Sentarse frente a Jerker Erikson y Hâkan Axlander es hacerlo frente a
uno solo hombre, Erik Axl Sund, a veces una sola voz, casi siempre
siniestra, la que firma bajo el pseudónimo elegido por esta pareja de
suecos para lanzarse al mundo del thriller. Uno empieza la frase que el
otro remata, buscan con la mirada la aprobación del compañero, sueltan
frases cortas y a veces brutales, herencia de su pasado y presente punk.
“Nuestros libros son crueles, ya, pero la vida es peor”, cuenta con su
voz tranquila Jerker (piden que se les cite por el nombre), la mitad
sonriente y de apariencia bonachona de esta pareja que ha triunfado en
toda Europa con la trilogía de Victoria Bergman. El primer título, Persona, se publica ahora en España (Reservoir Books, traducción de Joan Rimbao).
Persona es una historia criminal con la
psicoterapia, los abusos sexuales contra menores y la brutalidad del
tráfico de niños en el centro de la trama. Victoria Bergman, psicóloga, y
Jeanette Kihlberg, detective, son protagonistas y víctimas de un
círculo vicioso de pedofilia, violencia y relativismo moral que forma un
cóctel mortal para el optimismo humanista.
En África y en Suecia y en cualquier parte encuentras traición y crueldad por doquier
El dúo Erik Axl Sund ha buceado en la oscuridad y les ha
gustado. “Algunas veces nos decimos el uno al otro que deberíamos
escribir novelas más clásicas, donde el asesinato se resuelve y ya está,
pero no somos especialmente buenos en eso, así que se lo dejamos a
otros que lo hacen mejor”, asegura Hâkan, con esa voz que el
interlocutor nunca llega a saber si es amable o inquietante. “Sí, a
veces pensamos que deberíamos sentarnos más a menudo a ver Murder in Midsomer
(serie clásica británica de los setenta) y a tomar té y sándwiches
mientras disfrutamos de un crimen. Pero luego nos decimos: No, eso es
estar muy enfermo. El crimen debe ser real y sucio, porque así es como
ocurre en la vida real”, se explaya Jerken. “Sucio”, insiste Hâkan ya
con la mirada perdida en algún punto de la mesa.
“El problema” coinciden los dos, “es conjugar esas
historias terribles, esa violencia, con el entretenimiento, por eso
tratamos de ser honestos y huir así de la perversión. Es peligroso, pero
el mundo es cruel y sucio y nosotros queríamos abrir una ventana a ese
mundo horrible”.
¿Les gusta la saga Millenium? “Sí, bueno, sí” ¿Les gusta
que les comparen con Stieg Larsson? De nuevo se miran, sonríen,
contestan: “Es normal, somos suecos, hablamos sobre los abusos contra
las mujeres, escribimos thrillers. Pero somos más oscuros y por ahora no
hemos tenido éxito en Suecia”. Las respuestas de estos artistas
multifacéticos, se tornan a veces como escenas enteras de su novela, al
ritmo de frases cortas y directas a la conciencia:
- En África y en Suecia y en cualquier parte encuentras traición y crueldad por doquier
- La vida es cruel y oscura. ¿Por qué no lo iban a ser nuestras novelas?
El crimen debe ser real y sucio, porque así es como ocurre en la vida real
- Suecia sigue siendo una sociedad machista y patriarcal
¿Cómo trabajan a cuatro manos? Dicho por ellos, parece fácil:
“Hablamos, nos ponemos de acuerdo y empezamos. Siempre en la misma
oficina. Uno escribe en rojo, el otro en azul y para los desacuerdos en
un verde horrible, el más feo que te puedas encontrar”, comenta Jerker
divertido.
Suecia sigue siendo una sociedad machista y patriarcal
Su vida literaria y su entrada tardía en este mundo fue por
extraños y, de nuevo, oscuros vericuetos. Uno fue estibador; el otro
bibliotecario en una cárcel; los dos músicos punk. “Nos conocemos desde
hace muchos años y hemos compartido exposiciones, experiencias musicales
y artísticas y otras muchas cosas. Ahora, lo de escribir empezó como
una terapia, y el personaje de Victoria Bergman es parte de esa
terapia”. No contestan cuál era el mal, no aclaran si están curados.
“Cuando nos juntamos para escribir”, añade Hâkan rápidamente, como si
quisiera espantar los demonios allí instalados “nos salía algo demasiado
bestia, demasiado denso, demasiado oscuro. Desde luego no era un
thriller. Doscientas páginas en las que un grupo de personas no salían
de una habitación. No nos quedó más remedio que rehacerlo y convertirlo
en algo menos duro”. ¿Algo que funcione? “Bueno, sí, eso también, aunque
era un libro solo y el editor lo convirtió en trilogía para evitar lo
que veía como un suicidio comercial”, responde Hakan.
Persona explora de manera valiente y sin buenismos o tópicos el
espinoso asunto de los abusos sexuales. “Es un tabú también en Suecia
pero decidimos que había que hablar de ello”. El libro está lleno de una
violencia no explícita que revuelve las tripas y deja claro que los
monstruos también habitan el paraíso: “Ese era nuestro objetivo”,
responden tajantes. “Hay un círculo vicioso, horrible, por el que las
víctimas de estos abusos tienen muchas posibilidades de ser luego
abusadores. Lo sabemos, lo hemos visto y lo queríamos contar”, resumen.
Estar sentado frente a Jerker Erikson y Hâkan Axlander es
pasar de la risa al estremecimiento, de la respuesta jovial a la mirada
perdida. Rastros de la última fiesta en su voz, en sus rostros y en su
ropa delatan su amor por España, donde terminaron su último libro, el
primero de una nueva trilogía, más oscura, sobre la melancolía. Lectores
empedernidos, no son muy aficionados a la lectura de género. Antes de
terminar, citan algunas influencias suecas que comparten, como casi todo
( Par Lagerkvist, especialmente), y otras tan dispares como Heinrich
Böll, Kurt Vonnegut o Paul Auster. ¿El futuro? “Hemos vendido los
derechos de la trilogía a Hollywood”, responden con algo parecido a la
emoción. ¿Y la literatura? “Cuando terminemos esta nueva trilogía,
veremos. Igual somos demasiado viejos, o nos volvemos lentos. Quién
sabe”.
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