El conjunto escultórico fue creado por Josef Thorak para el disfrute personal del dictador y su pista se perdió en la Alemania comunista
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Adolf Hitler y Gerdy Troost, viuda del arquitecto Paul Troost, bajo uno de los caballos de Thorak./elmundo.es |
El hallazgo se ha producido en un almacén de Bad Dürkheim, en Renania
Palatinado. Allí permanecían ocultas las esculturas que hipnotizaron a
Hitler, caballos de tamaño natural esculpidos por uno de sus autores de
culto, Josef Thorak (1889-1952) y por los que hace
pocas semanas se ofrecía en el mercado negro hasta cuatro millones de
euros. Fueron diseñadas para que Hitler pudiese verlas desde la ventana de su despacho, en la Cancillería de Berlín, y se consideraban perdidos desde 1989.
Thorak, junto a Arno Breker, es considerado como el
creador y máximo exponente de la escultura oficial nacionalsocialista.
Había estudiado Cerámica en Viena y comenzó a ganar fama por haber
decorado el castillo imperial. El distinguido historiador de arte de la
época, Wilhelm von Bode, director de los museos
berlineses, escribió una monografía sobre su obra y la Colección
Municipal de Berlín compró una de sus esculturas en 1928. Había logrado
reputación entre coleccionistas judíos y la prensa hablaba de él como el
Rodin alemán, pero Alfred Rosenberg organizó una
exposición en Berlín en 1935 en la que se exhibieron monumentos que
Thorak había esculpido para Turquía y los críticos advirtieron un cambio
sustancial en sus planteamientos que sería precisamente el que llamase
la atención de las autoridades nazis.
"En sus esculturas se expresa lo fuerte y lo poderoso", escribió la
'Illustrirte Zeitung'. "Su temática se ha orientado hacia el
monumentalismo". En 1938, considerado ya un baluarte del espíritu del Tercer Reich, el Estado alemán le regaló un enorme estudio en Balham, cerca de Múnich, proyectado personalmente por Albert Speer
y en el que trabajó en modelos de hasta 20 metros de altura para
elaborar las gigantescas esculturas que se colocarían en el estadio de
Nürenberg. Allí fue también donde trabajó en los caballos expresamente
encargados por Hitler.
"Los colosos aguardan su definitiva versión en piedra", decía una
engolada voz en los documentales que elaboró el Ministerio de Propaganda
de Joseph Goebbels, entre acordes de música solemne y
mientras mostraba imágenes de la técnica empleada. Thorak modelaba
primero en arcilla y agrandaba en escayola. La guerra impidió que muchos
de aquellos impetuosos caballos alcanzasen su versión definitiva en
bronce o piedra.
La propaganda traspasaba las fronteras alemanas y en 1941 una
delegación de artistas franceses visitó su taller a instancias de
Hitler. Entre sus miembros estaban Despiau, André Dunoyer de Segonzac, André Derain, Kees van Dongen, Othon Friesz, Maurice de Vlaminck y Henri Bouchard.
Este último, director de la Ecole des Beaux-Arts, escribió a su vuelta:
"El Estado alemán desea el bienestar de sus artistas. Estos ya no son
víctimas de los críticos... Les han donado estudios para que construyan
los monumentos representativos de una humanidad gigantesca y heroica que
el Estado les encarga. Así honra un gran país a sus artistas y a sus
obras, su cultura intelectual y la dignidad de la existencia humana, un
país que ha reconocido el arte como necesidad histórica".
Hacia 1943, los bombardeos aliados aconsejaron proteger las obras y
Hitler ordenó trasladar los caballos de Thorak junto a otras esculturas a
un taller que tenía Breker a solo 20 kilómetros de Berlín. Allí es
donde fueron encontradas las obras de arte nazis por el Ejército Rojo
y pasaron a formar parte, a partir de 1950, de la decoración de un
campo de deportes del ejército soviético en Eberswalde, localidad
cercana a Berlín. Las autoridades del Berlín comunista permitían
visitarlas a estudiosos del arte y a periodistas con permiso especial,
pero no dejaban fotografiarlas.
En enero de 1989, la historiadora del arte Magdalena Busshart
publicó un artículo sobre las esculturas en el diario 'Frankfurter
Allgemeine' y seguramente fue aquella publicación la que alertó sobre el
alto valor de unas piezas que permanecían casi abandonadas. Semanas
después, una lectora de ese mismo periódico escribió una carta al
director en la que advertía de que las esculturas ya no se encontraban
en el lugar indicado.
Los meses siguientes fueron muy intensos en las dos Alemanias; estaba cayendo el Muro de Berlín y
las autoridades de Berlín Este no se ocuparon como hubiera sido
necesario de la desaparición. Se barajaron hipótesis como su posible
traslado a Moscú, pero su aparición en el mercado negro del arte hizo
pensar que habían sido vendidas por los jerarcas del régimen de la
extinta RDA para obtener divisas en los últimos meses de la existencia
del país.
Pintados de dorado y con agujeros de bala
Hace dos años, reapareció la pista sobre los caballos. Fueron
ofrecidos a Magdalena Busshart por 1,5 millones de euros por un hombre
que aseguró haber trabajado con Schalck-Golodkowski, conocido vendedor
que retiraba arte de los museos de la RDA con el objetivo de conseguir
divisas para el régimen comunista. La historiadora alertó a las
autoridades alemanas y la investigación, a cargo de la división de
delitos de arte de la policía de Berlín, culminó ayer con una redada
simultánea en varios almacenes de Kiel y Bad Dürkheim. La fiscalía de
Berlín ha abierto una investigación contra ocho sospechosos de entre 64 y
79 años.
Las obras presentan un estado de pésima conservación. Es evidente que en
algún momento los caballos fueron pintados con pintura dorada, pueden
observarse también algunos agujeros de bala y algunas de las figuras han
perdido su briosa cola, pero «no hay duda de que son los auténticos»,
han confirmado fuentes policiales. R. S.
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