Un lugar único donde se venera a los grandes.
Julián Ibáñez, Claude Mesplede o Paco Ignacio Taibo II son algunos de
los maestros que uno se puede encontrar en la Semana Negra. Y digo
encontrar, porque así es. Se puede hablar con ellos, se puede tomar algo
con ellos. Eso no pasa en cualquier sitio. No.
La feria de los milagros. Quienes hayan
estado por Gijón ya saben a qué me refiero. En un lugar post industrial,
algo surrealista y rodeado de atracciones, arena, bares y feriantes, la
Semana Negra se celebra en un lugar único. Lo mejor: he visto actos que
empiezan casi vacíos, la gente va llegando, pasan por allí, se quedan y
escuchan y al final algunos hasta se compran el libro que se presenta.
Lo prometo. Milagros en Gijón.
La comuna y la noche. Se lo dice alguien
no muy partidario de socializar: lo que ocurre en la Semana Negra es
digno de estudio. Escritores, profesores, artistas, periodistas y
lectores cenan y alternan, salen y cervecean juntos. La camaradería de
las noches de Don Manuel, donde igual se habla de libros que se canta un
tango o una escritora argentina explica que significa antimola y por
qué le marcó Verano Azul es algo digno de estudio.
La literatura, ese veneno. Los libros y
los locos por los libros están por todas partes. Hay actos, decenas si
no cientos de actos, pero también discusiones, escritores con los que se
puede hablar, que se dejan entrevista en cualquier lugar, firmas… Una
fiesta literaria alejada de todo boato.
Clases magistrales. Este bloguero tuvo la
oportunidad de trabajar de nuevo con Daniel Mordzinski, de quien no para
de aprender, o escuchar a Paco Ignacio Taibo II cómo le contaba la
historia surrealista que vivió con James Crumley en EE UU, donde a punto
estuvieron de ser apaleados por unos fans irredentos y cerveceros.
Víctor del Árbol, Alexis Ravelo, Carlos Zanón, Claude Mesplède, Marcelo
Luján, Carlos Salem y otros muchos me enseñaron cosas estos días. Laura
Muñoz sigue empeñada en regalarme fotos y momentos.
Los escritores. Sí, esos señores que hacen
libros y que en Gijón están más cercanos que nunca. Los hay de todos
los niveles, colores, gustos y nacionalidades. Y hacen que el festival
tenga sentido. Son accesibles, se dejan entrevistar, comparten sus
pasiones, te convierten a su credo.
Gracias a todos. Vive le noir!
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