Los primeros. Anoche, en Venecia, los invitados pudieron recorrer el flamante laberinto borgeano.foto.fuente:Revista ÑSe inauguró en una de las sedes culturales más importantes de Venecia. Reproduce en espejo el apellido del escritor. Kodama espera poder hacer otro porteño
Borges tiene desde anoche su laberinto en Venecia, ciudad que amaba desde que la conoció a los ocho años de edad. María Kodama, su viuda, contó que el más grande escritor argentino creía que "Venecia es por sí misma un laberinto".
Una noche mágica se vivió en la isla de San Giorgio, ocupada por la Fundación Cini, uno de los grandes faros culturales italianos. Se escuchó a Borges que recitaba "El Laberinto", mientras que María Kodama leyó el poema "La Luna" que le dedicó su marido. El objetivo de la celebración fue rendir un homenaje permanente a uno de los mejores protagonistas de la literatura universal al cumplirse ayer 25 años de su muerte.
El público siguió desde una gran terraza el acontecimiento, que concluyó con la iluminación "a giorno" del laberinto y la invitación a perderse en sus vericuetos. El jardín ocupa un área de 2.300 metros cuadrados, con un desarrollo linear de 3 km de plantas de boj, con una altura de 75 centímetros. Las plantas son 2.327. Según el secretario general de la Fundación Cini, Pasquale Gagliardi, uno de quienes con su voluntad y esfuerzo hicieron posible la realidad del laberinto de Borges en Venecia, las plantas tienen "la medida justa para que el juego no se convierta en claustrofobia".
Dos mapas ayudarán a salir a los que gocen perdiéndose en el laberinto cuando no hay más remedio. Uno tiene una simple vía de fuga tras 1,2 kilómetros. El segundo recorrido es más complejo, abarca un kilómetro y medio.
El arquitecto británico Randall Coate, quién murió hace cinco años a la venerable edad de 96, era amigo de Borges y fue el diseñador del laberinto. Inspirándose en "El jardín de senderos que se bifurcan", que integra Ficciones , Coate reprodujo el nombre de Borges duplicado como en un espejo y con objetos que aluden a los símbolos del genial imaginario del escritor argentino: un reloj de arena, un bastón, los espejos, el tigre, un gran signo de interrogación.
El mismo diseño fue realizado en 2003 en la estancia "Los Alamos" de la familia Aldao, a 250 kilómetros de la capital mendocina, que también fue encendido anoche para celebrar el nacimiento del gemelo.
María Kodama anunció que el próximo laberinto será construído con piedras y otros elementos originales en Islandia, otra tierra que fascinaba a Borges.
Y que espera poder hacerlo en Buenos Aires. Frente a la Biblioteca Nacional, de la cual el gran escritor fue director durante años, sería el escenario ideal. Pero hasta ahora "no ha sido posible", por burocracia, tal vez, y por rencores, seguro.
No es casualidad que a Jorge Luis Borges se lo celebre mucho más en Europa y en Italia en este aniversario. Basta ver la flacura de las ceremonias en la Argentina frente a la admiración, el respeto y la renovación del recuerdo con que se lo celebra en Europa.
El acontecimiento inaugural fue ideado y organizado por Pedro Memelsdorff, director de música antigua de la Fundación Cini, un musicólogo argentino que otro de los impulsores de este proyecto. "La vida en este mundo es como el laberinto, porque nunca sabemos donde nuestra vida irá", dijo Borges y recuerda Pedro, que supo crear un evento del más alto nivel. Un conjunto de monjes, venidos de Francia y dirigidos por Marcel Perez, interpretó monofonías litúrgicas que crearon una atmósfera casi irreal, en línea con la metáfora del laberinto.
En recuerdo de la sabia ceguera del escritor argentino, el artista Adam Lowe presentó las primeras ideas para realizar un pasamanos que se extenderá por el laberinto con el texto del "Jardin de los senderos que se bifurcan" y dará solo a los ciegos la clave para salir indemnes del vericueto.
Pedro Memelsdorff puso anoche el motor en marcha de un Cancionero Borgiano, con la "prima" mundial de El laberinto, pieza para voz recitante, flauta, clarinete violín, violoncelo y piano, creado para la inauguración por el compositor argentino Julio Viera. Los solistas de la Orquesta Sinfónica de Jura, dirigidos por Facundo Agúdín, tocaron y cantaron la composición de Viera. Memelsdorff explicó que "el Cancionero se enriquecerá en los próximos años con composiciones musicales inspiradas en la obra de Borges".
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