Las letras latinoamericanas lloran al gran poeta mexicano fallecido a los 74 años
Una imagen del ataúd del escritor mexicano José Emilio Pacheco, durante su funeral. /Alfredo Estrella./elpais.com |
José Emilio Pacheco, fallecido el domingo en la capital mexicana a los 74 años,
podría haber sido velado en el Palacio de Bellas Artes, el símbolo más
pomposo de la cultura mexicana, al modo de un faraón o un jefe de
Estado. Pero antes de morir dejó dicho que prefería el Colegio Nacional.
Aquí, en un rinconcito del centro histórico de la Ciudad de México,
venía una vez al mes y se sentaba en los bancos de piedra de un bonito y
silencioso patio rodeado de naranjos y limoneros. “Se va a quedar aquí
un ratito. Era una ilusión muy grande para él acercarse de vez en cuando
y charlar con gente de todo tipo. Mujeres con bolsas de los mandados,
jóvenes, estudiantes, comerciantes. Vamos, la gente de la calle”,
relataba Cristina Pacheco, esposa del ganador en 2009 del Cervantes y
del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.
Alérgico a los elogios, Pacheco (que había sido hospitalizado el
sábado como consecuencia de un golpe en la cabeza recibido en su
domicilio) solía decir que ni siquiera era el mejor escritor de su
barrio. Juan Gelman, que murió diez días antes, era su vecino. La
coincidencia inspiró las palabras de Cristina Pacheco: “Es lindo pensar
que en el último trabajo que hizo (un artículo sobre el propio Gelman
para la revista Proceso) se encontró con un amigo, con un poeta, y a lo mejor andan juntos por allí en alguna parte inventando historias”.
México lloró durante toda la jornada a uno de sus más grandes escritores.
Los que lo conocieron lo retrataron como un hombre normal, alejado de
podios y capillas, alguien que vivió como si nunca se fuera a morir.
“Teníamos planes de aquí a 2.000 años”, decía su mujer. Jorge Volpi pasó
al lado del féretro con sus restos mortales y dejó una reflexión tan
sencilla que parecía llenar todo el vacío de la pérdida de Pacheco: “Se
va un grande”.
Entre la muchedumbre sobresalía el sombrero de Jaime Cuéllar,
un experto en cine político. Está obsesionado con encontrar una
película, Mariana Mariana, cuyo guión es de Pacheco. "Dudo que alguien
aquí la haya visto", sugería oteando a los presentes. No estaba aquí
para hacer negocio, pero llegado el momento todo se podría hablar.
"Hombre, si alguien me pide un título y lo tengo en mi colección, lo
copio y lo traigo en media hora. No sería una falta de respeto hacia
Pacheco, al revés. Estaría encantado que distribuyésemos sus películas".
Gente de todas las edades, altura, peso, condición social, se acercaron
para darle el último adiós al poeta.
José Emilio Pacheco será incinerado. No quería pasar la eternidad encerrado en una caja. Tenía claustrofobia.
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