Por qué desde la sociología a diferencia de otras disciplinas
surgen preguntas del estilo ¿para qué sirve un sociólogo? o ¿cuál es la
utilidad de la propia sociología? Estos interrogantes a su vez
interpelan: ¿Son estas preguntas cíclicas o evidencian un replanteo de
posición de la sociología al interior de las ciencias sociales? Estas
son algunas de las inquietudes que surgieron al leer ¿Para qué sirve la sociología? (dirigido por Bernard Lahire, y publicado por Siglo Veintiuno Editores), ¿Para qué sirve realmente un sociólogo? (de François Dubet, de Siglo Veintiuno Editores), y ¿Qué hacen los sociólogos?
(editado por Lucas Rubinich y Gastón Beltrán, en Aurelia Rivera
Libros). Obviamente los autores de estos libros son de profesión
sociólogos.
“La sociología es como un deporte de combate: se utiliza para defenderse, no para dar golpes bajos”, la definió Pierre Bourdieu.
Ciencia
polifónica, la sociología puede dar diversas explicaciones de un
problema específico según el modelo explicativo en que se base. Pero,
rara avis , está obligada periódicamente a explicar frente al poder su
razón de ser. ¿Por qué dar cuenta de la utilidad de la ciencia? le
consultó Ñ a tres especialistas. “Siempre está en duda
la utilidad de una disciplina cuya ‘funcionalidad’ es ser disfuncional
al poder, criticar estructuras de dominación, escudriñar el origen y la
dinámica de la desigualdad. A la sociología se la cuestiona cuando
incomoda”, señala Javier Auyero, desde EE.UU., donde enseña etnografía,
sociología del sufrimiento, y política latinoamericana en la Universidad
de Texas (Austin).
Desde luego, la sociología puede resolver
problemas concretos en ámbitos como la salud o la vida rural y así
surgen ramas o campos de trabajo como sociología de la salud, sociología
rural o sociología del trabajo. Muchas veces, esas miradas no buscan
resolver problemas inmediatos, sino que analizan diversas aristas de una
situación y ponen en cuestión todas las relaciones. “Eso es molesto:
una ciencia que no habla desde el poder, sino sobre el poder es
problematizadora. Preguntarse sobre el poder produce desacomodamientos.
Al trabajar contra la mirada convencional sobre lo social, que es la
mirada política que sostiene determinado orden, la sociología, lo quiera
o no, es problematizadora de ese orden”, dice Lucas Rubinich,
sociólogo, profesor de Sociología de la Cultura y Sociología General en
la Carrera de Sociología (UBA), desde una mirada ligada al núcleo de
producción de conocimiento en autonomía.
Siguiendo a Bernard
Lahire, la sociología tiene tantas más posibilidades de decepcionar o de
contrariar a los poderes cuanto mejor cumpla con su función científica.
Esa función no es servir para algo o para alguien. Pedirle a la
sociología que sirva para algo es una manera de pedirle que sirva al
poder. Mientras que su función científica es comprender el mundo social,
comenzando con los poderes. Operación que no es neutra socialmente.
Entre otras razones, porque no existe poder que no deba una parte –y no
la menor– al desconocimiento de los mecanismos que lo fundan.
Por
su parte, Ricardo Sidicaro, investigador del Conicet, especialista en
teoría sociológica y problemas socio políticos de la Argentina, señala
que el problema radica en “que la sociología puede ser cuestionada desde
otras disciplinas en sus explicaciones, pero al mismo tiempo puede ser
cuestionada porque algunos hacen ejercicio ilegal de la sociología,
entonces ésta pierde reconocimiento frente a la sociedad”.
La cuestión del poder
La
pregunta que irrumpe es a quién debe responderle esta serie de
interrogantes la sociología como ciencia y práctica concreta. ¿Quién es
su interlocutor potencial a la hora de dar cuentas? Para Javier Auyero,
desde sectores dominantes, y desde el sentido común que muchas veces
reproduce el punto de vista dominante, siempre se pone en duda la tarea
intelectual, en general, la de las ciencias sociales críticas.
