Hogares homoparentales, amores de un mismo sexo e identidades de género ya no son temáticas exclusivas del ensayo sino que ganan espacio en el campo de la ficción, tanto para adultos como para jóvenes y niños. Más allá de las modas y de los resultados comerciales, el desafío, como siempre, es hacer buena literatura
El interior de Otras Letras, librería que se abrió en el barrio de Palermo en 2010. / Matías Aimar./adncultura.com |
Los juguetes del cajón de madera viven molestando al
príncipe Flint por su enorme cabeza y su nariz de botón. Un día, cansado
de las burlas, el príncipe decide abandonar el cajón. Cerca de la mesa,
conoce al rey Pucklebee, un monarca que le enseñará que el verdadero
amor va mucho más allá de la apariencia exterior. El príncipe Flint, un
cuento en verso de temática gay, es un ejemplo de cómo las historias de
diversidad sexual tienen su presencia en libros de ficción. Está
publicado por Bajo el Arco Iris, una editorial de literatura infantil y
juvenil gay creada por una escritora argentina.
Literatura infantil, pero también cuentos de terror o
historietas gays, poesía erótica, novelas con historias de homo o
transexualidad ganan cada vez espacio en los catálogos de editoriales y
librerías. Otra evidencia de este avance: en 2010, el año en que se
aprobó la ley de matrimonio igualitario en la Argentina, abrió en el
barrio porteño de Palermo Otras Letras, la primera librería gay, lésbica
y trans de América latina.
Aldo Fernández, uno de los dueños junto con su pareja Claudio Sartori, repasa con adncultura
la trayectoria del espacio que nació en 2007 con un catálogo minúsculo
en la web, que luego compartió local con otro comercio, hasta que hoy
exhibe una vidriera exclusiva de 900 títulos. "Las editoriales
españolas, por la crisis de Europa, están con bastantes problemas. Para
nuestras editoriales pequeñas de la Argentina es un buen momento para
publicar libros que antes sólo se importaban", dice, adelanta que el
proyecto de Otras letras para este año es empezar con la edición.
Fernández habla de una especie de boom de editoriales
independientes que trabajan de manera personalizada con autores que
escriben ficciones con temática gay o trans. A modo de ejemplo menciona Pollera pantalón, cuentos de género,
de Paula Jiménez España, editado por La Mariposa y la Iguana. Hace unos
años, recuerda, la mayoría de las producciones tenían que ver con
estudios sociológicos o históricos sobre militancia en la comunidad
homosexual.
Las dueñas de esta editorial, las poetas Dafne Pidemount y Leticia Hernando, cuentan que Pollera pantalón
fue el título que más se vendió en las librerías desde que fundaron la
editorial, en 2006. Creen que allí se combinó un tema de interés, con
una autora de trayectoria. "Las posibilidades de crecer son muchas. No
es que nos dediquemos a este tema sino que editamos literatura de
calidad, pero se está produciendo mucho sobre lo gay y lo transexual,
temas antes inexplorados", dice Pidemount. Agrega que el último libro de
La mariposa y la Iguana, que se presentó el mes pasado, fue uno
infantil que trata sobre una familia homoparental: "Se llama Una familia muy espacial
y son dos madres en una relación familiar muy naturalizada. Es
literatura infantil y tiene un trabajo de ilustración muy cuidado".
Hernando apunta que hay un crecimiento importante en
los últimos años de editoriales independientes abiertas a temática de
diversidad sexual y feminista. Menciona que el año pasado se inauguró en
Buenos Aires la feria del libro independiente LGBTIQ [Lesbianas, gays,
bisexuales, trans, intersexo y queer] de la que participaron. "Leyes
como las de matrimonio igualitario ayudaron a muchos escritores a salir
del clóset. Algunos hacen literatura gay para gays y otros van más allá,
cruzan fronteras y cuentan buenas historias, empujan los límites
literarios conocidos. Eso es lo que más nos interesa editar", comenta
Hernando.
En su página web, la librería y editorial Eterna
Cadencia dice: "Editar es un modo de intervenir en los debates locales".
Su director general, Pablo Braun, explica a adn que hay una
participación creciente de títulos vinculados a la diversidad sexual.
"De los 40 títulos de ficción que editamos, un 15 por ciento trata sobre
esos temas", calcula. Aclara que como editores no se propusieron esto
como una política específica: "No salimos a buscar estos materiales sino
que tiene que ver con que hay más producciones de calidad".
Menciona el caso de la escritora Gabriela Cabezón Cámara, a modo de ejemplo, cuya novela La Virgen Cabeza
-la historia de una periodista heterosexual que se enamora de una
travesti de una villa- tuvo tanta aceptación que la reeditaron.
"Nosotros decidimos a partir de la calidad literaria, editamos buenos
libros, buenos escritores. Y hay como un destape de lo gay. Es una época
en la que estos temas interesan más. Hace unos años era impensado",
opina.
La repercusión de la obra fue tal que Cabezón Cámara
cuenta a que en una de las presentaciones del libro un grupo de
travestis pidió públicamente más aceptación y reclamó por la
discriminación que sufren. Un sector de mujeres explicó que para ellas
"todo esto" era muy nuevo y pidió más tiempo. "Quedaron en volver a
reunirse y hacer algo en conjunto", dice la escritora.
