Umberto Eco aligera el texto de El nombre de la rosa.foto:archivo.fuente:lavanguardia.comLa editorial Bompiani ha anunciado que la nueva edición aparecerá el próximo 5 de octubre
La noticia de que Umberto Eco aligerará El nombre de la rosa para que resulte "más accesible a los nuevos lectores" ha caído como una bomba entre muchos de sus habituales. Consideran que es una aberración, que la novela ya está bien como está ahora y que lo que Eco dice –que así va a "refrescar el lenguaje"– es una forma de bajarse los pantalones ante la incapacidad lectora de la gente. Cargan contra el hecho de que la dictadura de los ignorantes llegue hasta la literatura y sean ellos quienes marquen las pautas. Impertérrita, Bompiani, la editorial que en 1980 publicó la novela original, ha anunciado que la nueva edición aparecerá el próximo día 5 de octubre.
Muchos escritores modifican sus obras al llegar a la madurez. Los años de experiencia acumulados permiten creer que saben más a los ochenta que a los cuarenta. Mary Shelley, por ejemplo, modificó profundamente su Frankenstein, y ahora es esa versión la que se considera canónica (aunque un servidor, en los años ochenta, tradujo la primera para liarla un poco). Siempre ha habido adaptaciones de libros. La primera vez que leí el Quijote yo era un niño. Fue en una edición en dos volúmenes y hasta que no empecé bachillerato no me enteré de que se trataba de una versión resumida. Editorial Bruguera se hartó de adaptar, cortar y simplificar los clásicos, e ilustrarlos con dibujos, a ver si así los jóvenes los digerían mejor. ¿Y los "pequeños grandes libros" de la Enciclopedia Pulga? La diferencia de estos ejemplos con lo de Eco es que, en este caso, la simplificación la hace el mismo autor. Por eso se desgarran las vestiduras. ¡Eco acepta trivializarse! ¡Eco se pasa a la literatura fast food! ¡Eco deriva hacia la banalidad Harry Potter! ¿Cual será el siguiente paso? ¿Reducir El nombre de la rosa a los 140 caracteres de un tuit? Pocos recuerdan que ese libro –predecesor de esta literatura actual de bestsellers medievaleros con intriga criminal y rollo místico– fue uno de los primeros que muchos compraban no tanto con la intención de leerlo sino con la de dejarlo sobre la mesa baja del tresillo, para que las visitas lo viesen y se diesen cuenta de que el anfitrión estaba al día. El tanto por ciento de los que compraron el libro en 1980 y lo leyeron hasta el final fue escaso. ¿Qué tanto por ciento de los que compren ahora la versión simplificada llegará hasta el final? Si no fuese por los periodistas culturales, que en cuanto salga la nueva edición irán a buscar las diferencias con la de 1980, Eco podría ahorrarse el esfuerzo de aligerarlo, no tocar ni una sola palabra de la edición original y, simplemente, decir que lo ha hecho. Los que lo comprarán con el mismo fervor con el que compran camisetas Guru, tejanos Pepe Jeans o chaquetas Calvin Klein porque es lo que se lleva, lo comprarían igualmente, y vivirían de por vida convencidos de haber conseguido la versión aligerada, la que ahora mola.
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