“Se
le rinde cuentas a otras ciencias competitivas, y también a una especie
de sentido común que cuestiona que la sociedad pueda ser pensada
científicamente”, dice Sidicaro. Y agrega: “Cualquier poder está montado
sobre una especie de mitología: puede ser que la justicia es ecuánime,
que los lideres son infalibles, o que la democracia representa a todas
las personas. La sociología cuando explica qué es eso, indudablemente se
pelea con los poderes”. Acuñando conceptos del alemán Max Weber, da un
ejemplo: “Si me preguntan qué es un partido político, digo: un partido
político es una asociación organizada para llevar al jefe al gobierno
para repartir prebendas entre sus seguidores”. Y añade: “Puedo decir que
los laboratorios medicinales trabajan para la salud de la humanidad, o
bien puedo decir que los laboratorios medicinales trabajan para ganar
dinero, y que cuando hacen avanzar la ciencia, hasta que no amortizaron
las patentes que tenían, no fabrican los medicamentos de las nuevas
patentes. Y si uno afirma que la escuela en realidad les enseña a
algunos chicos lo que saben y a otros lo que no saben, y por lo tanto
perjudica a los más pobres porque les enseña contenidos que son más
adecuados para la clase media, los maestros se ponen locos: cualquier
tesis o cualquier aporte que plantea la sociología molesta a alguien: es
mucho más lindo creer que si sos maestro sos un funcionario de la
cultura”.
Rubinich coincide: “La mirada de la sociología, lo
quiera o no lo quiera, interviene en las luchas por las miradas sobre el
mundo. Cuando uno piensa una institución religiosa no como algo divino
sino como una construcción histórica es problemático, sobre todo, para
las instituciones religiosas. Y eso lo puede decir Durkheim, Weber,
Marx, entre muchos otros sociólogos clásicos. Es una intervención
indirecta en la lucha política más densa: la lucha por la imposición de
visiones del mundo en una sociedad”.
Por ejemplo, la explicación
acerca de por qué se producen diferencias sociales es un análisis
teórico que circula por el campo científico, pero que tiene
consecuencias políticas. Es justamente este tipo de intervenciones la
que genera disputa y cuestiona el papel de la sociología. Se busca,
entonces, redefinir sus objetivos y límites, en términos teóricos y de
praxis. Se trata de acotarla y descalificarla.
Es que en toda
relación social hay elipsis y silencios que ayudan a seguir adelante.
Verdades que preferimos ignorar para que la vida se vuelva soportable.
“Por eso se dice que la sociología es una ciencia que incomoda. Molesta
porque nos dice lo que preferimos no ver. Vivir juntos supone trabajar
sobre el equívoco”, señala Sidicaro. Se trata de una especie de consenso
tácito que incluye omisiones y cegueras para hacer más tolerable la
vida en sociedad.
Según François Dubet, la sociología siempre pone
de relieve la distancia que media entre las representaciones y las
realidades, entre los más elevados principios y los hechos más banales:
dejar al desnudo esa distancia es en sí una acción útil.
¿Cuáles
son los principales cuestionamientos que se le hacen a la sociología?
“Que no es útil, que no “sirve”, que no cumple ninguna función –que no
cura a nadie, que no construye ningún puente, etcétera– como si la vara
de utilidad fuese solo la racionalidad instrumental”, dice Auyero.
Esta
situación lleva a que a veces la sociología se vea obligada a exacerbar
sus recursos técnicos metodológicos provenientes de la estadística para
obtener legitimidad frente al resto de las ciencias.
La
sociología tiene un campo profesional amplio: desde analizar las
expectativas de distintos nichos para vender una gaseosa hasta
intervenir en políticas públicas. “Creo –dice Rubinich– que la
sociología tiene una presencia muy importante en el mundo estatal y en
el mundo tecnocrático internacional. En organismos internacionales como
el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Organización
Internacional del Trabajo, la Organización Internacional de la Salud, y
en ministerios y organismos estatales en Latinoamérica hay sociólogos
trabajando y cumplen una función relevante”.
En cambio, Sidicaro
señala: “En la Argentina, pensar que un insumo de mayor racionalidad
puede servir para desarrollar acciones de políticas públicas fue siempre
muy pobre porque está fundado en la lluvia y el precio de los mercados
internacionales, eso es más adecuado para las sociedades industriales
con ideología industrial”. Para Sidicaro, el trabajo de los sociólogos
en sectores de planificación de políticas públicas no es por sí solo un
indicador positivo, sino que es necesario analizar el impacto real que
tienen en el diseño y desarrollo de políticas sociales específicas. “Los
sociólogos pueden trabajar en muchas esferas, pero la sociología se
hace más fuerte cuando el Estado la legitima porque considera que el
conocimiento sobre lo social es previo a tratar de intervenir sobre lo
social. Pero acá eso no ocurre: muchos están hablando todo el día del 17
de octubre, de que prohibieron a Perón, que Perón se fue… Acá la idea
es que el futuro está en el pasado o los países que no tienen futuro
piensan en el pasado”.