El coordinador de la editorial Mansalva, Nicolás
Moguilevsky, considera que hay una "pérdida del tabú". Cree que esta
liberación para hablar de relaciones homosexuales llegó a la literatura y
celebra que esto ocurra porque se definen como una editorial de gran
apertura. "Hay como un despegue del tema y una liberación en la
escritura", dice. Y aclara que si bien a la editorial llegan muchas más
ficciones que hablan de historias de amor entre varones o entre mujeres,
la política no es publicar en función de la temática, sino de la
calidad. "Establecer categorías por el tema es discriminar a los
escritores; lo importante es la buena literatura, no si es gay o
heterosexual. Hay que salir del género: es literatura, que habla de la
vida, de las relaciones, más allá de la orientación sexual".
Miguel Balaguer, responsable de Bajo la Luna Editorial,
un proyecto que nació en Rosario en 1992 y que diez años después
trasladó su sede a Buenos Aires, considera que en su caso leía muchos
más manuscritos de temática gay hace tres o cuatro años que ahora. "Hubo
mucha necesidad de visibilización. También es cierto que fue la época
de mayor apertura de nuestra editorial", dice. De 35 títulos editados,
cinco tienen que ver con la diversidad. Aclara que su principal interés
es la calidad literaria, en segundo lugar repara en la temática y,
luego, en el posible interés comercial de la obra.
"Ahora siento que ya no es revolucionario contar la
relación de dos varones o de dos mujeres. Lo revolucionario y raro sigue
siendo contar muy bien una historia de amor", dice este editor. Y
considera que la literatura infantil sobre estos temas sí es novedoso y
cree que allí hay espacio para explorar.
En la editorial independiente Conejos, dos de cuyos
siete títulos tienen que ver con la diversidad sexual, también rescatan
la calidad y la posibilidad de editar literatura "de los márgenes".
Publicaron Chicos malos, de Osvaldo Bossi y Juego de chicos,
de Facundo Soto. Este último escritor, integrante de la editorial
creada en 2011, señala: "Leemos muchísimo material, la mayoría no nos
gusta. Me interesa lo que leo de esa temática porque, en general, suele
tener mucha fuerza. No es que lo pienso como una cuestión pedagógica, ni
que le damos visibilidad a lo gay; lo veo como que la obra tiene un
peso especial, habla de gente que vivió muy al borde de algo y que lo
expresa así en el lenguaje". Soto acaba de publicar Electricidad, un
libro de cinco poemarios gays, que editó Vox.
Uno de sus compañeros de editorial, el escritor Bruno
Szister, interviene con un apunte: "Hay que tener cuidado para que el
tema no tenga más peso que la calidad literaria, porque muchas veces
recibimos textos que hablan de diversidad sexual, pero no tienen
calidad". Y agrega: "El peligro es editar algo porque el tema impacta,
pero que luego se pierda por el bajo valor literario. Hay que encontrar
obras con ese balance y no publicar sólo porque lo gay tenga buena
aceptación".
El poeta Bossi coincide en señalar que hay un "destape"
literario. "Se están produciendo obras que me sorprenden, me
maravillan, me divierten. Obvio que hay una resistencia aún,
fundamentalmente de los escritores en general; les cuesta abordar una
obra que habla de diversidad sexual desde lo literario". Y agrega: "Lo
ideal es que uno cruce la frontera de los temas y pelee cuerpo a cuerpo
en el plano de la literatura, de la estética".
Suena el teléfono en Otras letras. Aldo Fernández
escucha, asiente varias veces. Dice que entiende y luego explica que
ellos no son una ONG y pasa el número de teléfono de un grupo de
autoayuda de padres de chicos gays. Cuenta que en la librería esto
ocurre todo el tiempo desde que están en vigencia las leyes de
matrimonio igualitario y de identidad de género. El escenario es otro en
la Argentina: "Entre nuestros clientes hay docentes o directores de
escuelas, también vienen padres heterosexuales que quieren cuentos para
que sus hijos crezcan desde pequeños con mentalidades más abiertas",
ejemplifica. También se acercan padres de chicos gays que buscan algún
asesoramiento, literatura que los ayude.
Puntos de vista
Hay distintas opiniones entre los editores y los
libreros. Por un lado, uno de los dueños de Otras Letras, Aldo
Fernández, defiende la necesidad de una librería específica para obras
de temas gays, lésbicas y trans porque en las grandes cadenas los libros
de estas temáticas no se exhiben. "Los libros gays casi están
escondidos; por otro, hay una falta de sensibilidad de parte de los
vendedores", dice.
Aclara que fue librero durante muchos años antes de
abrir su propio negocio: "Cuando un cliente iba a buscar un libro que
hablara de madres lesbianas, por ejemplo, algunos vendedores se miraban
como diciendo: qué está buscando". Fernández aclara que no sabe qué
pasaría hoy, post ley de matrimonio igualitario.
Para el editor de Bajo la luna, Miguel Balaguer, no
existe una mala predisposición con las obras que tratan sobre diversidad
sexual. "Lo que hay es mucho desconocimiento y prejuicio", considera, y
cree que en los últimos años se avanzó mucho en la integración: "No es
que hoy seamos una maravilla en respeto por la diversidad sexual pero
las buenas obras tienen espacios para circular".
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