Mai Jia es uno de los escritores chinos que, tras los pasos de Mo Yan, vienen renovando la literatura de su país y logrando a la vez proyección internacional. Con una historia basada en la maldición que puede significar el árbol genealógico de una gran familia, El don combina dosis parejas de originalidad y tradición
Mai Jia, autor chino de El don. /pagina12.com.ar |
Uno de los
usos y costumbres chinos más notables en comparación con Occidente es
una especie de inversión que se da con respecto al nombre y apellido.
Salvo en casos extraordinarios –y sobre todo íntimos–, en China el
apellido se usa más frecuentemente que el nombre de pila, en tanto
brinda mucha más información acerca de una persona, de una identidad.
La costumbre tiene una clara correspondencia en el peso que le
asignan en ese país al árbol genealógico, las dinastías y ascendencias,
como si ningún individuo estuviera demasiado separado de sus raíces, de
su familia.
Las primeras cuarenta página de El don, ópera prima de Mai Jia, el
autor chino del momento que, desde hace algunos meses, viene presentando
la traducción de su libro en varios países de este lado del mundo,
incluyendo España y Argentina, se dedican a explicar el origen de su
protagonista, Rong Jinzhen. Para hacerlo recurre a una intrincada
sucesión de traiciones, milagros y desgracias, que a partir de una
estructura de cajas chinas, desemboca en su muy particular nacimiento.
Jinzhen es nieto de Rong Youying, una de las mentes más brillantes de la
familia Rong, apellido en cierta decadencia que, en sus años dorados,
tuvo mucho que ver con la fundación de una prestigiosa Universidad.
Youying perdió la vida al momento de dar a luz a un hijo que, para colmo
de males, se transformaría rápidamente en un estafador y asesino hasta
su trágica muerte, ocurrida a los veintidós años.
Ese hombre, apodado por propios y extraños “cabeza de asesino”, y
que constituye una verdadera mancha para la dinastía Rong, sedujo y
abandonó, durante su efímera vida, a innumerables mujeres, pero sólo
dejó embarazada a una que también moriría al dar luz a Rong Jinzhen, el
protagonista del libro, que se transforma así en el hijo bastardo de un
asesino.
Su origen plagado de vicisitudes y su comportamiento casi autista lo
obligan a romper, en cierta forma, con la regla del apellido y su vida
empieza, entonces, a correr al margen de la de su familia.
Novela con ciertos toques autobiográficos, El don es, sin lugar a
dudas, el último gran fenómeno de la literatura china. Luego de este
libro que le insumió nada menos que diez años de escritura, Mai Jia
escribió otras cuatro novelas que se enmarcan también en el género de
espionaje. Casi todas tuvieron igual impacto en la crítica y en las
ventas, a tal punto que, además de haber arrasado con los más
importantes premios de su país, Mai Jia lleva vendidos más de cinco
millones de ejemplares.
Educado por el señor Auslander, un extranjero de pocos recursos en
el contexto de la China de los años veinte, el niño Rong Jinzhen
demuestra parecerse más a su abuela que a su padre biológico. No sólo
por algún aire físico sino, sobre todo, por su extraordinario talento
para las matemáticas que pone, por primera vez en práctica, con el
objeto de cumplirle a su querido padre adoptivo un deseo póstumo:
dejarle en su tumba una flor por cada día vivido.
Y es, precisamente, su inteligencia lo que devolverá a Rong Jinzhen
al ámbito de su familia, al cuidado de un tío que se encargará, sobre
todo, de encauzar su educación para no desperdiciar tanto talento. El
precoz ingreso del joven a la Universidad repercute también en su
espíritu misántropo y agrava su extraña tendencia a solucionar los
conflictos por el camino más difícil.
La carrera académica de Jinzhen, sin embargo, se desarrolla de
manera tan veloz como impecable: primero en el ámbito de las matemáticas
ya que la profundidad de su tesis se compara con “el quiebre de una
gruesa barra de hierro para conseguir la figura de una flor” y luego con
sus aportes al campo de la inteligencia artificial.
Cuando Jinzhen empieza a perfilarse, entonces, como una de las
mentes más promisorias de su país es reclutado por un misterioso miembro
del departamento de criptografía del servicio secreto chino.
Maniatado por la rígida estructura de ese sistema de claves, códigos
y armas, Jinzhen encarnará muy pronto la paradoja de volverse el más
célebre descifrador de los códigos secretos, a fuerza de hacer
transpirar al máximo su cerebro y, quizá, de quedar al acecho tanto de
países enemigos como de su propia locura: “La criptografía consiste en
el esfuerzo de un genio por descubrir lo que ha ideado otro genio, con
resultados devastadores”.
A partir de entrevistas con maestros, colegas y con su propia
esposa, además de la inclusión en el libro de su enigmática libreta de
apuntes, un periodista se obsesiona con la vida de este hombre que casi
se termina confundiendo con los códigos que intenta descifrar.
El don. Mai Jia Destino 477 páginas
El también célebre y enigmático escritor chino Mai Jia cuenta que
sus máximas referencias literarias son Gabriel García Márquez y Jorge
Luis Borges. Su primera novela es, en definitiva, una extraña cruza de
El código Da Vinci con Sorgo rojo de Mo Yan –último Premio Nobel chino
al que Mai Jia considera “el mejor escritor de su país”–, lo cual quizás
explique su condición de bestseller prestigioso.
Pero más allá de las comparaciones, El don, que está por concluir la
primera vuelta al mundo, es tan inclasificable como adictiva. Y si bien
sus casi quinientas páginas de extensión pueden resultar, por momentos,
algo redundantes, constituye otro loable puente entre literaturas.
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