2.6.11

Skármeta:“Si mi ambición fuera vender, me dedicaría a vender tornillos”

El escritor chileno Antonio Skármeta, ganador del último Premio Planeta Casa de América, dice también que a la literatura contemporánea de la región le falta alegría
Hombre feliz. Optimismo y alegría, dos rasgos del escritor chileno.foto.fuente: Revista Ñ

Tal vez la condición de best seller sea ajena al estereotipo de artista torturado, aquél que para alumbrar su obra se adentra en las sombras de su existencia.

Por eso quizás no debería parecer excesivo el optimismo que emana Antonio Skármeta, cuyas obras son traducidas a 30 idiomas. Y entonces así se explique el candor que sobrevuela en su última novela, Los días del arcoíris, que narra los días previos al plebiscito de 1988 en Chile -que abrió el camino para la democracia y el fin del régimen del dictador Augusto Pinochet-, y ahorra referencias explícitas sobre las violaciones a los derechos humanos y las prácticas represivas del Estado.

"Es poco usual que la narrativa contemporánea latinoamericana tenga alegría", dice el autor chileno, consagrado con El cartero de Neruda, cuya versión en cine se conoció bajo el título de Il Postino. Lo dice entusiasta, con la mirada achinada y la sonrisa bonachona del vendedor de golosinas que regala caramelos a los niños.

Skármeta acaba de ganar su segundo Premio Planeta Casa de América, dotado de 200 mil dólares por Los días del arcoíris , que relata con humor y picardía la campaña por el "No" al plebiscito por la continuidad del poder de facto pinochetista y a su cruento aparato represor, orquestado a la par en América Latina.

Skármeta da razones: "Esta es una novela escrita desde la libertad y la democracia conquistada. Eso permite una mirada compasiva e intensa sobre el período de las sombras pero al mismo tiempo celebra la energía y la imaginación de la gente que encontró el camino para dar un rotundo 'No' y abrir camino a la libertad y a la democracia".

Aun la mirada romántica que enlaza los hechos de esa ficción, Skármeta se refiere a la dictadura que aquejó su país como "un proceso oscuro, con gente que arriesgó mucho más que un poema y una canción para lograr lo que se logró".

El tono "alegre" de la novela se palpa sobre todo en una pareja de adolescentes, cuya intimidad se construye progresivamente en la medida que se va anidando el ansia de libertad. Por ello la muchacha terminará por expresarse eróticamente recién a partir de la democracia.

"Trabajo mucho con la omisión significativa. El lector tiene tanta carga de emoción e información del tema que puede hacer una lectura completa del cuadro", dice Skármeta al justificar porqué no creyó necesaria una aproximación más cruenta para la narración de un contexto histórico igualmente salvaje.

De aquél período de su país, dice, le queda todavía "un dolor permanente". Tras el golpe a Salvador Allende en 1973, se exilió primero en Argentina y luego en Alemania; desde entonces su vida resultó "quebrada".

"En este momento mi familia está dividida. Tengo hijos y nietos viviendo en Alemania y otro hijo en Chile. No veo crecer a mis nietos. En mi caso es nada con lo que hicieron con otros. Pero yo he vivido con el dolor permanente. Los seres que amo no han crecido ante mis ojos ni estoy dándoles cariño ni recibiendo de ellos estímulo, simplemente porque lo decidió un dictador".

Skármeta, graduado en Filosofía y Literatura en la Universidad de Chile y en la de Columbia, en Nueva York, obtuvo además varios otros premios, como el Grinzane Cavour, la Medalla Goethe y el Premio Planeta 2003, además de haber sido embajador de Chile en Alemania en 2000.

Mientras balancea su corpulencia sobre la silla, medita sobre su condición de best seller, despreocupado por el manto de desconfianza que pesa sobre un escritor desde el momento que alcanza esa marca, por la que la calidad de su producción corre el riesgo de ser relativizada.

"Sigo un camino individual en mi literatura y no quepo en categorías. Son peripecias del mercado en las que el autor tiene poco que ver. Trato de escribir lo mejor que puedo. No voy detrás de nada. Si mi ambición fuera vender, me dedicaría a vender tornillos. Yo trabajo con verdades que atañen a Latinoamérica, aunque ya esto suena muy pomposo".

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