Jorge Luis Borges, que estás en los cielos.foto.fuente:lainformacion.comVeinticinco años después de la muerte de Borges, a nadie le importa ya que el escritor argentino no dejara ninguna novela. Sus cuentos, sus poesías y sus reflexiones filosóficas son el símbolo de la riqueza del español, del saber utilizarlo como pocos y de la belleza de las palabras reunidas con 'buen hacer'. Eso sí, bien podrían haberle valido un Nobel, premio al que fue candidato durante 30 años
No sabemos qué habría escrito de la caída del muro de Berlín, ni del 11-S ni de la Guerra de Irak. Tampoco de la llegada del primer hombre negro a la Casa Blanca o de las últimas revueltas árabes. Jorge Luis Borges nos dejó hace justo 25 años. Sus textos se adelantaron en el tiempo y hoy echamos de menos su anticipación y su mirada hacia el futuro camuflada bajo el nombre de ficción.
El 14 de junio de 1986 el talento patrio de América Latina sufrió un duro golpe. Jorge Luis Borges moría en Ginebra de cáncer hepático y dejaba Argentina huérfana de ficción. Lejos de los tangos, del sol porteño, de las tertulias y compases de su tierra, decidió huir a Suiza una vez más (ya lo había hecho por la enfermedad de su padre). Ésta vez, para despedirse tranquilo y no ser carroña de fanfarrias.
El escritor de ficción que con los años se convierte en realidad
Metido en el mismo saco que otros grandes de la literatura fantástica como Edgar Allan Poe, Julio Verne o Kafka, hoy sabemos que su forma de escribir no era más que un anticipo de la realidad, que nadie describe como su viuda, María Kodama.
Kodama fue su exalumna y su secretaria durante muchos años para finalmente convertirse en su esposa mediante un poder judicial en 1986, meses antes del fallecimiento del escritor y tras muchos años de relación.
Para ella, que estos días ha pasado por España con motivo del aniversario: "Borges entra en temas que son esenciales al alma humana y a la vida de los hombres, pero con un agregado, el agregado de esa fuerza que tiene que se da en algunas personas, a veces una en cada siglo, que es como una anticipación de cosas que van a suceder".
Así lo comprobó la Fundación con su nombre –que ella misma dirige- cuando organizó un encuentro internacional con científicos para analizar los cuentos del escritor. La conclusión a la que llegaron fue que muchas de las ideas que presentó como cuentos fantásticos en los años 40 se convirtieron en una realidad en los 70.
Del verso al relato fantástico
Leer a Borges es leer historias de espejos y laberintos donde la realidad y la identidad personal se mezclan con la fantasía y con el concepto de infinito. Argentina, su historia, sus costumbres y personajes populares siempre están presentes como una sombra, como una vuelta a su esencia.
Su obra puede dividirse claramente en dos etapas. La primera va de 1923 a 1930 y es la del Borges poeta, del verso libre y de la metáfora como elemento. A ella pertenecen Fervor de Buenos Aires, Luna de enfrente y Cuaderno San Martín.
A partir de entonces el escritor se decantará por la prosa y combinará el ensayo breve y la crítica literaria con su famosa "ficción", que se sitúa entre el cuento y la narración fantástica. A este período (que duraría tres décadas) pertenecen los ensayos Discusión (1932), Historia de la eternidad (1936), Ficciones (1944) y El Aleph (1949).
Ciego, culto hasta las cejas y amante de los libros
De orígenes españoles, portugueses e ingleses, creció en una familia bilingüe y a los 9 años tradujo El Príncipe feliz de Oscar Wilde. Curiosamente en el mismo hotel de París donde murió el escritor británico, el Hôtel des Beaux Arts, más tarde Borges manifestaría su deseo de morir.
A los 55 años se quedó ciego a causa de una enfermedad hereditaria y justo ese año fue nombrado director de la Biblioteca Nacional Argentina. Lo vivió como una verdadera paradoja del destino.
En ese momento el autor escribió: "Poco a poco fui comprendiendo la extraña ironía de los hechos. Yo siempre me había imaginado el Paraíso bajo la especie de una biblioteca. Ahí estaba yo. Era, de algún modo, el centro de novecientos mil volúmenes en diversos idiomas. Comprobé que apenas podía descifrar las carátulas y los lomos. Entonces escribí el Poema de los dones".
Conocer a Borges es ir más allá de su obra, ir más allá del escritor y saber que bajo esa manta se encuentra el Borges lector, ese que cada vez que leía un libro firmaba la portada del mismo con fecha y el lugar. Un ritual que repetía cada vez que volvía a leerlo o consultar alguna página.
Por dónde empezar en la obra de Borges
También le han caído críticas. Casi todas por sus "alardes de erudición", por su lenguaje complicado y sus construcciones "demasiado" inteligentes. Sin embargo, lo cierto es que combinaba la sencillez con la riqueza del lenguaje.
Muchos se preguntarán por dónde empezar, por dónde adentrarse en su obra 25 años después de la muerte del autor. Su viuda sugiere que los jóvenes comiencen su lectura por Los Conjurados y El libro de arena.
"En estos libros, Borges tiene un estilo más despojado y quizá tenga un acceso más fácil para su lectura. Son todos cuentos lindos; lo que pasa es que a Borges se le ha atribuido siempre la fama de escritor oscuro y complicado, pero no era nada de eso. Además hay cuentos que se pueden leer en distintos niveles, como El cautivo", añade.
Un descanso
'And ne forhtedon na' ('Y que no temiera', en anglosajón) es la frase que puede leerse en su lápida, que se encuentra en el cementerio de Plain Palais, en Ginebra, de donde nadie ha conseguido sacar los restos del escritor tras intentar su traslado a La Recoleta (y con el correspondiente enfado de su viuda). Argentina lleva mal esa pérdida, sin duda, aunque quizás con la nueva remodelación del centro dedicado a su figura el país quede mínimamente resarcido.
Por detrás de la lápida, uno de los únicos guiños de amor de Jorge Luis Borges: 'Hann tekr sverthit Gram okk / legger i methal theira bert', ('El tomó su espada, Gram, y colocó el metal desnudo entre los dos'), un fragmento de Saga Volsunga, que también incluyó en uno de los cuentos de El libro de arena, único relato de amor del autor.
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