La creadora de Kinsey Millhone nos cuenta su relación con la detective californiana, sus inicios en la escritura, su relación con dos padres alcohólicos a los que luego echó mucho en falta y que la marcaron en lo personal y en lo literario
La escritora, en la librería Negra y Criminal en Barcelona en 2009./elpais.com |
Hay libros cuya publicación
es esperada por unos aficionados incansables pero que también es bien
recibida por los lectores ávidos de novedades. Kinsey y yo, Sue Grafton (Tusquets, traducción de Victoria Ordóñez Diví) es uno de esos casos. Con un tono sencillo y directo, Grafton (Louisville, Kentucky, 1940)
demuestra por qué es una de las grandes damas del misterio, una mujer
con espacio propio y muy destacado dentro de la literatura criminal.
La creadora de Kinsey Millhone nos cuenta su relación con
la detective californiana, sus inicios en la escritura, su relación con
dos padres alcohólicos a los que luego echó mucho en falta y que la
marcaron en lo personal y en lo literario.
Un libro sincero, que incluye además varias reflexiones
sobre el género y un conjunto de relatos que a veces parecen ingenuos
pero que rebosan ironía, ritmo y diversión.
Grafton comienza a diseñar a Millhone, a pergeñar esa
aventura larga en la que escritora y personaje se mezclan, se confunden y
se retroalimentan a los 18 años, cuando empezaba también a mirar de
frente al futuro, a buscarse y a ganarse la vida. Las dos se parecen y
toman cosas la una de la otra a lo largo de las 21 novelas que van desde
A de Adulterio (en inglés A is for Alibi, me encanta cómo han encontrado una buena traducción para cada letra) hasta V de venganza, todas ellas editadas por Tusquets en España (en EE UU ya está también W is for Wasted). La propia autora lo explica mejor que nadie:
“Si bien nuestras biografías difieren, nuestro enfoque vital es el mismo. Como he dicho en otras ocasiones, creo que somos un alma con dos cuerpos, y ha conseguido el bueno. Los detalles acerca de su vida suelen ocurrírseme en el mismo momento de escribir. A menudo tengo la impresión de que me observa por encima del hombro y me susurra alguna cosa al oído, me da un ligero codazo y me hace comentarios subidos de tono. De ella proviene el humor, así como las observaciones ácidas y la ternura que se cuela a veces en la narración. Kinsey es un ser maravilloso de cuya creación sólo puedo atribuirme un mérito parcial, aunque probablemente ella se atribuye todo el mérito de lo bueno que puede haber en mí. Me divierte pensar que he inventado un personaje que ha acabado manteniéndome, y estoy segura de que a ella le divierte saber que seguirá viva mucho tiempo después de que yo me haya ido, confío en que disfrutéis de su compañía tanto como he disfrutado yo”.
Los relatos sitúan a Millhone con 32 años, es decir, la
edad que tiene al principio de la serie y en el mismo contexto: la
localidad californiana de Santa Teresa en la década de los ochenta. Esto
implica que no hay nada de CSI, nada de móviles, nada de nuevas
tecnologías. En un mundo lleno de violencia y con personajes tan oscuros
y tan al límite de la ley cuando no directamente al otro lado (y que
tanto celebramos aquí cuando son buenos), Kinsey puede parecer blanda e
ingenua. No se confundan. Es una mujer decidida y fuerte, que siempre
trata de ser justa, un personaje muy sólido y apasionante. Descubrir
algunos entresijos sobre su creación (cómo eligió el nombre, por qué ese
coche y no otro) enriquecen al fan. Si las novelas son muy entretenidas
(es difícil quedarse con una, pero si me veo obligado elijo K de Kinsey)
la distancia corta le sienta genial. Los relatos son ágiles, con una
estructura muy clásica, alguna sorpresa y, sobre todo, muy divertidos.
El libro es tan personal que los cuentos de Kinsey se
publicaron por primera vez en 1991, en una edición numerada y firmada de
300 ejemplares realizada por Stephen Humprhey, marido de Grafton. Los
diez relatos de Kit Blue (una versión más joven de la propia escritora)
están escritos después de la muerte de su madre. “Hoy, casi cincuenta
años después, me costando sacar a la luz aquel periodo de mi vida tan
caótico y confuso”, asegura. Se agradece que lo haya hecho. Hemos gozado
con este soplo de aire fresco. Lean y disfruten.
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