El premiado escritor califica al Gobierno del expresidente como el más corrupto de la historia reciente
Juan Gabriel Vásquez y Álvaro Uribe Vélez./semana.com |
Juan Gabriel Vásquez, uno de los escritores colombianos más exitoso de la actualidad, calificó al gobierno del expresidente Álvaro Uribe Vélez como “el más corrupto de la historia reciente”. Su dura valoración fue hecha en una reciente columna publicada en el diario El País de Madrid. El autor de Los Informantes, Historia secreta de Costaguana y El ruido de las cosas al caer, entre otras obras, se muestra sorprendido porque a pesar de todos los escándalos, Uribe sea “uno de los grandes fenómenos de la política colombiana”.
Vásquez,
ganador del Premio Alfaguara 2011, escribió en el diario español una
nota titulada: “El país que imaginamos y temimos”. En ella afirma que
hace “unas semanas, cuando el presidente Juan Manuel Santos fue
reelegido, una opinión casi unánime se instaló entre los colombianos:
los votos decisivos no los habían puesto quienes lo querían a él de
presidente, sino quienes no querían al otro. En otras palabras, una
parte considerable y definitiva de quienes eligieron a Santos no votaron
por él, sino contra Álvaro Uribe: el expresidente que lideró el
Gobierno más corrupto de la historia reciente, y que en estas elecciones
pasadas, como un reyezuelo depuesto, creó un candidato-títere que
manejó a su antojo y mediante el cual quiso mantenerse en el poder”.
Y
dice que “la popularidad de Uribe ha sido uno de los grandes fenómenos
de la política colombiana, y por eso no dejó de sorprender a muchos la
derrota de su títere. ¿Por qué perdió? ¿Contra qué votaron los que lo
hicieron por Santos? Yo creo que practicaron algo parecido a la
ciencia-ficción: imaginar el país si el uribismo llegara de nuevo al
poder”.
A juicio de Vásquez, los colombianos
previeron cuál sería el país en caso de que Uribe hubiera ganado las
elecciones. “Imaginaron un país donde todos podemos ser víctimas de
espionaje o interceptaciones ilegales. Ha sido una práctica corriente
del uribismo, durante cuyo Gobierno los organismos de inteligencia
intervinieron constantemente los teléfonos de los periodistas de la
oposición y, en casos sonados, de los magistrados de la Corte Suprema de
Justicia. Por no perder la costumbre, el candidato uribista de estas
elecciones fue sorprendido en reuniones con un hacker profesional que se
dedicaba a intervenir las comunicaciones del presidente de la República
y de los negociadores presentes en La Habana. Su objetivo, por
supuesto, era sabotear los diálogos de paz entre el Gobierno y la
guerrilla de las Farc con campañas de calumnias, desinformación y
mentiras. Eso habrán imaginado los votantes: un país cuyos organismos de
inteligencia se comportarían, en la práctica, como los de un Estado
totalitario”.
Asimismo, dice el laureado
escritor, considera que los ciudadanos “imaginaron un país donde la
separación entre Iglesia y Estado se ha esfumado como por arte de magia.
El uribismo nunca ha ocultado la profunda antipatía que le causa el
Estado laico. Tras la primera vuelta de las elecciones, en la cual su
candidato logró una victoria temporal frente a Santos, una diputada
lanzó un trino que pasará a la historia tanto por su retórica macartista
como por sus problemas de redacción y ortografía: “Agradecemos a Dios
todopoderoso, al pueblo colombiano y al expresidente Uribe por no dejar
caer la patria en manos del comunismo ateo. Amén”. Por supuesto, esta
fue la misma diputada que se alegró tras la muerte de García Márquez,
diciendo que pronto él y Fidel Castro estarían en el infierno”.
Y,
finalmente, sentencia imaginaron “a un presidente cuyo primer acto
oficial es patear la mesa de negociaciones de La Habana. Los diálogos de
paz han sido el enemigo número uno de Uribe, y su candidato-títere,
obedientemente, prometió acabar con ellos tan pronto llegara al poder.
(En el momento más bajo de su campaña, en un incomprensible ataque de
personalidad, cambió brevemente de opinión: dijo que los continuaría.
Pero sólo consiguió indignar a los propios y hacer que los ajenos
desconfiaran aún más de su carácter)”.
Vásquez
agrega que “esos votantes imaginaron un país que tira por la borda la
oportunidad histórica de acabar con 50 años de guerra: un país que no
tiene ni la madurez, ni la generosidad, ni el buen juicio de dar una
oportunidad a la paz”. Por lo que “imagino que eso habrán imaginado.
Imagino que habrán tenido miedo”. De ahí, que mejor hayan votado por
Santos.
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