11.3.15

Instrucciones para no caer en el conformismo

Errata Naturae reedita  La escultura de sí, de Michel Onfray, donde el pensador francés apuesta por una ética que escape de la renuncia y la culpa
 Michel Onfray, en una imagen reciente.Charly Triballeu./lavanguardia.com
Portada de La escultura de sí.  Errata Naturae.

Errata Naturae ha recuperado, y mejorado, uno de sus primeros libros publicados. La escultura de sí es uno de los títulos más conocidos del pensador francés Michel Onfray, en el que intenta desarrollar una nueva ética que escape de la renuncia y la culpa, y que al mismo tiempo se articule como una estética. Ante el conformismo contemporáneo; identidad propia y afirmación radical de la vida.
Onfray, acudiendo a Nietzsche (“Sé amo y escultor de ti mismo”), propondrá la edificación de un yo insumiso e inconformista. Para ello viaja a Viena y busca un modelo que le sirva de arquetipo. Un modelo, nos advierte, que no es un corsé, “sino que invita a encontrar el camino propio”. Y lo halla en la Piazza San Zanipollo, en una estatua ecuestre de Andrea del Verrocchio que representa el Condotiero Bartolomeo Colleoni.

Hacia la “bella individualidad”

El Condotiero, un emblema del Renacimiento, simboliza para Onfray la elegancia, la energía, la virtuosidad y, en definitiva, lo que el pensador francés llama “bella individualidad”. No le interesa al autor su definición histórica sino su figura, que escapa de la moral cristiana. En el Condotiero encontramos las prácticas subversivas de los antiguos cínicos: creadores de sus propios valores, una misma exigencia de estilo y virtud, y un temperamento entre libertario y aristócrata.
Es la escultura que va esculpiendo Onfray un equilibrio entre la exuberancia de Dionisio y la forma de Apolo: “Destaca en el arte, en cierto modo alquímico, de transformar energía inútil en una fuerza que dispone de un objeto: uno mismo”. La fuerza, apunta el autor, es lo contrario a la violencia.
El libro es, pues, un distanciamiento con aquellos que “se creen ateos y que, sin embargo, continúan sacrificándose por los ídolos, los dogmas y los dictados de los social”. El objetivo es conservar la independencia de espíritu y fomentar la excepción. “Hay que dejar de creer que podemos volver bueno aquello que se dirige a la mediocridad”, insistirá Michel Onfray. La respuesta es la constitución de una personalidad creativa.

Una estética de las pasiones

Esa bella individualidad no puede confundirse con el “narcisismo vulgar”, el individualismo materialista, que “se ciega a sí mismo después de haber encontrado su propia mirada”. Lo que busca el Condotiero –convertido ya en modelo ético y estético de Onfray- es el reflejo de sus potencias: las fracturas, los puentes, los abismos de la geografía de uno mismo. La masa quiere el mimetismo, la copia, la servidumbre voluntaria, lo idéntico. El olvido de sí.
El yo inconformista que defiende Onfray quiere acabar con “esa barbarie que consiste en erradicar las pasiones”. Una ética afirmativa es, entonces, aquella que presta atención al goce propio al mismo tiempo que al del otro. El hedonismo es dinámico y, por lo tanto, escapa del egoísmo. La moral ha idealizado lo ascético, el acabar deseando no desear más, realizando así un elogio de la extinción. Por ello es necesaria una patética (una estética de las pasiones), nos dice el autor, para preferir el Eros al Tánatos.
Hemos de recuperar la voluntad de goce, concluye Michel Onfray, “allí donde normalmente triunfan el resentimiento y el ardor por apagar la energía”.

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