El pueblo que inspiró a García Márquez para escribir su obra cumbre cumple un siglo de sequía
¿Realismo mágico o abandono y olvido sempiterno de los gobiernos? /Tadeo Martínez./semana.com |
Cuando la gente habla de Macondo no sabe si se refiere a Aracataca, ese pueblo polvoriento, húmedo y cálido que está al pie de la Sierra Nevada y a orillas de un río, o si se trata de un universo de disparates concertados. Decir, por ejemplo, que Macondo cumplió cien años y aún no tiene agua, no es exacto.
Primero, porque ese pueblo imaginado por García Márquez existe como ficción literaria, entonces puede o no tener agua porque no existe. Y mientras Macondo puede o no tener agua, Aracataca, el pueblo de la realidad tiene pero no tiene agua.
No es un acertijo, tampoco es un juego de palabras o mamadera de gallo para fastidiar incautos. Tiene agua porque de la Sierra Nevada baja un río caudaloso de aguas diáfanas que se precipita por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes que parecen huevos prehistóricos. De ese río se desprenden dos acequias que atraviesan al pueblo de cabo a rabo en su viaje hasta las plantaciones de palma y banano, que para eso fueron construidas.
Foto: Tadeo Martínez
Pero a lo largo de su paso por el pueblo, las acequias sirven como baños públicos o lavanderías comunitarias. Las concentraciones de familias o de muchachos bañándose a la vista de todos o de las lavanderas descargando sus interiores para restregarlos en el borde del canal como si fuera la batea de la casa, es parte del colorido paisaje macondiano y un programa de matiné imperdible.
‘Hoy, como el pueblo está cumpliendo 100 años, esta mañana amanecimos con agua’, dice el dependiente de una panadería en la plaza principal. ‘Mañana, dice mirando de reojo, será otro día’.
En el escrutinio del día a día, la sentencia de la gente es ‘en este pueblo no hay agua de acueducto’. A veces llega, pero generalmente cuando abren el grifo no sale nada por la tubería.
Y el agua que consumen, como no la someten a tratamiento previamente, sino que va del río a las conexiones caseras, a veces la gente se sorprende de ver en los lavamanos peces brincando desesperadamente.
La mayoría de las casas tienen duchas, sanitarios y lavamanos, pero sólo sale agua en las noches cuando la gente está dormida para que no se la gasten y llega con unos chorritos tenues que acaban con la paciencia de las mujeres que permanecen insomnes para poder, al día siguiente, tener con qué bañarse y cocinar.
Una vecina del alcalde dice: ‘El agua a veces viene, a veces no. Pero así tenemos que aceptarla, como eso lo manejan ellos a quién nos vamos a quejar si aquí no hay quien nos escuche’.
Macondo ya no es una aldea de 20 casas de barro y cañabrava, es una población con más de 50 mil habitantes por la que pasa no el mismo tren destartalado, sino un tren cargado de miles de toneladas de carbón que estremece al pueblo cada 20 minutos con su pesada carga.
En el año 2007 el alcalde, presionado por el gobernador de la época, firmó un contrato con Aguas del Magdalena mediante el cual cedía el 50 % de los recursos del sistema general de participación destinado a saneamiento básico al pomposo Plan Departamental de Aguas, propuesto como piloto a nivel nacional, y así construir nuevas redes, una planta de tratamiento y alcantarillado. No fue el único pueblo del Magdalena que cedió sus rentas, otros 27 también lo hicieron. Dicen en Macondo que los que llegaron con la quimera del agua, es una nueva generación de gitanos, los nietos de Melquiades, el gitano aquel que llegaba en cada estío con un nuevo invento.
Foto: Tadeo Martínez
La idea del alcalde y de los gobiernos departamental desde Santa Marta y nacional desde Bogotá, era construir un acueducto regional para cinco municipios al que bautizaron Aguas Kapital Macondo. Los otros pueblos involucrados en el faraónico proyecto aliados de Aracataca, son Plato, Cerro de San Antonio, Ariguaní y Nueva Granada. Los únicos próximos geográficamente son Plato, Nueva Granada y Ariguaní. Hoy, ninguno de los socios de Aracataca en el acueducto regional tiene agua.
El presupuesto de la macondiana obra era de $108.544 millones de pesos y el contrato se lo ganaron los primos Nule, quienes tuvieron que ceder el contrato a una empresa de Tulúa que se rebautizó con el nombre de Aguas Regional Macondo, quienes tampoco pudieron construir las redes, meter los tubos para el alcantarillado e instalar una planta de tratamiento.
Finalmente en el 2013, cuando el presidente quiso ir a Aracataca a inaugurar el macondiano acueducto al que tanto dinero había girado su generoso gobierno, el alcalde Tufit Hatum, le mandó razón que no fuera porque el acueducto estaba inconcluso, la tubería instalada tenía fugas y en esas condiciones dijo que él no inauguraría el acueducto ni se prestaría para engañar al presidente. Dos años después de la frustrada visita presidencial, la Alcaldía maneja el acueducto desde una pequeña oficina sin ninguna clase de aviso que la identifique en una calle del comercio.
Seguramente el alcalde, el gobernador y la gerente de Aguas del Magdalena pensarán que como Macondo no existe, mal harían en construir un acueducto. Pero agua sí hay para regar las plantaciones de palma y banano.
Un mototaxista dice: ‘El culpable de todo esto es Gabo, porque aquí la gente viene buscando las mariposas amarillas, a los gitanos y a ver si es cierta la imaginación desmedida de los cataqueros. Si él no se hubiera inventado a Macondo nada de esto estaría pasando’.
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