30.7.14

Once obras que se leen de una sentada

Novelas, títulos y  autores
La lectura amplia el marco de nuestra imaginación./queleer.com.ve
Crónica de una muerte anunciada  de Gabriel García Márquez.
Historia policíaca trufada de ese toque de realismo mágico marca de la casa, la trama de la novelita (por extensión solamente) del Nobel colombiano atrapa –a pesar de que el título es un spoiler en sí mismo– gracias a una audaz rompecabezas en el que la narración de los hechos avanza y retrocede de forma aparentemente caótica y ciertamente genial.

 El Perfume de Patrick Süskind
La historia de Jean-Baptiste Grenouille (nacido paria en la Francia del siglo XVIII pero con una capacidad olfativa prodigiosa) y su demencial búsqueda del olor definitivo  resulta un thriller apasionante, algo a priori sorprendente si se tiene en cuenta que en infinidad de pasajes no se habla de otra cosa que no sea eso, olores. Una ovación para el autor.

El misterio de la cripta embrujada de Eduardo Mendoza
La mezcla de novela negra, humor descacharrante, prosa pomposa y florida y costumbrismo casposo y cañí hacen de esta novela una lectura tan gozosa como absorbente. Dado el merecido éxito, Mendoza ha publicado otros tres títulos sobre las desventuras del majareta detective sin nombre, ‘El laberinto de las aceitunas’, ‘La aventura del tocador de señoras’ y ‘El enredo de la bolsa y la vida’.

 El viejo y el mar  de Ernest Hemingway
Sencillamente una de las mejores piezas de ficción jamás escritas. Puede que Papa Hem esté pasado de moda y en muchas ocasiones se comportase como un auténtico capullo, pero su estilo literario es único e inimitable: rudo pero suave, poderoso y a la vez romántico, nunca lo desplegó mejor que en esta historia de un hombre mayor empeñado en pescar un pez.


Rebelión en la granja de George Orwell
Fábula moderna en la que el autor de 1984 refleja las miserias del totalitarismo (inspirado en el modelo de la URSS y motivado por el desencanto de su experiencia en la Guerra Civil española). Escrita en tono de sátira y protagonizada por animales, la obra tiene tantos niveles de profundidad que su mensaje trasciende a adultos y niños, formando parte de numerosos programas de lectura infantil.

La carretera  de Cormac McCarthy
 El novelista americano es un maestro de las letras a la altura de los más grandes, algo que queda de manifiesto en esta apasionante y adictiva historia de un hombre y su hijo intentando sobrevivir en un mundo postapocalíptico. No hay diálogos ni giros efectistas sino monólogos interiores, horror, angustia, hambre y frío, mucho frío. Se lee de una sentada pero ese frío tarda en abandonarte muuuuucho tiempo.

Pantaleón y las visitadoras  de Mario Vargas Llosa
Una novela breve y humorística está condenada a ser una “obra menor” en la carrera de un grande como Vargas Llosa. Sin embargo, ‘Pantaleón y las visitadoras’ funciona como un descacharrante mecanismo de precisión. El novelista utiliza la remilgada jerga militar para relatar la quijotesca organización de un ejército de meretrices en la selva peruana por parte del concienzudo capitán Pantaleón Pantoja.

El niño con el pijama de rayas de John Boyne
Si el libro se lee de una sentada (y tanto: fue dos años seguidos el libro más vendido de España), su autor tardó poco más en parirlo (el escritor irlandés confesó que escribió entero el primer esbozo en dos días y medio y sin apenas dormir). Pese a todas estas prisas, y al protagonismo absoluto de los muchas veces espinosos niños, estamos ante un relato conmovedor, tratado desde una perspectiva diferente, de los horrores del Holocausto nazi.


Matadero 5  de Kurt Vonnegut
Ambientada durante la Segunda Guerra Mundial, esta obra popular y superventas es un alegato antibelicista disfrazado de novela de ciencia ficción en torno a los viajes en el tiempo. Vonnegut, que emplea metáforas, rasgos surrealistas y situaciones absurdas, aprovecha las desordenadas traslaciones temporales y espaciales para subrayar el estado mental del protagonista; con gran efectividad, por cierto.

Cartero  de Charles Bukovsky
 Prácticamente todos los libros de este escritor tardío, follador, bebedor y apostador empedernido, e involuntario héroe de la contracultura americana, se leen con celeridad. Su prosa sencilla descarnada y sus historias autobiográficas –aunque las protagonice su alter ego literario Henry Chinasky– de miseria cotidiana enganchan. Pero este en concreto, divertidísimo, ambientado en los años que pasó trabajando en el servicio postal de su país, se devora en un par de sabrosos bocados.


 Extraños en un tren  de  Patricia Highsmith
Qué menos que incluir en este listado algo del denostado –y bendito– género negro de consumo masivo (en el caso que nos atañe, bien merecido por cuestiones de calidad). Una novela apasionante, original, entretenidísima, con carga psicológica… de las que te atrapan para no soltarte hasta el final.

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