foto.fuente:letralia.comUn novelista puede hacer comportarse a sus personajes lo mismo que haría él en determinadas circunstancias, por descontado siempre y cuando el argumento lo permita
Encontrar el alma desnuda del autor a través de su obra es apasionante y requiere de mucha habilidad detectivesca porque la mayoría de las veces ignoramos, puede ignorarlo hasta él/ella mismo, cómo es en realidad esa persona y lo que piensa en su vida privada, sus motivaciones, sus filias o sus fobias.
Un novelista puede hacer comportarse a sus personajes lo mismo que haría él en determinadas circunstancias, por descontado siempre y cuando el argumento lo permita, y ahí tenemos una primera filtración, pero nada más, o también recrear, deliberadamente, un pasaje de su vida si juzga que encaja con el argumento. Si no pasa de estos límites, la novela se verá enriquecida y todos satisfechos, autor/a y lectores.
Otro ejemplo lo tenemos en la novela catarsis a través de la cual el autor/a describe vidas y sucesos que le hubiese gustado vivir: el pusilánime se trasforma en héroe, el pobre en millonario, la mujer desafortunada en amores en la más deseada, y muchas personas de instintos poco recomendables pueden hallar también su desfogue, escribiendo novelas espeluznantes, y que nadie se me alborote ahora por lo que acabo de decir; no olvidemos que el escritor/a "vive" sus novelas con mayor intensidad que la propia existencia.
También tenemos, no hay que desestimarlo, el caso que nos ofrece el escritor/a a sueldo de las grandes editoriales, cuya personalidad se reduce a escribir lo que le sugieren (o mandan); éste es simplemente un buen artesano que cobra un sueldo por novelar y que por esta razón ha visto anulada su creatividad, cosa que en realidad le importa poco ya que lo primordial es poner el plato a la mesa.
Todos estos autores/as conforman el abanico de posibilidades que se encierran dentro de cada uno de nosotros los que escribimos, pero sugiero no hurgar en el misterio de las personalidades ocultas, porque, como dice Paul Auster, la relación entre autor y lector no debe pasar nunca de los límites de la lectura de una novela; buscarle tres pies al gato puede ser peligroso o bien decepcionante, porque los novelistas, y esto lo digo yo, somos personas como todas las demás, ni elegidos ni seres fuera de lo común, lo único que nos diferencia es que nos da por emborronar papeles.
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