11.7.14

El hombre del poncho cumple medio siglo

 Por un puñado de dólares  fue el western que cambió la historia del género de la mano de Sergio Leone, un creador popular
El actor Clint Eastwood en un fotograma de Por un puñado de dólares./elpais.com


En 1964 un cine de Florencia y en pleno mes de agosto acoge las primeras sesiones de la película Por un puñado de dólares de Sergio Leone. Contra todo pronóstico el filme, un wéstern de serie B inspirado ni más ni menos en El mercenario de Akira Kurosawa -en el recuerdo otro wéstern, Los siete magníficos también basado en el creador japonés- se transforma en un sleeper, uno de esos inesperados bombazos de taquilla. Todo para una producción destinada en un principio a servir de relleno cinematográfico, firmada con seudónimo y capital italiano, español y alemán.

 A finales de ese mismo año de 1964 Por un puñado de dólares –en el último momento ha cambiado su título original Il magnifico straniero- se ha convertido en un fenómeno cinematográfico y social. Como señala el corresponsal de la revista Variety la película destaca "por su vigor jamesbondiano y un enfoque irónico para captar a un público tanto sofisticado como medio". El wéstern europeo o espagueti-wéstern, termino todavía sin acuñar, se preparaba para la conquista de las pantallas del mundo

Cincuenta años después los wésterns de Sergio Leone y de algunos de sus más honorables contemporáneos, Sergio Sollima, Sergio Corbucci, Damiano Damiani, han conseguido hacerse un lugar en la historia del cine. Y hasta con la categoría de clásicos reservada hasta aquel momento para directores como John Ford, Anthony Mann u Howard Hawks.

Recibidos con división de opiniones por la crítica, donde abundan las invectivas por su culto a la fealdad y los aspectos más sórdidos del género, contarán sin embargo desde el principio con el aplauso entusiasta del público. Esta apoteosis de fealdad estética y violencia ética poblada de héroes sin afeitar y faltos de escrúpulos encuentra de inmediato una audiencia que se deja seducir por esa “ópera de sensualidad, violencia y muerte, muy latina” como escribe el crítico francés Gilles Gressard en su estudio sobre el cineasta.

Para unos, Leone, es el hombre que ha sabido resucitar, y de paso, darle un baño desmitificador a un género como el wéstern que vivía sus horas crepusculares. Para otros, por el contrario, es el creador que le acabará dando su certificado de defunción. Pero nadie, medio siglo después, le discute haber creado un estilo, mas allá del uso del zoom y de esos primeros planos exasperantes, de esos alargamientos extenuantes y de esa fetichización del gesto que caracterizan su cine. Un estilo que sería imitado hasta la sociedad, empezando por los propios directores americanos, Siegel, Hathaway, y que ha llegado hasta nuestros días de la mano tributaria de creadores tan indomables como Quentin Tarantino.

Por un puñado de dólares señala el nacimiento de Almería como paisaje plástico del mito del Oeste. Aunque rodada en parte en Hoyo de Manzanares, en el poblado que ha servido para los wésterns pioneros de Joaquín Romero Marchent, los paisajes almerienses acompañaran a partir de ahora la épica cinematográfica del director italiano. Otro componente indisoluble del género, será la música de Ennio Morricone en esa convergencia victoriosa entre música, sonido e imágenes. Morricone convertía la banda sonora en protagonista absoluta. Y un tercer elemento en la figura de Clint Eastwood, un actor de series de televisión que acabará poniéndole cara y ojos a todo un género y un estilo en su papel de El forastero. Su poncho mexicano, “barba de diseño” y cigarro en la boca se convertirá en uno de los iconos más imitados de la historia del cine.

Cincuenta años después quizás ha llegado el momento de olvidar esa etiqueta un tanto ridícula y hasta calumniosa de espagueti wéstern.

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