ENTRE VIOLENCIAS
Conrado Zuluaga
La muerte de Arturo Echeverri Mejía, a los 46 años, llevó a más de uno a
exclamar que se había truncado una ilusión y que su escasa obra era el
producto de una vocación tardía. Olvidaron, con una facilidad asombrosa,
que hasta un recién nacido –lo dijeron los griegos– ya tiene edad
(condición) para morir.
En el caso del escritor antioqueño bastaron los 32 años que median entre
el momento en que a los catorce años salió de su casa materna, en 1932,
y su fallecimiento en 1964, para experimentar las más diversas
condiciones: soldado, suboficial del ejército, teniente de la infantería
de marina, navegante, héroe nacional, empresario, colonizador y, por
supuesto, escritor.
La primera edición de Marea de ratas es de 1960 hecha por Alberto
Aguirre, el mismo editor de la primera edición de El coronel no tiene
quien le escriba al año siguiente. Luego vinieron tres más, una de ellas
una edición, crítica en 1994. De suerte que una nueva edición veinte
años después, en El Peregrino Ediciones, es un hecho que hay qué
celebrar.
Marea de ratas es una novela de la violencia que, a diferencia de la
casi totalidad de ficciones que generó ese período, es una obra sin
sangre y sin el consabido catálogo de atrocidades. Esa es una de sus
características más sobresalientes. Al autor, como a García Márquez, no
le interesa la insania de unos hechos violentos, le interesan la
amenaza, la atmósfera encubierta de violencia que se cierne como nube
agorera sobre un personaje o una comunidad.
El otro elemento fundamental de esta ficción, y de toda su obra, es el
diálogo. Todos los personajes están en comunicación, opinan, conjeturan.
A veces es más lo que ocultan que lo que expresan, pero los diálogos
son rápidos, breves, ágiles y propician un desarrollo de los
acontecimientos que el lector percibe como hechos irreversibles.
Marea de ratas es una novela fundamental en el panorama de las
letras colombianas, como lo son las otras de Arturo Echeverri Mejía,
Antares, El hombre de Talara y Bajo Cauca. Hay que confiar en que
aparezcan nuevas ediciones en los próximos años.
Marea de ratas
Arturo Echeverri
El Peregrino
EL DISCURSO AMOROSO
Gloria Esquivel
La narradora de El final de la historia quiere escribir una novela en
donde pueda retratar, de la manera más fiel posible, los altibajos
emocionales que vivió durante los meses en los que sostuvo un romance
con un hombre doce años menor que ella. Hurga en sus recuerdos hace un
inventario de las peleas que tuvieron, reconstruye con minucia cada
palabra que su examante pronunció (o no pronunció), las pocas veces que
salieron en público. Desentraña cada uno de los gestos de ese hombre. Se
pregunta, hasta el agotamiento, qué circunstancias la llevaron al
fracaso amoroso y cada uno de estos interrogantes inevitablemente la
hacen pensar sobre el oficio de la escritura.
“Si alguien me pregunta de qué trata la novela, le diré que de perder a
un hombre porque no sé qué decir”, admite de manera lacónica, mientras
guía al lector por un relato construido a partir de elipsis y silencios
en donde la historia del fracaso se ve alternada y, muchas veces,
interrumpida por reflexiones sobre la creación literaria y la
imposibilidad de convertir esa pena de amor en prosa organizada,
estructurada y coherente.
El final de la historia es la única novela de la cuentista
norteamericana Lydia Davis. Publicada originalmente en 1995, es
considerada una excepción formal dentro de la prolífica carrera de esta
escritora que se ha destacado por el uso de un lenguaje preciso y
transparente que posibilita que la extrema brevedad de su narrativa se
asemeje más al fragmento autorreflexivo que al relato tradicional.
En esta narración, por ejemplo, escritora y amante se superponen. “No
sabía si escribía tanto sobre él porque había superado el dolor, o si
escribía para intentar superarlo”, admite la narradora, con toda la
rabia, el deseo y la esperanza de una amante que intenta desenmarañar su
propia historia. El lector se enfrenta a un juego doble. Por un lado,
la enumeración de detalles minuciosos (a veces tediosos), que componen
una cotidianidad de pareja que intenta sublimarse por medio de la
creación. Por otro, una trama que es puesta en duda constantemente con
cada recuerdo narrado y la posibilidad de que sea una invención.
Es claro que el proyecto de la novela que quiere escribir la narradora,
el proyecto mismo de esta novela, resulta paradójico pues el dolor y el
desgarramiento de una separación pertenecen al terreno de lo indecible.
Sin embargo, en El final de la historia, Davis logra materializar, con
gran lucidez, la idea de que el amor no es nada más, sino una ficción
que se construye en soledad.
El final de la historia
Lydia Davis
Alpha Decay
CUENTOS PARA UN CAMBIO DE ERA
Sebastián Chalela Morris
El final de la era Tokugawa en el Japón, conocido por imponentes hechos
militares y políticos, no solo develó millares de misterios guardados
por costumbres tradicionalistas, férreas políticas de aislamiento y la
lenta aceptación de todo lo occidental, sino que también sacudió al
mundo de la literatura nipona, produciendo tesoros que son una fortuna
de encontrar.
Kunikida, nacido cuatro años después de dicho periodo, creció de la mano
de la transformación de su país: una revolución que hizo tambalear las
costumbres, el espíritu y los corazones del pueblo japonés. El estudio
de la filología inglesa y los intereses literarios del momento llevaron a
permear su alma por las obras de autores como Wordsworth y Tolstoi. De
allí que en su estilo se deje ver la influencia del romanticismo y del
naturalismo sin que encaje definitivamente en una u otra corriente; de
allí que sea único en el mundo literario de su tiempo.
