19.9.13

Un tesoro (casi) perdido

Una de las más antiguas bibliotecas de Latinoamérica agoniza y la comunidad de franciscanos la sostiene con donaciones ante la indiferencia del gobierno peruano. Hongos, ácaros y polillas destruyen sus libros. Una historia plagada de bichos literarios

El número exacto de los volúmenes es de 25.107, incluyendo los libros incunables y las revistas. /Jeremy McDermott./elespectador.com
No hay excursión turística que llegue a Lima y no pase por el conjunto monumental San Francisco. Su iglesia, el museo de las catacumbas y la biblioteca son el destino de quienes buscan conocer la riqueza histórica de Perú.
En la esquina de las calles Jirones, Ancash y Lampa, dos agentes de policía recostados en una tanqueta vigilan el ingreso a la Plazuela San Francisco. Hojean un tabloide mientras desfilan decenas de turistas y niños uniformados, procedentes de las escuelas de la capital peruana. Cansados de hacer fila, los estudiantes descubren una travesura: cuando gritan al unísono “¡Ooooh!”, centenares de palomas que anidan en el templo de San Francisco emprenden vuelos circulares sobre el atrio.
Un zaguán con azulejos sevillanos adornan la galería donde los visitantes aguardan su turno de ingreso, rodeados por óleos de gran formato de los siglos XVII y XVIII.
La biblioteca del complejo San Francisco es un amplio salón rectangular, ubicado en un segundo piso: así solían ser construidos los salones de lectura, para aprovechar la luz cenital (son cinco ventanas y cuatro claraboyas enrejadas). La entrada a la biblioteca es restringida. Desde los listones que evitan el paso se aprecian cinco mesas, un escritorio de pie, varios atriles y miles de libros.
Con un permiso especial logro traspasar el listón restrictivo. El penetrante olor del polvo represado se convierte en un suplicio para mi alergia. Aunque traigo guantes en el bolsillo, apenas puedo tocar los libros: el vigilante me observa permanentemente.
En la parte posterior hay una puerta con vitrales: es una oficina oscura. El encargado se niega a abrirla, dice que es un depósito.
Un ratón de biblioteca poco encontraría para roer… tendría que disputarse el sustento con todo tipo de bichos literarios. Al observar el estado del contenido de la biblioteca surgen diversos interrogantes… y pocas respuestas.
En Latinoamérica sobreviven algunas bibliotecas de los días de la Conquista y la Colonia. Además de San Francisco de Lima, podríamos citar la Palafoxina, en Puebla (México), inaugurada en 1646. Asimismo está la colección de 20.000 volúmenes que alguna vez perteneció a la Universidad de San Gregorio, abierta en 1792 y que en la actualidad forma parte de la Biblioteca Pública de Quito.
La biblioteca de San Francisco alberga libros que fueron traídos de Europa por comisiones franciscanas desde antes de la fundación del convento, en 1546.
Desde hace seis años, Fray Ernesto Chambi (F. E. Ch), dirige el conjunto monumental, por lo tanto, es el responsable de la antigua biblioteca y el Archivo.
Luis Jaime Castillo Butters, viceministro de Patrimonio Cultural e Industrias Culturales del Perú, explica que la biblioteca es gestionada por una entidad privada: la orden franciscana. En ese sentido, el Ministerio, a través de la Biblioteca Nacional de Perú, sólo gestiona las bibliotecas públicas.
Asimismo, comenta que dicha cartera no le ha otorgado título alguno a este bien patrimonial de la cultura latinoamericana; pero “no se descarta que en el futuro pueda otorgarse”.
Según el viceministro: “La biblioteca tiene titularidad privada y, lamentablemente, en Perú no es posible por el tema legislativo otorgar recursos públicos a los privados para que gestionen este patrimonio”.
En 1988, el Convento de San Francisco fue declarado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. Algunas noches el patio central del bellísimo convento se convierte en teatro: recientemente una compañía artística presentó la ópera Romeo y Julieta.
A pesar de los precarios cuidados, la Biblioteca de San Francisco sobrevive. No todos sus tesoros están perdidos… todavía.
Nadie puede ingresar a la biblioteca ni leer sus libros. ¿Cuál es su propósito?
(F. E. Ch).: La queremos presentar como un elemento vivo de servicio a la sociedad, el arte, la cultura y la historia, pero también con una visión evangélica como lo proponen las consignas del Vaticano. Los museos conventuales tienen la misión de no sólo ser objetos que se observan, sino que sean un acicate para producir mayor efecto en las almas: que se sepa que, en los albores de 1532, los misioneros vinieron a Perú. Fueron los franciscanos y los dominicos quienes llegaron con Pizarro.
¿Con qué tipo de fondos mantienen la biblioteca?
Siempre ha sido mantenida por los franciscanos, con ayudas esporádicas de benefactores. Para el mantenimiento del Archivo se han pedido ayudas a grandes fundaciones, por ejemplo a la Universidad de Harvard. Presentamos los proyectos para mantener al día el orden bibliográfico, sobre todo los códices y los documentos más valiosos. La biblioteca y el Archivo histórico son uno de los pilares importantes no sólo de la cultura del Perú, sino de Latinoamérica.
¿Está catalogada?
En gran parte. El número exacto de los volúmenes es de 25.107, incluyendo los libros incunables y las revistas. Pero cada año las bibliotecas se van incrementando con libros, intercambios con otras bibliotecas y universidades. Muchos creen que los conventos de los agustinos, mercedarios, dominicos, carmelitas o jesuitas sólo tienen material de formación religiosa: aparte de los tratados de teología y filosofía, de la apologética, de estas ciencias que involucran el espíritu religioso y eclesiástico, hay libros de historia valiosísimos. Libros traídos de Europa, escritos en latín y griego. Hay pergaminos.
Y los libros corales…
Hay libros de gran tamaño, de uso exclusivo para las obras litúrgicas que se cantaban en el coro de la iglesia. Son los libros corales: cada una de sus hojas significa el sacrificio de un cordero. Están en canto gregoriano, están forrados con madera y con pergamino, la primera nota es dibujada muy artísticamente.
¿Han desechado libros?
Sí, en honor a la verdad, porque son pasto para los ácaros. Los xilófagos, incluso. Es penoso decirlo. Esos libros quedan en la lista del recuerdo porque son irrescatables. Son como leña.
¿Los botan, los queman?
Normalmente se queman porque los xilófagos y los ácaros siempre dejan huevitos.
¿Cuáles son los “pacientes” más graves de esta biblioteca?
Muchos libros de formato pequeño, que parecería que no tienen valor, pero son muy valiosos. Contamos con libros únicos: hay una primera edición, valiosísima, del Diccionario de la Real Academia Española; tenemos los incunables (para la situación de Perú, finales del siglo XVI y principios del siglo XVII), los libros corales; un atlas francés de gran formato. Y libros en latín, relacionados con la formación eclesiástica. Hay otros que, aparentemente, el común del pueblo no les daría importancia: los sermones, el vocabulario que utilizaban antes no sólo era fluido, sino con un manejo único de las figuras retóricas. Hay documentos reales, de los virreyes de Perú, pontificios, bulas papales.

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