Cuenta Mankell que en 1990, cuando volvió a Suecia después de una prolongada estadía en África, descubrió que en su país el racismo había aumentado de manera alarmante. Como quería escribir sobre ese problema y consideraba que se trataba sobre todo de un crimen, decidió que necesitaría dar vida a un investigador que fuera policía
Kurt Wallander, Inspector de policía de Ystad, Suecia, personaje personificado por el actor sueco Krister Henriksson. |
Henning Mankell, escritor sueco creador de Kurt Wallander y la saga de novelas policiacas del inspector de Ystad./adncultura.com |
En el último libro sobre los casos de Kurt Wallander,
Huesos en el jardín, que Tusquets acaba de publicar, Henning Mankell, a
modo de circunstancial despedida de su célebre inspector, agregó un
posfacio que hará las delicias de los seguidores del detective sueco. En
él no sólo explica su relación con el personaje, sino que cuenta cuáles
fueron los motivos que lo impulsaron a crearlo, cómo fue modelando su
personalidad y por qué, al cabo de doce libros, decidió decirle adiós.
Cuenta Mankell que en 1990, cuando volvió a Suecia
después de una prolongada estadía en África, descubrió que en su país el
racismo había aumentado de manera alarmante. Como quería escribir sobre
ese problema y consideraba que se trataba sobre todo de un crimen,
decidió que necesitaría dar vida a un investigador que fuera policía.
Tomó de la guía telefónica el primer nombre que encontró (Kurt) y lo
complementó con un apellido que sonara bien. Le dio a la criatura su
propio año de nacimiento (1948) y así echó al mundo al inspector Kurt
Wallander.
El racismo y sus consecuencias brutales fueron el tema
de la primera novela de la serie, Asesinos sin rostro. Acaso sea un
gesto de coquetería, acaso sea verdad (Andrea Camilleri dice lo mismo de
su pintoresco comisario Salvo Montalbano), lo cierto es que Mankell
afirma que no pensaba seguir escribiendo novelas protagonizadas por
Wallander, pero el libro y el personaje tuvieron tanto éxito que el
escritor se preguntó si no había creado "un instrumento con el que podía
continuar interpretando música". En entregas sucesivas envolvió al
detective en diversas intrigas internacionales, signadas por los
problemas políticos y sociales de la época (la caída del comunismo, la
persistencia del apartheid, el tráfico de órganos). Con el tiempo,
Wallander se fue convirtiendo en un álter ego tanto de su autor como del
hombre común que era su lector promedio. Así, Mankell lo hizo contraer
diabetes; y cuando los fans lo paran por la calle o le escriben cartas
para conocer la vida privada de Wallander, el escritor responde, por
ejemplo, que no cree que el comisario sea un gran lector, excepto por
las novelas y ensayos históricos, y por los libros de Sherlock Holmes. Y
está seguro de que en la votación en que los ciudadanos de Suecia
debían decidir si querían pertenecer o no a Unión Europea, el policía,
siguiendo intereses corporativos, habrá votado a favor.
"Una de las diversas misiones del arte y de la
literatura consiste en proporcionarnos compañía", reflexiona Mankell en
el posfacio de Huesos en el jardín. ¿Por qué entonces decidió despedirse
(aunque no descarta un eventual reencuentro) del personaje que lo ha
acompañado, a él y tantos lectores en el mundo, a lo largo de tantos
años? Simple: porque Wallander había crecido de tal manera que amenazaba
con volverse más importante que el relato que lo contenía. Y eso, cree
Mankell, habría significado el final de su literatura.
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