Cuenta Fernando Marías (Bilbao, 1958) que fue un crío consentido. Un tirano en miniatura que
cuando se le antojaba un bollo los domingos por la tarde, la abuela
salía a rastrear la ciudad hasta encontrar el dulce que saciase al
muchacho. Entonces era hijo único en un hogar con padre ausente. Hasta
que apareció el padre, marino mercante, tras pasar dos años surcando los
mares de todo el mundo.
"Me dijeron 'va a venir papá', y me horrorizó. Puedo visualizar
todavía el umbral con la figura de ese hombre alto y misterioso. Yo me
escondí como un gato aterrorizado. Nada más verle pregunté: '¿Éste
cuándo se larga?".
El novelista marca con esta anécdota el comienzo de una relación de
"miedo mutuo" que ha terminado convertida en literatura. 'La isla del
padre' (Seix Barral, 2015), el último libro de Fernando Marías, Premio
Biblioteca Breve de Narrativa, es también su obra más confesional, y por
ello una rareza en la bibliografía del escritor, acostumbrada a mundos
ajenos y ajena al mundo propio del autor.
"Sí, es un libro muy diferente que rompe con todos los que he hecho antes. Me consideraba un novelista con grandes tramas, de saltos al pasado y laberintos narrativos",
revelaba Marías ante decenas de lectores en Santander, protagonista de
un encuentro literario en el campus de verano de la Universidad
Internacional Menéndez Pelayo. Allí, el escritor ha vuelto a evocar el
doloroso origen de su último libro, porque nació, paradójicamente, con
la muerte de su padre.
Confesiones
"Fue una suerte verle morir", confiesa Marías. "Porque hice algo que no había hecho antes, decirle que le quería, que le admiraba.
Y luego le dije una cosa muy ingenua e infantil: voy a escribir un
libro sobre ti, y quiero que estés conmigo mientra lo escribo, que me
ayudes". Moribundo, el padre del escritor reaccionó intentando decir
algo. Palabras que no pudo llegar a pronunciar, y se convirtieron en un
eterno enigma: "Me gusta pensar que la frase que nunca llegó a
pronunciar es este libro. Nada más salir de allí me puse a escribir".
Marías, afincado en Madrid, regresó entonces al domicilio familiar de Bilbao, y se encerró cinco meses a solas con el recuerdo del padre,
aquel marino que podía pasar dos largos años fuera del hogar. El hombre
que tenía miedo de regresar a casa porque sus hijos no le recordaban.
"Como niño me inquietaba esa presencia masculina, y él temía que su
primogénito, en vez de abrazarle, preguntara cuándo se iba a marchar.
Hubo una larga época donde el miedo mutuo dominó nuestra relación".
El resto de la historia está en las páginas de 'La isla del padre',
un libro donde la ficción sólo aparece cuando no llega la memoria. Y con
largos pasajes dictados por la ausencia. "Tuve la sensación de que mi padre estaba conmigo", recordaba Marías, emocionado,
ante sus lectores en Santander. "Le preguntaba cosas del libro y tenía
la sensación de que hablábamos. No era un fantasma, pensaba qué pensaría
él, y tenía la sensación de que me daba respuestas. Me gusta pensar que
lo escribimos los dos juntos".
Los primeros lectores del libro fueron los dos hermanos de Marías, a
los que el escritor decidió excluir de la narración. "Ambos me dijeron
que lo habían leído con emoción, y entonces tuve la muy bonita sensación
de que el libro era invencible". Su madre tardó algo más en ojear las
páginas de un libro hecho de material sensible. "Pero ahora siempre que
vuelvo a Bilbao me dice que lo acaba de releer otra vez, y ya van
cuatro, y tiene 93 años", explica Marías, que provocó la curiosidad de
una lectora.
"¿Y tú madre que te decía sobre el libro?", le preguntaba la mujer al novelista. "Las madres no son de fiar, ya sabes... Me
dice que cuando era pequeño ya hablaba como ahora, y que por eso cuando
vi a mi padre aquella vez, dije eso de cuándo se iba a largar",
relataba Marías. "Este libro me ha permitido convivir con mi padre
después de muerto", apuntó antes de finalizar el coloquio.
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