3.1.14

La violencia del nihilismo

El abogado del crimen es el guión original que escribió Cormac McCarthy para la película de Ridley Scott

MCCARTHY. Escribió diez novelas, entre el gótico, la ciencia ficción y el postapocalíptico./revista Ñ

¿Alguna vez un guión de cine ha sido publicado simultáneamente con el estreno del filme, como ha pasado ahora con la película El abogado del crimen, dirigida por Ridley Scott y escrita por Cormac McCarthy? Si existe tal caso, que el cinéfilo con la información nos escriba a la redacción y le publicamos la carta. La segunda pregunta que provoca este delgado volúmen de 133 páginas es si la edición de este texto es meramente una operación de marketing, o si se sostiene por sí misma, independientemente de la película. Hay dos respuestas a esta duda. Para los fanáticos de McCarthy la respuesta es que sí. Es un sueño, una maravilla, una obra necesaria y urgente. Pero para el lector no converso que evaluará el texto sobre sus propios méritos, la respuesta no es tan clara. Los estoicos diálogos rozan peligrosamente el cliché y hay una escena de sexo meritorio del Bad Sex Award, el premio irónico anual que The Guardian otorga a la descripción más ridícula (no intencionalmente) en una obra de ficción. Un hipotético lector que se introduce por primera vez a la obra de McCarthy por este guión no podría deducir de su lectura que el autor está al nivel de Herman Melville o William Faulkner.
El abogado del crimen es el primer libro publicado por McCarthy –de 80 años ya– desde su novela post-apocalíptica La carretera de 2006 (con la cual ganó el Pulitzer). La trama se parece a la de su novela No es país para viejos (2005) llevada maravillosamente al cine por los hermanos Cohen en 2007. Un abogado sin nombre (El consejero) decide meterse en un negocio de drogas. Total, es dinero fácil. ¿Qué puede fallar? Rápidamente, como el lector puede imaginarse, al consejero se le cae el mundo encima. Como en una obra alegórica medieval, personajes turbios emergen para darle consejos barrocos, como: “ ... el tiempo no se detendrá, consejero. Es eterno. Y todo lo que existe desaparecerá antes o después. Para siempre. Llevándose consigo todas las explicaciones que hayan podido inventarse al respecto. Desde Newton y Einstein hasta Homero y Shakespeare y Miguel Angel. Hasta la última imperecedera creación humana. Eso del arte, la poesía, la ciencia ... es menos consistente que el humo”.
Acá aprovechamos un comentario sobre la traducción. Es mediocre. No es fiel a las cadencias y sintaxis de McCarthy. Por eso, al leer esta obra en castellano, los elementos clichés sobresalen todavía más que en el original. En inglés, la última frase de la cita previa es: “Your art and your poetry and your science are not even composed of smoke.” O sea: “Tu arte y tu poesía y tu ciencia ni siquiera están escritos en humo”.

Un clásico feroz
Malo o bueno, El abogado del crimen es un clásico texto McCarthy, con episodios de extrema violencia interrumpidos por soliloquios metafísicos que ponen en la balanza el nihilismo puro contra una posible visión redentora del hombre. Las descripciones de las escenas, fuera del diálogo, son maravillosamente detalladas. En particular, una que describe cómo un malevo arma un piolín en una carretera para decapitar a un motociclista.
Según una nota en The Wall Street Journal del 13 de octubre de este año, en enero de 2012 Amanda Urban, la agente literaria de McCarthy, recibió un sobre en el correo de su enigmático autor. Inesperadamente, era el guión. Aparentemente, Cormac McCarthy estaba trabajando en dos novelas simultáneamente; y a modo de descanso se tomó cinco semanas para escribir El abogado del crimen. Sabiendo esto, se le puede perdonar sus falencias. Es un divertimento. Un capricho. Un interludio bienvenido en una de las obras más ferozmente bellas de las letras estadounidenses contemporáneas.

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