Queda pendiente un libro, maquetado desde hace años, con sus cartas con Pla. Una literatura entre el mito de Andratx y el esperpento de la Catalunya actual
Baltasar Porcel./ José María Alguersuari./lavanguardia.com |
En el mundo literario de Baltasar Porcel, sus muertos
no están muertos del todo y a veces siguen más vivos que los que parecen
vivos, como aquel guerrero de Ariosto que estaba tan absorto en el
combate que no sabía que una lanza le había atravesado ya el corazón.
Cinco años son aún pocos para que los muchos enemigos que cosechó el
talante orgulloso de Porcel y su compromiso con el pujolismo olviden
rencores personales o rivalidades ideológicas, y también es pronto para
que sus muchos amigos calibren su obra sin dejarse llevar por el
entusiasmo. Lo importante es su literatura, leerla o releerla sin
prejuicios, y entender la complejidad del hombre. El crítico Julià
Guillamon, que prepara una exposición sobre el autor, cree que "en estos
cinco años han pasado muchas cosas que hacen que el pujolismo -él fue
el retratista del pujolismo- o el tripartito parezcan ya muy lejanos. Es
tiempo propicio para leer con una nueva mirada la obra de Porcel. Por
ejemplo, sus inicios periodísticos. Él se fue muy joven a Oriente Medio,
a la Guerra de los Seis Días, con Toni Catany, y al final, escribió un
reportaje sobre el hundimiento del Carmel. De Porcel quedarán cinco o
seis novelas magníficas, entre las que han de estar Solnegre, Cavalls cap a la fosca, La primavera i la tardor, El cor del senglar, y se tendría que revalorar el folletín que escribió para La Vanguardia, El divorci de Berta Barca".
De Porcel se ha dicho que más que pujolista era porcelista. "Mi plan de vida lo tengo estudiado hasta en los mínimos detalles", escribía en una carta muy joven. Y después, en una entrevista del 2001, decía: "Toda mi vida ha sido una lucha llena de orgullo para vender lo que soy". En otra entrevista, confiesa que le atrae el poder, al mismo tiempo que le repele, "incluso -dice- cuando lo ejerzo yo". La contrapartida, para un feroz individualista, un Ulises que se siente solo en alta mar, es que no le gusta el mundo al que ha de venderse. Entre el mundo mítico de Andratx sepultado por el cataclismo urbanizador del turismo masivo y la ruindad urbana de las imposturas sociales y políticas, la corrupción y el canibalismo cainita, levanta una arquitectura literaria desigual entre el mito y el esperpento, teñido con toques existenciales y poéticos. La risa grotesca de Nietzsche y de Valle-Inclán, pero también del Nocturn de primavera de Josep Pla. Para un escritor escéptico que se ha acercado como pocos escritores catalanes a los abismos del mal, un autor que se sentía un poco Fausto, otro poco Ulises y otro Conde de Montecristo, su apuesta de salvación fue por el Gran Arte. Las arterias que regeneraban la literatura catalana estaban bombeadas por la potencia de una lengua desbordante, con un léxico que pone en evidencia la anemia de la lengua literaria de la novela catalana limitada a las mismas 300 palabras, aunque no la sostenga siempre un andamiaje narrativo de igual potencia.
Julià Guillamon dice que el mundo rural de Andratx está presente en todas las obras de Porcel. Un mundo payés, salvaje a veces, en el que bajo la capa del catolicismo hierven creencias paganas, historias de demonios y muertos, leyendas orales de contrabandistas y aventureros en Cuba. Un pueblo arrinconado ante el espectáculo de un mar inmensamente azul como si fuera una pantalla en la que proyectar sueños de viajes, otras vidas. En su formación y ascensión social, de Cela debió de aprender estrategias de poder literario y cierta afinidad con sus pasajes de realismo truculento. De Llorenç Villalonga, un esteticismo volteriano. Salió de Mallorca de la mano de una escritora hoy olvidada, Concha Alós, y llegó a Pla, antes de buscar la complicidad de Jordi Pujol, aunque según sus íntimos quedara defraudado por el desdén que los políticos demostraron ante la cultura.