Los cuentos de Musashino nos ofrecen fotografías vivas llenas de detalle
y maestría. Su representación de la naturaleza hace posible no solo
ver, sino experimentar con todos los sentidos, un mundo de imponentes
paisajes naturales en cuya belleza palpita un espíritu trascendente. Con
igual claridad plasma los caminos por los que deambula el hombre en
busca de sentido y realización, y aquellos que le construyen desde su
interior, a veces armonizando con su ambiente y otras condenándolo a una
vida truncada en el mismo. Su prosa nos conduce a la contemplación,
manteniéndonos en el momento presente donde el mundo se revela como un
particular regalo de los dioses, tan lleno de belleza, como
incomprensible.
La naturaleza, la cotidianidad, los encuentros fortuitos, los misterios
del infortunio, son todos pozos de potencial narrativo que el autor
explora haciendo uso de la sorpresa, capacidad que considera, como
Okamoto, personaje de uno de sus cuentos, “lo único capaz de salvar al
hombre de sí mismo”.
Musashino
Doppo Kunikida
Ardicia
RECLAMOS PATRIÓTICOS
Sebastián Chalela Morris
Dos hombres japoneses corren despavoridos y desnudos por la estepa
nevada, traicionados por la sangre de un conejo siberiano. Un comandante
henchido por los celos condena a toda una compañía a olvidar el calor
de las mujeres rusas, enviándolos a buscar un riachuelo perdido entre
los árboles cargados de nieve. Un anciano de dientes amarillos que hiede
a opio y miedo se retuerce como un gusano en un agujero en la tierra.
Un trabajador cae intoxicado en la fábrica de soya donde su padre y su
abuelo murieron y lo embarga el temor de que a sus hijos y nietos los
aceche el mismo destino maldito. Estas y muchas otras escenas reverberan
como una súplica al olvido, un grito de alarma a la ignorancia, un
reclamo tajante a la inconciencia de una patria cuyo sistema aplasta al
proletariado y le condena a sufrir por siempre su condición desigual,
tanto en los campos de batalla agrícola nacionales, como en los de
combate sangriento en el extranjero.
El autor nipón Denji Kuroshima, nos presenta con sencillez y sobriedad
una mirada íntima al mundo del soldado japonés en la época de la
Intervención Siberiana y a la vida de los campesinos en suelos locales,
ambos condenados a muerte por la obediencia impuesta por tradición y la
deshonestidad de un sistema imperial que les atrapa y les consume,
marchitándolos sin remedio. “La guerra no depende de la voluntad de los
soldados”, nos dice, concluyendo finalmente que dicha voluntad no existe
y que es decapitada de inmediato allí en donde se atreve a asomar la
cabeza; ha sido erradicada por la historia de un
Japón bélico en el que los ricos y poderosos han mandado la partida
siempre, enviando a los necesitados a perecer en los distintos frentes
de batalla que presenta la vida. La colección pone en evidencia la
cuchilla helada de los acomodados y el desvalimiento del trabajador
común que se ve obligado, incluso por los de su misma condición, a
enterrar sus sueños y todo anhelo de superación, guardando como único
tesoro su dignidad.
Una bandada de cuervos
Denji Kuroshima
Ardicia
UN EXPERIMENTO CUÁNTICO
Álvaro Robledo
Tartamudo es la ópera prima de la editorial bogotana Animal Extinto y de
su autor, Sebastián Bejarano. Es un libro refrescante dentro del
panorama nacional, ajeno a las modas y los embelecos de las grandes
editoriales y de los escritores que algunos llamarán consagrados.
Después de leerla, me atrevería a decir que, tal vez, es también la
primera novela cuántica que ha nacido en estas latitudes.
Bejarano nos habla de las posibilidades del lenguaje desde el lenguaje
mismo: no es un libro de hondas disquisiciones sesudas, sino que utiliza
la palabra y su posible origen, el juego, “mirar el juego como un
juego”, en el campo de la potencia, de lo que puede ser para dejar de
serlo una vez es definido. Esto puede sonar discursivo o incluso tonto,
pero como el mismo autor nos lo dice: “uno nunca sabe cuáles son los
misterios que se esconden detrás de las cosas tontas”.
La novela, si de una novela se trata, aun cuando es un texto con mayores
alcances y mayores imbricaciones que los de una simple narración
lineal, nos invita a preguntarnos por el núcleo de uno de los elementos
que nos hacen humanos: las palabras y su forma de nombrar el mundo. A lo
largo de las páginas, nos incita a “creerle a las ideas, a la intuición
de que hay algo más. Creerle a las preguntas simples”. Es, en últimas,
una larga y variable pregunta en torno al silencio, un silencio que “no
está en el texto, sino en el lector”.
Uno de los personajes centrales de la narración es el físico bogotano
Luis Alberto Barco, quien postula la palabra cuántica: “las palabras,
las sílabas y las letras podían estar en dos lugares a la vez,
experimentando saltos de energía o cuantos”. Es él quien propone la
posibilidad de ser hablante y mudo a la vez, “una nueva especie de
tartamudez poética”.
Con este, su primer libro, Sebastián Bejarano trae una corriente de aire
fresco, una voz distinta que no pretende otra cosa que seguir las
huellas de las palabras que cita de Jean Cocteau: “desencantado de las
letras, quise superar la literatura y vivir mi obra”.
Tartamudo
Sebastián Bejarano
Animal Extinto
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