Para Rubinich, la producción de
conocimiento específico sobre la sociedad en términos académicos otorga
verdadera identidad a la sociología.
Hoy, ¿cuál es la principal
función de la sociología? Para Auyero, la sociología tiene múltiples
funciones, pero fundamentalmente sirve para entender cómo operan las
estructuras sociales, cómo funciona el poder, cómo determina y
condiciona nuestras vidas. “Cualquier sociedad –dice– que se precie de
querer mejorar la condición humana, necesita de más sociología. Pero
también tiene funciones más específicas, como “ilustrar” a los distintos
organismos del Estado sobre los efectos de sus políticas. Por dar un
ejemplo, la Asociación Americana de Sociología acaba de presentar un
informe a la Corte Suprema de Justicia de los EE.UU. (un amicus brief)
en donde delinea la investigación social existente sobre cómo a los
hijos e hijas de matrimonios del mismo sexo (gays) les va igual de bien
que a los hijos e hijas de matrimonios heterosexuales. Es un informe que
le vendría bien leer a más de un “experto” tanto en Argentina como en
EE.UU.”.
“La Argentina no tiene un Estado de previsibilidad
racional”, dispara Sidicaro. Y agrega: “En los países desarrollados, y
EE.UU. es el primero, se piden investigaciones sobre ciertos temas que
podrían tener consecuencias sociales graves. En la Argentina eso no
funcionó de ese modo nunca: la sociología nunca formó profesionales para
la planificación”.
Sin embargo, el panorama no es el más
alentador para algunas universidades norteamericanas, donde surge parte
del insumo que luego, en caso de que haya sociólogos en organismos de
planificación, aplicarán, discutirán y modificarán. “En EE.UU. –comenta
Auyero– la sociología goza de más autonomía por su firme implantación en
las universidades –lo que no quiere decir que su validez no sea
cuestionada. Por estos días, por dar un ejemplo, el líder de la mayoría
republicana en el congreso, Eric Cantor, está proponiendo un proyecto de
ley que eliminará todo el financiamiento federal para la investigación
en ciencias sociales”.
Rumbo a la teología
En
nuestras pampas, en 2008, Lino Barañao, el entonces y actual ministro
de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva caracterizó sin filtro a
las ciencias sociales de dogma: “(…) a mí me gustaría ver un cierto
cambio metodológico; estoy tan acostumbrado a la verificación empírica
de lo que digo, que a veces los trabajos en ciencias sociales me parecen
teología”.
Para Auyero, la sociología informó el pensamiento de
muchos movimientos sociales y políticos pero al mismo tiempo, en su fase
más técnica, ayuda, por ejemplo, a develar la existencia de la
desigualdad de género al interior del Estado, del mundo del trabajo:
“¿Cómo entenderíamos los mecanismos de discriminación que existen al
interior del mundo laboral, tanto en la contratación como en la
experiencia concreta del trabajo? ¿No seguiríamos reproduciendo
estereotipos sobre el comportamiento político de los pobres –el llamado
‘clientelismo’, por ejemplo, si la sociología no nos hubiese enseñado
otra cosa?– ¿Dónde aprenderíamos a comprender la desigualdad ambiental
–esto es, la desigual exposición a los peligros ambientales– sino con
más y mejor sociología? ¿Es posible sin sociología entender los
determinantes de la pobreza y la marginalidad?”.
Queda
preguntarnos si estamos dispuestos a darle lugar a las explicaciones
proyectivas y no complacientes. Qué lugar se le da desde el Estado a la
investigación en ciencias sociales, y a la conformación de equipos de
especialistas en áreas clave para el desarrollo e implementación de
políticas específicas.
Por último: ¿es posible entender y
explicar el impacto de políticas concretas sin estudios sociológicos?
Merece una ciencia, polifónica y plural, en sus abordajes metodológicos y
analíticos, explicarse una y otra vez.
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