Siete escritores de América Latina y España explican la importancia de la poesía del autor mexicano
Portada Tarde o temprano, casi obra reunida./elpais.com |
Tiempo, memoria, reflexión, realismo, doméstico, sentimental,
inteligencia… son algunas de las palabras y conceptos que se repiten al
referirse a la obra poética de José Emilio Pacheco, fallecido ayer en México.
Siete poetas de España y América Latina señalan las principales
aportaciones del autor mexicano a la literatura. Poeta de lo cotidiano,
de lo cercano relacionado con las cosas que infñiuen directamente en la
vida, de la belleza del discurrir de la vida diaria, de aquello con lo
que lidiamos continuamente en los quehaceres físicos e intelectuales, de
esas cosas e ideas presentes en nuestros pensamientos de manera latente
o agazapada, insoslayables. Poeta del Tiempo, como dice Darío
Jaramillo. Porque todo eso que llamamos cotidiano está impregnado de
Tiempo, es Memoria. Versos tristes a veces, pesimistas a ratos, y
también optimistas y siempre luminosos en sus imágenes que invitan a
mirar a todos lados de nuestra vida y de la vida en general, como
recuerdan los siguientes poetas:
ÓSCAR HAHN: José Emilio Pacheco pertenecía a esa
rara especie de escritores que practican los más diversos géneros con el
mismo rigor y con la misma calidad. Poeta antes que nada, ejerce una
aguda crítica de la contingencia, pero su gran preocupación es el
tiempo. Por eso la suya es una poesía filosófica, no en el sentido
libresco del término, sino en el sentido de asombro, curiosidad y
reflexión ante los enigmas de la existencia. Para sus poesías completas
Pacheco eligió el título de “Tarde o temprano”. Ahora que el poeta nos
ha dejado, ese título pierde su carácter conjetural y adquiere una
actualidad y una certeza profundamente perturbadoras. Querido José
Emilio, no me preguntes cómo pasa el tiempo.
ANTONIO GAMONEDA: Era un hombre en plena conciencia,
en el sentido que manifiesta su obra. Su poesía podría ser entendida
como como de signo realista, aunque prefiero decir que es una poesía
explícitamente reflexiva. Poesía en la que el pensamiento reflexivo se
empareja sobre impulsos o incluso se sobrepone al pensamiento poético.
Es un realismo orientado a la reflexión en un lenguaje normalizado, sin
grandes aventuras semánticas, pero todo muy bien hecho.
LUIS GARCÍA MONTERO: La poesía de José Emilio tiene
la tensión de algunas paradojas que la depuran. Se trata de una voz muy
culta, propia uno de los mejores ensayistas de la poesía contemporánea,
pero busca la sencillez y el diálogo con el lector. Ama la tradición
(López Velarde, Gorostiza, Sabines, Paz), en nombre de una originalidad
profunda. Persigue la sinceridad en la máscara, la confesión en el
pudor. Y asume el pesimismo de la lucidez, la evidencia de la
catástrofe, para localizar el rayo de luz que dignifica la vida. Su
escritura va y viene por estos extremos. Es inteligente y sentimental.
PIEDAD BONNETT: Como poeta fue uno y muchos. Detrás
de los distintos registros de sus poemas encontramos siempre una mirada
incisiva, con un trasfondo filosófico, que se concreta en versos tocados
muchas veces por el humor y la ironía pero también de lirismo
contenido. Su poesía, que le habla a un lector amplio, pues su misterio
asoma a través de un lenguaje sencillo, nos acompañará siempre.
JUAN CARLOS MESTRE: Es la poesía de Pacheco un habla
contra la traición inmaterial de la muerte, oraciones civiles con las
que resistir la perturbadora obsesión de lo perdido, el lejano siempre
que solo existe en la imaginación de los poetas y la memoria violentada
de los pueblos. Dio su poesía nombre a lo oscuro y belleza al indefenso.
Nombró la inexistencia de las ensoñaciones y el territorio donde los
héroes forzosos del amor otorgan otro sentido de nobleza a la condición
humana. No habitarán la solemne casa del silencio sus palabras
esparcidas sobre lo posible imposible: un mundo sin víctimas. Viven ya en otros ojos, luminosas bajo otras piedras.
FRANCISCO FERRER LERÍN: Debo a Pacheco su definición
exacta de las aves, la etiqueta precisa que supone el buen uso de un
nombre. Se lo dije en Madrid, en la ceremonia del Cervantes, y me lo
agradeció. Hablamos de ese poema sobre el zopilote, bicho infamado,
hermano menor de nuestro buitre. Un poema que despierta ternura por el
aprecio de la fealdad casi doméstica de un ave oscura, destino obligado
de las pedradas de niños sin corazón que se adiestran para verdugos.
JOAQUÍN PÉREZ AZAUSTRE: En La edad de las tinieblas,
José Emilio Pacheco desmenuza un quinqué, la savia de petróleo
acumulada en su osario de tiempo, desde los dinosaurios a la llama, con
millones de años de sedimentación inventando la luz dentro de la campana
de cristal. “La noche huele a luz carbonizada”: algo de extrañamiento
se oculta ahí, como un poso, con su desolación o su milagro. Poeta de
una generación, con ese lema complejo que supone Alta traición,
reclamó la autocrítica propia de ese mundo de tertulias que compartió
con Pitol y Monsivais. Escribir es una resistencia contra los horrores
que vivimos.
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