Y quien no lo tuvo nada fácil fue Rosa Montero, de la mano de Elia
Barcelo, que se atrevió a plantarle cara al aluvión albiceleste, con la
presentación de su nueva novela 'El peso del corazón', para robar algo
de público y protagonismo y por cierto que no lo hizo nada mal. Gracias a
su nueva obra de género, pero no policíaca justamente, se permitió
deslizar la siguiente reflexión: "La ciencia ficción y la novela negra
tienen en común el hecho de que ambas funcionan como dos marcos a
través de los cuales se puede introducir la crítica social". Y de paso
Montero rompió una lanza contra la piratería: "Nadie toma partido en
ello, ni la industria ni los políticos y así las cosas entramos en un
camino sin retorno", advirtió.
Minutos antes y en la misma carpa central quien encandilaba al
público era, cómo no, la narradora argentina Selva Almada, quien aspira
al Premio Rodolfo Walsh de mejor libro de no ficción por su libro 'Niñas
muertas' (editado por Penguin Random House en su país y probablemente
también en España en el entrante), presentado por la catedrática
filóloga en literatura hispánica y experta de violencia de género Cathy
Fourez. Tres "femicidios" misteriosos y jamás resueltos
que probablemente están en la base del explosivo malestar que embarga a
la sociedad argentina -sumado, por supuesto, al lacerante goteo de "una
mujer muerta cada 30 horas en nuestro país, en manos de un hombre al
que generalmente conoce", puntualizó la escritora-. Malestar que ha dado
lugar a una multitudinaria movilización el pasado 23 de junio en Buenos
Aires convocada por la plataforma #NiUnaMenos.
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La escritora argentina Selva Almada, en Gijón. |
Lo cierto es que el reportaje narrativo de Almada, conocida en España
por la novela 'Ladrilleros' (Lumen), además de su demoledor valor
testimonial y social, se sostiene sobre todo por el literario. "Al
trabajar en la redacción de estos tres casos que investigué intentaba un
tono neutro, quería hacerme la periodista, pero yo no lo soy, soy narradora,
y el resultado no me convencía, me sonaba a voz impostada. Por eso
utilicé las mismas herramientas que uso en la novela y creo que el
resultado fue más genuino", confesó.
En la carpa de enfrente y con pocos minutos de diferencia, otra
autora argentina (también pionera junto con Almada de la plataforma
#NiUnaMenos): Gabriela Cabezón Cámara reclamaba su atención. Lo hacía
con tres duros relatos encadenados: 'Y su despojo fue
una muchedumbre' (Cazador de Ratas), ilustrados por Iñaki Echeverría,
con la presentación de Empar Fernández. Y una tercera narradora
argentina de la generación de nacidas en la década del 70, la que está
revolucionando las letras porteñas, Tatiana Goransky también daba la
nota con su endiabladamente inteligente y divertida novela de género
'¿Quién mató a la cantante de jazz?' (Cazador de Ratas), presentada con
pericia por la catedrática Fourez. Pero la daba literalmente porque la
escritora comparte el arte de la protagonista o víctima de su novela y
cerró la presentación con una aplaudida versión 'a capela' del estándar
Smile.
Que no se hable de discriminación positiva porque los argentinos en pantalones también tuvieron su cuota. Marcelo Luján hizo lo suyo en manos de Ángel de la Calle con la presentación de 'Subsuelo' (Salto de Página), una novela angustiante novela negrísima
protagonizada por tres adolescentes que dinamita la noción de familia
como fundamento de la sociedad burguesa. Para no mentar al poeta y
pirata porteño de la prosa afincado desde hace lustros en Madrid, Carlos
Salem, que hizo de las suyas con 'En el cielo no hay cerveza' (Navona).
Una implacable y corrosiva sátira negra sobre la desdichada segunda
venida del hijo de Dios (que no Maradona) a la tierra en los tiempos de
la telebasura. Un ajuste de cuentas con la toxicidad catódica "que
antepone a la libertad de expresión la libertad de empresa", resumía
Salem desgranando la manipulación y desinformación enmascarada de
periodismo de investigación de las tertulias. Y ante el lector incrédulo
aclaraba que se trata de "una novela religiosa, que defiende enloquecidamente la existencia de Dios", bromeaba, "pero también del diablo".
Al legar aquí puede que lo de aluvión argentino en la Semana Negra
suene a hipérbole, pero lo cierto es que no lo fue porque allí se quedan
en el tintero nombres como Mariano Quirós, María Inés Krimer, Jorge
Yaco y algunos más que también coparon el festival.
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