A los cinco años de su muerte, la familia ha donado sus fondos documentales al Arxiu Nacional de Sant Cugat y ya se ha aprobado por unanimidad la creación de un Espai Baltasar Porcel en Andratx. En lo literario, quedan algunos títulos descatalogados, como Els difunts sota els ametllers en flor, que La Vanguardia distribuyó en formato facsímil recientemente, y, entre otros, Els argonautes. Queda pendiente de publicación el libro sobre Pla que llevaba años preparando. Entre otros materiales, recoge las entrevistas -inéditas- que Porcel hizo a Josep Pla cuando este no sin vanidosa malicia le encargó que escribiera su biografía. También se incluyen los textos que escribieron uno sobre el otro de uno y la correspondencia que mantuvieron entre ellos, de la que este diario publica una carta (ver recuadro) sobre los inicios de Porcel en Destino, revista que acabaría dirigiendo en los 70 y que le valió una disputa -Porcel venía entonces del anarquismo, el hippismo, la contracultura y el mayo del 68- sobre la revolución de los claveles en Portugal (Pla llegó a soñar con los tanques portugueses apostados en plaza Catalunya).
De Porcel se ha dicho que más que pujolista era porcelista. "Mi plan de vida lo tengo estudiado hasta en los mínimos detalles", escribía en una carta muy joven. Y después, en una entrevista del 2001, decía: "Toda mi vida ha sido una lucha llena de orgullo para vender lo que soy". En otra entrevista, confiesa que le atrae el poder, al mismo tiempo que le repele, "incluso -dice- cuando lo ejerzo yo". La contrapartida, para un feroz individualista, un Ulises que se siente solo en alta mar, es que no le gusta el mundo al que ha de venderse. Entre el mundo mítico de Andratx sepultado por el cataclismo urbanizador del turismo masivo y la ruindad urbana de las imposturas sociales y políticas, la corrupción y el canibalismo cainita, levanta una arquitectura literaria desigual entre el mito y el esperpento, teñido con toques existenciales y poéticos. La risa grotesca de Nietzsche y de Valle-Inclán, pero también del Nocturn de primavera de Josep Pla. Para un escritor escéptico que se ha acercado como pocos escritores catalanes a los abismos del mal, un autor que se sentía un poco Fausto, otro poco Ulises y otro Conde de Montecristo, su apuesta de salvación fue por el Gran Arte. Las arterias que regeneraban la literatura catalana estaban bombeadas por la potencia de una lengua desbordante, con un léxico que pone en evidencia la anemia de la lengua literaria de la novela catalana limitada a las mismas 300 palabras, aunque no la sostenga siempre un andamiaje narrativo de igual potencia.
Julià Guillamon dice que el mundo rural de Andratx está presente en todas las obras de Porcel. Un mundo payés, salvaje a veces, en el que bajo la capa del catolicismo hierven creencias paganas, historias de demonios y muertos, leyendas orales de contrabandistas y aventureros en Cuba. Un pueblo arrinconado ante el espectáculo de un mar inmensamente azul como si fuera una pantalla en la que proyectar sueños de viajes, otras vidas. En su formación y ascensión social, de Cela debió de aprender estrategias de poder literario y cierta afinidad con sus pasajes de realismo truculento. De Llorenç Villalonga, un esteticismo volteriano. Salió de Mallorca de la mano de una escritora hoy olvidada, Concha Alós, y llegó a Pla, antes de buscar la complicidad de Jordi Pujol, aunque según sus íntimos quedara defraudado por el desdén que los políticos demostraron ante la cultura.
A los cinco años de su muerte, la familia ha donado sus fondos documentales al Arxiu Nacional de Sant Cugat y ya se ha aprobado por unanimidad la creación de un Espai Baltasar Porcel en Andratx. En lo literario, quedan algunos títulos descatalogados, como Els difunts sota els ametllers en flor, que La Vanguardia distribuyó en formato facsímil recientemente, y, entre otros, Els argonautes. Queda pendiente de publicación el libro sobre Pla que llevaba años preparando. Entre otros materiales, recoge las entrevistas -inéditas- que Porcel hizo a Josep Pla cuando este no sin vanidosa malicia le encargó que escribiera su biografía. También se incluyen los textos que escribieron uno sobre el otro de uno y la correspondencia que mantuvieron entre ellos, de la que este diario publica una carta (ver recuadro) sobre los inicios de Porcel en Destino, revista que acabaría dirigiendo en los 70 y que le valió una disputa -Porcel venía entonces del anarquismo, el hippismo, la contracultura y el mayo del 68- sobre la revolución de los claveles en Portugal (Pla llegó a soñar con los tanques portugueses apostados en plaza Catalunya).
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