Sus
kilométricos párrafos repletos de comas, se funden sin confundir
discursos de toda clase y condición, desde anuncios de coartadas para
infieles a manuales sobre asesinos en serie, de consejos para amantes de
hombres casados a aforismos de excusado, de noticias a entrevistas, de
previsiones meteorológicas a enumeraciones fisiológicas, y sobre todo
historias. Cientos de sórdidas microhistorias
Portada Te quiero porque me das de comer./elpais.com |
NOTA DEL COORDINADOR:
Ya saben que trato de no hablar de lo que no he leído y en este caso
cumplo con esa máxima. Ahora, se ha oído tanto de la novela de David
Llorente, que no me resisto a publicar esta reseña, cedida con
amabilidad por un extraordinario lector, Sergio Vera Valencia. Sergio es coordinador de las Casas Ahorcadas, el club de novela criminal de la Biblioteca Municipal de Cuenca y un maestro de la provocación y la generosidad lectora.
POR SERGIO VERA
En 2013, se conmemoró el décimo aniversario del fallecimiento de Manuel Vázquez Montalbán,
por todos conocido y reconocido padre de la novela negra española.
Menos consabido es que este “novísimo” fue también un precursor de la
postmodernidad durante el tardofranquismo, mezclando y remezclando toda
clase de textos sin más pretexto que la pura experimentación estética.
Un collage literario que años más tarde impregnaría la larga serie
Carvalho, que bajo el paraguas del género negro, guarecía multitud de
lenguajes, desde el político al gastronómico, pasando por el
publicitario y el de los medios de comunicación de masas, para crear un
polifónico fresco de la Barcelona del último cuarto del siglo XX.
Y este año, en que se cumplen cuarenta de Tatuaje, la primera aventura del detective privado más público de la novela criminal ibérica, David Llorente nos regala Te quiero porque me das de comer (Alrevés), el más difícil todavía, el más postmodernoir si cabe.
¿Por qué tan arriesgada afirmación? Porque por sus
kilométricos párrafos repletos de comas, se funden sin confundir
discursos de toda clase y condición, desde anuncios de coartadas para
infieles a manuales sobre asesinos en serie, de consejos para amantes de
hombres casados a aforismos de excusado, de noticias a entrevistas, de
previsiones meteorológicas a enumeraciones fisiológicas, y sobre todo
historias. Cientos de sórdidas microhistorias sobre un Carabanchel que
nada tiene que ver con el Lindo barrio de Elvira y Manolito.
Historias como la de Max Luminaria, el asesino de la
moneda, brillante doctor y no menos talentoso psicópata, o la de
Marcelo Saravia, su más ferviente seguidor, o la del detective Casimiro
Balcells, su desastrado perseguidor, o la de los desquiciados docentes
de un centro de secundaria que podría ser psiquiátrico, donde al menos
zumbado se le va la mano en sentido real o figurado. Decenas, centenares
de personajes con nombres y apellidos, acciones y depravaciones, un
auténtico tratado sobre la perversión humana, una oda al voyeurismo y la
iconoclastia literaria que deja a Chuck Palahniuk camino del convento
de clausura y se come con Nocilla a Agustín Fernández Mallo.
Una obra transgresora de título a contraportada, de
gramática a estructura, de principio a fin. Un libro de trescientas
páginas con el mimo y sintetismo de un microrrelato, una joya única e
inimitable, que demuestra que ni todas las novelas negras son iguales,
ni todo está inventado , no apta para todos los públicos. Sólo para
lectores. ¿Se atreven?
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