el tiempo, en vez de pensar en mi escritura”, añadía.
Tras vestirse y rezar, Fiodor Dostoyevski se tomaba su té mañanero y estaba con sus hijos,
que iban a saludarlo y a contarle sus pequeños dramas infantiles. Se
tomaba dos tés muy fuertes y se llevaba un tercero, que bebía mientras
trabajaba. Mientras desayunaba, una doncella aireaba el estudio aunque
luego Anna iba a echar un vistazo. Fiodor Dostoyevski era un obseso del
orden y no soportaba que alterasen su estudio.
Tras desayunar, Anna Dostoyevski entraba en la rutina de trabajo. Fiodor Dostoyevski y ella se habían conocido durante la escritura de El jugador,
cuando Anna (entonces una jovencita soltera) se convirtió en su
estenógrafa. El escritor le dictó la novela y la pudo acabar en tiempo
record. Anna mantuvo su posición tras casarse y Fiodor Dostoyevski le dictaba todas sus novelas.
Por las mañanas, le dictaba lo que hubiese hecho por la noche y luego
trabajaba sobre las ediciones que hacía Anna con su buena letra.
El trabajo no duraba todo el día. A las cuatro, Fiodor Dostoyevski salía a caminar
y lo hacía siempre por la misma ruta “absorto en sus pensamientos”,
tanto que ni siquiera reconocía a la gente que se cruzaba en su camino. A
veces, comenta su hija, aprovechaba para visitar a algún conocido o, si
estaban bien de dinero, comprar bombones o frutas para su familia. A
las seis cenaban y tomaban té a las nueve. Entre la cena y el té, Dostoyevski leía.
Tras el té su familia se iba a dormir. El escritor se pasaba por la
habitación de los niños para desearles buenas noches y se iba a su
estudio a trabajar. Como no le gustaban las lámparas, trabajaba
alumbrándose por dos velas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario