15.9.13

El cuento del domingo


Stanislaw Lem
Los tres electroguerreros
Erase una vez un inventor que continuamente ideaba y construía extraordinarios aparatos. Construyó una máquina pequeñísima que cantaba maravillosamente y a la que dio el nombre de pajarolezna. Se hizo un sello con un corazón y ponía esta marca a cada átomo que salía de sus manos, que luego para asombro de los sabios que en sus análisis espectrales atómicos descubrieron aquel reluciente corazoncito.
Este gran inventor construyó muchas máquinas muy útiles, grandes y pequeñas, y hasta se le ocurrió la idea realmente insólita de asociar en una sola cosa la muerte y la vida para así conseguir lo inalcanzable. Decidió crear unos seres racionales a partir del agua, pero nada de espantosos cuerpos blandos y húmedos. Lo que deseaba era crear con el agua unos seres realmente hermosos e inteligentes, es decir, cristalinos.
Buscó un planeta, muy alejado de todos los soles, de cuyo helado océano extrajo unos enormes bloques de hielo con los cuales esculpió a los Criónidas, los nuevos seres por él imaginados.
Pero estos seres solamente podían existir en el frío más espantoso y en el vacío sin sol. Los Criónidas no tardaron en edificar ciudades y palacios de hielo, pero el más mínimo calor representaba su perdición, de manera que se las arreglaron para atrapar las auroras boreales, meterlas en unos utensilios transparentes e iluminar con ellas sus viviendas. Cuanto más poderosos eran los Criónidas, tenían más auroras boreales amarillas y plateadas, y vivían muy felices con sus luces y sus famosas joyas, extraídas de los gases congelados. Adornaban con sus vivos colores su noche eterna en la que, al igual que espíritus - cautivos, aquellas joyas resplandecían bajo la tenue luz de las auroras boreales como mágicas nebulosas en bloques de cristal.
Muchos del cosmos codiciaban aquel tesoro, pues Crionia podía divisarse desde una distancia enorme, centelleante como una joya girando lentamente sobre un oscuro terciopelo.
Así que varios aventureros llegaron a Crionia para probar fortuna. El primero fue el electroguerrero Cupricio. Comenzó a caminar y sus pasos resonaban sobre el hielo como campanadas, pero al instante el hielo se derritió bajo sus plantas, cayó al océano glacial y las olas se lo tragaron. Y desde entonces sigue Cupricio en el fondo de los mares de Crionia, encerrado como un gusano de seda en su capullo, en su tumba de hielo.
Sin embargo, el fracaso de Cupricio no desanimó a otros osados conquistadores. Tras él llegó a Crionia el electroguerrero Ferricio. Se llenó de helio líquido, que borboteaba dentro de su cuerpo de acero, y la escarcha, al formarse sobre su armadura, lo hacía parecer un enorme copo de nieve. Pero al volar sobre la superficie del planeta, se inflamó debido al rozamiento con la capa atmosférica, el helio líquido se evaporó y se le escapó del cuerpo y Ferricio, reluciente como una flecha al rojo, cayó sobre las rocas heladas, que se abrieron de pronto. Salió de allí en medio de nubes de vapor, como de un géiser hirviente; pero todo cuanto tocaba se convertía en una nube blanca de la que caía la nieve. Así que, se sentó y esperó hasta enfriarse y tan pronto como los copos de nieve dejaron de derretirse sobre los guardabrazos de su armadura, quiso levantarse y lanzarse al combate, pero la grasa de sus articulaciones se había endurecido y no podía ni siquiera enderezarse. Así quedó Ferricio hasta nuestros días y la nieve lo ha convertido en un monte blanco del que sólo asoma la aguda punta de su yelmo. El monte se llama desde entonces Monte de Ferricio.
El tercero de los electroguerreros, Cuarciano, se enteró del destino de los otros dos. De día se parecía Cuarciano a una lente pulida, mientras que de noche semejaba el reflejo de una estrella. Este atrevido conquistador no temía que el aceite que lubrificaba sus miembros se helara, puesto que no tenía, ni que el hielo se rompiera bajo sus plantas, ya que podía permanecer tan frío como quisiera. Solamente debía evitar una cosa: pensar frenéticamente, pues ello recalentaba su cerebro de cuarzo y podía ser su perdición. Sin embargo, decidió intentarlo, seguro de salvar la vida y triunfar de los Criónidas.
Voló hasta el planeta a través de la eterna noche helada de las galaxias, mientras los meteoros metálicos que durante su vuelo rozaban su pecho estallaban en pedazos, sonando como el vidrio. Llegó por fin sobre las blancas nieves de Crionia, bajo su velo negrísimo.
Cuarciano reflexionó sobre lo que iba a hacer pero la nieve empezó a derretirse a su alrededor.
- ¡Vaya, vaya - dijo para sí Cuarciano -, esto no me gusta! Bien, con tal de no pensar, todo irá bien.
Y el electroguerrero decidió repetir esa frase Por si acaso, puesto que no requería ningún esfuerzo mental, y, gracias a ello, no se recalentaría su cerebro. Cuarciano empezó a marchar por el desierto nevado, sin pensar en nada para conservarse totalmente frío. Caminó largo rato hasta llegar a las murallas de hielo de Frigidia, la capital de los Criónidas. Sin pensárselo dos veces, se lanzó de cabeza contra las blancas almenas, hasta que la gente escondida se mostró, pero sin resultado.
- Probemos de otra manera - dijo para sí el electroguerrero, y pensó cuánto eran dos por dos. Tan pronto como se le ocurrió esta idea, su cabeza se calentó un poquito y peor segunda vez embistió como un ariete contra las murallas refulgentes, pero así tampoco logró nada.
- No basta - se dijo Cuarciano -. Probemos con algo más difícil. ¿Cuánto son tres por tres?
Esta vez su cabeza se rodeó de una nube de chispas y con el calor de tan intenso pensamiento, la nieve se derritió en el acto. De manera que Cuarciano retrocedió para coger carrerilla, y se lanzó contra la muralla con tal fuerza que la traspasó, y tras ella dos palacios y tres casas de los grafistas helados; fue a caer sobre unas grandes escalinatas, agarrándose a la baranda de carámbanos, pero los peldaños parecían una pista de patinaje. Se incorporó rápidamente, pues a su alrededor todo estaba derritiéndose y - corría el riesgo de rodar hacia el fondo y hundirse en el abismo glacial, donde quedaría congelado por los siglos de los siglos.
«¡Calma, calma! Con tal de no pensar, todo saldrá bien - pensó el electroguerrero -.
Dejaremos que las cosas se enfríen.»
Salió del túnel de hielo que se había abierto bajo su calor y se encontró en medio de una gran plaza, profusamente iluminada por auroras boreales, que parpadeaban con su luz esmeralda y plateada en lo alto de unas columnas de cristal.
Le salió al encuentro, centelleante como una estrella, un gigantesco caballero, llamado
Bóreo, jefe de los Criónidas. Cuarciano, sin inmutarse, se lanzó al ataque, imitado por su adversario. Se oyó un estruendo espantoso, como cuando dos icebergs chocan en el Mar del Norte. La refulgente diestra de Bóreo rodó por el suelo, separada del tronco; pero no se amilanó éste; valientemente, siguió peleando y se volvió, presentando su pecho, tan ancho. como un auténtico iceberg a enemigo. Este volvió a tomar carrerilla y nuevamente embistió como un ariete.
El cuarzo era mucho más duro y compacto que el hielo, de manera que Bóreo se desmoronó estrepitosamente, como un alud rodando por las rocas, y pulverizado, quedó tendido bajo la luz de las auroras boreales.
- ¡Victoria! - gritó Cuarciano, y despojó a su enemigo de sus maravillosas joyas: anillos incrustrados de hidrógeno, broches refulgentes, parecidos a los diamantes, pero tallados en tres gases nobles: argón, criptón y xenón. Pero ante aquellas joyas tan hermosas se inflamó de emoción y los brillantes, con un silbido, se le evaporaron entre los dedos, hasta que nada le quedó, salvo unas gotas de rocío, que a su vez muy pronto se volatizaron.
- ¡Vaya! Está visto que tampoco hay que emocionarse. ¡Bueno, con tal de no calentarse la cabeza, todo saldrá bien!
El electroguerrero siguió adelante por el terreno conquistado. De pronto divisó a lo lejos una forma enorme. Era el general - mineral Albucio, cuyo ancho pecho estaba cubierto de varias hileras de condecoraciones parecidas a carámbanos, atravesadas por la glacial faja de la Gran Estrella de la Escarcha. El general, guardián de los tesoros reales, cerró el paso a Cuarciano, que se lanzó a su encuentro como un huracán, y los dos adversarios chocaron con estruendo de témpanos. Acudió en ayuda de Albucio el príncipe Asteroido, que gobernaba el país del hielo negro.
Cuarciano no podía con este nuevo enemigo, pues el príncipe llevaba una costosa armadura nitrogenada templada en helio, y de ella salía tanto hielo que el ímpetu de Cuarciano se debilitó y las auroras boreales palidecieron al reinar..por doquier el cero absoluto.
Cuarciano se detuvo, pensando: «¡Socorro! ¿Qué pasa?»
A causa de su asombro, se le recalentó el cerebro, con lo que el cero absoluto dejó de existir al calentarse la atmósfera y el electroguerrero cómo el príncipe Asteroido empezaba a  esmoronarse, en medio de un gran fragor, hasta que en el campo de batalla sólo quedó un monde hielo negro del que el agua manaba como lágrimas.
«¡Bravo! - pensó Cuarciano -. Con tal de calentarse la cabeza solamente en caso de apuro, todo saldrá bien; mío es el triunfo...»
Y siguió adelante; sus pasos sonaban como si, un gigantesco martillo golpeara el hielo cristalino; pisaba fuerte por las calles de Frigidia, y sus habitantes, angustiados, espiaban sus movimientos desde las ventanas bajo los níveos aleros. Iba Cuarciano volando por la Vía Láctea como un enfurecido meteoro cuando, de pronto, divisó a lo lejos una pequeña figura solitaria. Era la de Barión, el sabio más grande de Crionia, por todos conocido con el nombre de Hielodio.
Cuarciano se lanzó como un rayo para aplastarle. de un golpe, pero el otro se limitó a dar un paso de lado y sin inmutarse no hizo más que un signo con dos dedos levantados hacia su enemigo. Este, sin hacer caso de aquel signo que no entendía, se volvió y arremetió con más furia su adversario; pero nuevamente Hielodio se apartó, evitando el golpe del electroguerrero y rápidamente le hizo otra seña con un solo dedo levantado.
Cuarciano se extrañó un poco esta vez, disminuyó su empuje, pero volvió a lanzarse al tiempo que reflexionaba sobre aquella aparición tan rara; al calentarse la cabeza, el agua comenzó a chorrear de los edificios más cercanos, pero no se dio cuenta de ello al fijarse en Hielodio, que ahora le mostraba un círculo formado con los dedos de una mano, mientras que con el pulgar de la otra atravesaba el círculo una y otra vez.
Tremendamente intrigado, Cuarciano estaba pensando y pensando en lo que esos gestos podían significar, y se hizo el vacío bajo sus plantas, un agua negra manó del abismo que acababa de abrirse y el electroguerrero cayó como una piedra, hundiéndose en las profundidades, pensando por última vez: «¡Con tal de no pensar, todo saldrá bien!»
Pero su suerte ya estaba echada.
Luego, los Criónidas agradecidos le preguntaron a su salvador lo que significaban aquellas señales que le había hecho al terrible electroguerrero.
- La cosa no puede ser más sencilla - contestó el sabio Hielodio -. Los dos dedos levantados querían decir que éramos dos, él y yo. Un dedo solo significaba que de nosotros dos solamente iba a quedar uno. Luego le enseñé el círculo, con lo que le avisaba de que el hielo se abriría a su alrededor y el negro océano se lo tragaría para siempre. Pero nuestro enemigo no supo entender esta señal, lo mismo que no comprendió las otras dos.
- ¡Qué gran sabio eres! - exclamaron los Criónidas estupefactos -. Pero ¿por qué hiciste esas señales al espantoso agresor? ¿Qué hubiera ocurrido si hubiese comprendido y no se hubiera asombrado? Está claro que en tal caso no se hubiera calentado los sesos y no se hubiera abierto el abismo insondable bajo sus pies...
- ¡Ja, ja! Sabía que eso no iba a ocurrir - contestó sonriendo el sabio Hielodio -, pues daba por supuesto que no iba a entender nada. Si nuestro enemigo hubiese tenido una pizca de inteligencia, no habría llegado hasta aquí. ¿Cómo puede venir a nosotros un ser que vive bajo el sol? ¿Qué podía hacer con joyas talladas congeladas y plateadas estrellas de hielo?
Quienes le escuchaban se asombraron del ingenio del sabio y se volvieron tranquilos a sus casas, donde les esperaba su querido hielo.
A partir de entonces, ya nadie intentó llegar a Crionia pues no había tales tontos en el cosmos, aunque hay quien asegura que todavía quedan bastantes, pero no conocen el camino.

Stanisław Lem. (12 de septiembre de 1921 - 27 de marzo de 2006). Escritor polaco cuya obra se ha caracterizado por su tono satírico y filosófico. Sus libros, entre los cuales se encuentran Ciberíada y Solaris, se han traducido a 40 lenguas y ha vendido 27 millones de ejemplares. Es considerado como uno de los mayores exponentes del género de la ciencia ficción y uno de los pocos escritores que siendo de habla no inglesa ha alcanzado fama mundial en el género.
Sus libros exploran temas filosóficos que involucran especulaciones sobre nuevas tecnologías, la naturaleza de la inteligencia, las posibilidades de comunicación y comprensión entre seres racionales; asimismo propone algunos elementos de las limitaciones del conocimiento humano y del lugar de la humanidad en el universo. Su encasillamiento como escritor de ciencia ficción se debe a que ocasionalmente, a lo largo de su carrera como escritor, prefirió presentar sus trabajos como obras de ficción o fantasía, para evitar los atavíos del rigor en el estilo académico de escritura y las limitaciones del número total de lectores al que llegarían sus libros si fueran textos "científicos"; no obstante, algunas de sus obras están en la forma de ensayos científicos o de libros filosóficos, tales como Summa Technologiae y Microworlds (ambas sin traducción al castellano), en las que expresa con rigor sus posturas científicas.
Stanisław Lem nació en Leópolis, que hasta 1939 formaba parte de Polonia (ahora Ucrania). Hijo de Sabina Woller y Samuel Lem, otorrino que había sido médico del ejército austrohúngaro, Stanisław terminaría también interesándose por la medicina, e iniciaría sus estudios en la Universidad de Leópolis, pero la Segunda Guerra Mundial le obligaría a interrumpirlos.


Casa de Leópolis en la que vivió Stanisław Lem.
Durante la guerra fue miembro de la resistencia. Su familia, católica pero de ascendencia judía, se salvó del Holocausto en parte por suerte. Con el inicio de la gran guerra empezó trabajar de soldador y mecánico, puesto desde el cual realizaba algunas acciones de sabotaje. Sobre esto, él mismo argumentaba que su cualidad como soldador era más bien pésima, por lo cual no le suponía ningún esfuerzo el sabotaje. Además, colaboró en el tráfico de armas y municiones para la resistencia polaca. Durante 1942 su familia se salvó de las cámaras de gas de Belzec, gracias a documentación falsa y por huir justo a tiempo del gueto de la ciudad. Dos años después, el ejército de la URSS tomó la ciudad y Stanisław fue "repatriado" en 1946 a Cracovia, donde retomó sus estudios de medicina en la especialidad de psicología. Ese mismo año publicó su primera obra, El hombre de Marte, en una revista juvenil.
En 1948, abandonó la carrera de medicina por sus discrepancias ideológicas, evitando así la incorporación forzosa a filas como médico militar. A pesar de ser socialista, disentía de las ideas de Trofim Lysenko, favorecidas por el dogma oficial, acerca de la herederabilidad de los rasgos adquiridos. Sólo recibió un certificado de finalización de estudios.
Más tarde recibiría graduaciones honorarias del Politécnico de Breslau y de las universidades de Opole, Lwów y Jagiellonian. Trabajó como ayudante de investigación en una institución científica y comenzó a escribir narraciones breves en su tiempo libre.
En 1948, acaba su primera novela, El hospital de la transfiguración, que no publicará hasta 1955 por problemas con la censura comunista. Su primera obra publicada es Los astronautas (1951), de estilo utópico. Temas e influencias como la cibernética, que defiende Lem, se prohíben por considerarse una influencia negativa originada por el capitalismo. Dos años después se casa con Bárbara, una estudiante de medicina.
Lem escribió principalmente sobre el contacto entre humanos y civilizaciones extraterrestres (Diarios de las estrellas, La voz de su amo, Fiasco), entre humanos y medios extraterrestres, sean en parte obra de culturas (Edén, Diarios de las estrellas), o extraños ecosistemas (El Invencible o Solaris, su novela más conocida), y sobre el futuro tecnológico (Fábulas de robots, Ciberíada, Paz en la Tierra).
Lem fue miembro honorario de la SFWA (escritores norteamericanos de ciencia ficción y fantasía) en 1973, pero fue expulsado en 1976 tras declarar que la ciencia-ficción estadounidense era de baja calidad literaria y estaba más interesada en aventuras que en desarrollar nuevas ideas o formas literarias. En 1977, fue reconocido como ciudadano honorario de Cracovia.
Con el colapso del comunismo en 1989, abandona en cierto modo la ciencia ficción y se dedica a escribir informes de análisis para algunos gobiernos y organizaciones sobre el futuro más cercano. Con el desarrollo de internet en la década de los años 90 también planteará en su obra ciertos problemas éticos y tecnológicos causados por esta nueva revolución industrial.
En sus últimos años, fue miembro fundador de la Sociedad Polaca de Astronáutica, y trabajó en áreas como las matemáticas, cibernética y filosofía. Desde 1973 hasta sus últimos años, enseñó literatura polaca en la Universidad de Cracovia. Falleció el 27 de marzo del 2006 en Cracovia a los 84 años de edad, después de una larga enfermedad coronaria.
Los temas principales de Lem giran alrededor de la cibernética (de la cual es un apasionado) y de la comunicación, tanto entre humanos como con otras formas de vida. Aunque muchas de sus obras tienen un tono humorístico innegable, en la mayoría de ellas se encierra un profundo pesimismo respecto a la condición humana.
En sus primeras obras sigue la pauta de otros autores socialistas con sendas utopías: Los astronautas (1951) y La nebulosa de Magallanes (1955). Sin embargo, desencantado cada vez más del socialismo, su popularidad le protegería frente a la censura, a la que cada vez desafía más (aunque de forma velada). Con Diarios de las estrellas (1957) comienza su vena de escritor satírico, aunque siempre guardando un profundo sentido filosófico en sus obras. Además, en ella se introduce el personaje de Ijon Tichy, ese astronauta embarcado en maravillosas (y absurdas) aventuras por todo el espacio y el tiempo, y que repetiría protagonismo en otras obras posteriores.
Tras Edén (1959), vendrá su obra maestra Solaris (1961), novela que le aupará a la fama gracias al premio recibido en 1972 en el festival de Cannes por la adaptación cinematográfica realizada por Andrei Tarkovsky. Otra novela destacable es El Invencible (1964), que también trata sobre los problemas de comunicación (y comprensión) con otras formas de vida (o simplemente de existencia).
Con Retorno de las estrellas (1961) se introduce en otro subgénero: el psicológico. Ésta novela trata sobre las implicaciones del aislamiento, y de la necesidad que tiene de adaptarse a una sociedad totalmente distinta un astronauta que retorna a la Tierra tras un viaje a la velocidad de la luz. Otros relatos como los recogidos en Relatos del piloto Pirx y Más relatos del piloto Pirx también se adentran en la psicología de sus personajes ante diversas situaciones a cual más desazonante.
Vuelve a la sátira más esperpéntica con Fábulas de robots (1964) y su continuación, Ciberíada (1965), que son como una especie de cuentos o fábulas en los que los protagonistas son robots, y de los que Lem se vale para criticar (veladamente) nuestra sociedad actual. En ella aparecerán también otros dos esperpénticos personajes de su obra humorística: los constructores Trurl y Clapaucio, que a su vez son robots.
La voz de su amo (1968) habla sobre la llegada de un mensaje extraterrestre que intenta ser descifrado por un grupo de científicos. A partir de ahí el autor construye una trama rocambolesca que sirve como ácida crítica del mundo científico actual.
Dentro de su estilo satírico-reflexivo, Lem ha escrito algunas obras, como Vacío perfecto (1971) y Un valor imaginario (1973), consistentes en críticas o prólogos de libros imaginarios. Aparte de considerarse casi "experimentales", tienen el interés de descubrirnos a un Lem no sólo como gran conocedor de la ciencia, sino con unas sólidas cultura y formación filósofica.
En Congreso de futurología (1971) retoma a Tichy para situarlo en un congreso de futurólogos. En Memorias encontradas en una bañera (1971) prosigue con su estilo humorístico, especialmente en la introducción, mientras que en La investigación (1959) y en La fiebre del heno (1976) toma elementos de la novela de misterio. Finalmente, Fiasco (1986) se considera su novela más reflexiva y madura.
La disponibilidad de la obra de Lem en castellano es irregular. Prácticamente el grueso de su obra fue publicado durante finales de los 70 y la primera mitad de los 80 por Carlo Frabetti en la hoy desaparecida Editorial Bruguera, añadiendo unos cuantos títulos más Ediciones Minotauro. Por otro lado, Alianza Editorial publicó un puñado de ellos, (algunos reediciones o nuevas ediciones de obras ya publicadas por Bruguera). Las traducciones de sus trabajos de libro general (ensayos científicos y textos filosóficos), escritos entre las décadas de los ochenta y noventa, son escasas en nuestro idioma, por lo cual es más conocido por los hispanohablantes como escritor de ficción.
Hoy Lem está siendo recuperado. Minotauro ha reeditado libros famosos, como Solaris. Por su parte, Alianza ha iniciado una Biblioteca Lem que consta aún de pocos títulos. Y se han traducido textos suyos inéditos en castellano; en 2005, Editorial Funambulista publicó Provocación, un ensayo de metaficción, y en 2006 su autobiografía intelectual El castillo alto, que trata de sus primeros años de infancia. El sello español Editorial Impedimenta ha afrontado la publicación del resto de su obra inédita y en 2008 ha publicado su primera novela, El hospital de la transfiguración, ambientada en la Polonia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial, a la que ha seguido la reedición en octubre de 2008 de Vacío perfecto y en 2010 de Magnitud imaginaria, que antes había sido publicada como Un Valor Imaginario. En 2011, sale a la luz La investigación, seguida por la primera traducción directa del polaco de Solaris. Recientemente ha sido publicada Golem XIV, para completar así la llamada Biblioteca del Siglo XXI.
Resaltan como traductores de la obra de Lem al español Jadwiga Maurizio, Matilde Horne y Joanna Orzechowska. Obras. El hombre de Marte (1946). Człowiek z Marsa. El hospital de la transfiguración (1948). Szpital przemienienia. Impedimenta, 2008. Los astronautas (1951). Astronauci. La nebulosa de Magallanes (1955). Obłok Magellana. Sésamo (1955). Sezam.Tiempo no derrochado o aprovechado (1955). Czas nieutracony. Diálogos (1957). Dialogi. La invasión de Aldebarán (1959). Inwazja z Aldebarana. La investigación (1959). Śledztwo. Bruguera, 1979; Impedimenta, 2011. Edén (1959). Eden. Alianza, 1991. Alianza, 2005. Retorno de las estrellas (1961). Powrót z gwiazd. Barcelona, Bruguera, 1983; Alianza. Memorias encontradas en una bañera (1961). Pamiętnik znaleziony w wannie. Barcelona, Bruguera, 1983.Solaris (1961). Solaris. Barcelona, Minotauro, 1977. Impedimenta, 2011. Versión directa del polaco. Fábulas de robots (1964). Bajki robotów. Bruguera, 1981.Summa Technologiae (1964). El Invencible (1964). Niezwyciężony. Buenos Aires, Minotauro, 1978. El castillo alto (1966). Wysoki zamek. Trad. del inglés, Funambulista, 2006. ISBN 978-84-96601-18-5.Ciberíada (1967). Cyberiada. Barcelona, Bruguera, 1980; Alianza, 1988. Relatos del piloto Pirx (1968). Opowiesci o pilocie Pirxie, 1. Madrid, Alianza, 1991. Más relatos del piloto Pirx (1968). Opowiesci o pilocie Pirxie, 2. Madrid, Alianza, 1991. Aventuras estelares del piloto Pirx (antología de los dos volúmenes originales). Madrid, Alianza, 2005. La voz de su amo (1968). Głos Pana. Diarios de las estrellas. Viajes (1971). Dzienniki gwiazdowe. Barcelona, Bruguera, 1979; Madrid, Alianza, Barcelona, Edhasa, 2012. Diarios de las estrellas. Viajes y memorias (1971). Dzienniki gwiazdowe. Barcelona, Bruguera, 1979. Vacío perfecto (1971). Doskonała Próżnia. Barcelona, Ediciones B, 1988; Impedimenta, 2008.Congreso de futurología(1971). Ze wspomnień Ijona Tichego; Kongres futurologiczny. Barcelona, Bruguera, 1981.Un valor imaginario (1973). Wielkość urojona. Barcelona, Bruguera, 1983; también como Magnitud imaginaria. Impedimenta, 2010. Rozprawy i szkice (1974). La fiebre del heno (1976). Katar. Bruguera, 1979; Ediciones B, 2000. Punto de lectura, 2002. Golem XIV (1981). Golem XIV. Impedimenta, 2012. Regreso a Entia (1982). Wizja Lokalna. Barcelona, Edhasa, 1990. Provocación (1982). Provokationen. Funambulista, 2005. Fiasco (1986). Fiasko. Alianza, 1991. Alianza, 2005. Paz en la tierra (1987). Pokój na Ziemi. Ediciones Cátedra, 2012. Cine y televisión. Der Schweigende Stern / Primer viaje a Venus (Alemania Oriental y Polonia, 1959). Przekładaniec por Andrzej Wajda (1968). IKARIA-XB1 / Planeta blanco (República Checa, 1968-70). Un si joli village por Étienne Périer (Francia, 1973). La investigación por Marek Piestrak (1973). Solaris por Andrei Tarkovsky (Unión Soviética y Japón, 1972). Szpital przemienienia por Edward Zebrowski (Polonia, 1979). Test pilota Pirxa por Marek Piestrak (Polonia y Unión Soviética, 1979). Victim of the Brain por Piet Hoenderos (Países Bajos, 1988). Marianengraben por Achim Bornhak (Alemania, 1994). Solaris por Steven Soderbergh (Estados Unidos, 2002). Ijon Tichy: Raumpilot, serie que comenzó a emitir la televisión pública alemana en su segunda cadena (ZDF), en concreto en el canal dedicado a las artes escénicas (ZDFtheaterkanal) el 26 de marzo del 2007. The Congress, por Ari Folman es una adaptación libre de la novela Congreso de Futurología que, al igual que su celebrado filme Vals con Bashir, recurre a una mezcla de acción real así como a técnicas mixtas de animación. Robin Wright y Kodi Smit-McPhee han sido confirmados para su participación en el filme y más recientemente se agregaron los nombres de Harvey Keitel, Danny Huston y Paul Giamatti [1]. La cuenta de Robin Wright en YouTube —donde muestra un avance de la película— señala que el filme estará en producción por dos años hasta su lanzamiento en 2013 [2]. Cómic.Érase una vez en el futuro por Carlos Giménez, España: álbum de ciencia ficción que reúne cuatro historietas en blanco y negro, de las que dos son adaptaciones de pasajes de Diarios de las estrellas: se titulan El misionero y Agonalia. Las historietas de este álbum fueron publicadas previamente, en 1979, en la revista española 1984.
Semblanza biográfica: Wikipedia. Texto: El cuento del día. Foto: internet.

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