El escritor publica La hoguera pública, todo un clásico de los años 70 y Ciudad fantasma, humorística revisión de la mitología del western
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Robert Coover, en Barcelona Kosmopolis./Mónica Tudela./elperiodico.com |
Robert Coover es el maestro secreto de la literatura
norteamericana más transgresora en forma y estilo. Una especie de
gemelo de Thomas Pynchon con menos reconocimiento público al que le ha
costado no poco trabajo subir al podio de los grandes no solo por la
radicalidad de su escritura sino también por su grotesca utilización de
la incorrección política.
Coover visita Kosmopolis con dos nuevos libros, Ciudad fantasma (Galaxia Gutenberg) y La hoguera pública (Pálido
fuego), todo un clásico de 1977, que incomprensiblemente no había sido
traducido hasta el momento. La hoguera pública sigue el famoso juicio
contra el matrimonio Rosenberg, acusados de ser espías comunistas y
obligados a sentarse en la silla eléctrica en 1953. Coover convierte a
los paranoicos Estados Unidos de la guerra fría en un ambicioso circo de
los horrores y coloca como narrador a Richard Nixon,
feroz anticomunista. Antes de llegar a la presidencia fue un activo
miembro del Comite de Actividades Antiamericanas. "Había escrito la
mayor parte de mi novela cuando se desató el Watergate -recuerda el
autor- y tuve que alquilar una casa en Princeton -yo entonces vivía en
Inglaterra- para sentarme ante el televisor y tomar notas. Me vi
obligado a rehacer mi trabajo porque la realidad había superado mis
expectativas".
Tampoco lo tuvo fácil a la hora de encontrar editor, porque el libro
olía a pleitos por difamación a distancia. En parte por el trazo grueso
con el que estaban dibujandos Nixon y su esposa. "Seguí esa enseñanza de
Kafka que dice: 'una vez elegida la metáfora hay que seguirla hasta el
final' y lo hice no sin dificultad, pero durante mucho tiempo creí que
esta novela solo la leerían mis amigos". Finalmente fue Viking quien se
atrevió a lanzarla al mercado, tras una dura negociación en la que
Coover se negó a cambiar los nombres reales de los personajes. Ya en las
librerías, el sello reculó y plegándose a las presiones no repuso
ejemplares mientras la fama de esa novela maldita e inencontrable iba
creciendo. "Estados Unidos siempre ha sido un país maniqueo y aunque
esto es algo que todavía persiste, actualmente se han roto barreras.
Años después de que apareciera mi novela, en Saturday Night Live se
pudieron hacer chistes contra todo el mundo y hoy cualquier autor
norteamericano puede tomar los principios de la República y reírse de
ellos".
El mito del western
Coover también se las ha tenido con algunos de los grandes mitos
fundacionales de su país. Es el caso de Ciudad fantasma que en
principio tenía que ser una gran novela épica que se quedó en una
divertida aproximación a las historias del Oeste en la que encierra en
una ciudad fantasma, literalmente, toda esas imágenes que todos
conservamos sobre el género. "Todos en algún momento hemos acariciado
esa idea de vivir en libertad total y de poder matar que nos permite el
western".
A sus 83 años, Coover está en plena forma. Acaba de ver publicada en Estados Unidos su novela The brunist day of wrath, mil cien
páginas de nada en la que continua las andanzas de los brunistas, una
secta inventada que protagonizó su primera novela en 1966. "Creo que a
los críticos les gustaba la idea de que mi obra quedara encerrada entre
esas dos novelas y que se completara el ciclo, pero me temo que les voy a
decepcionar". Y es que Coover ha emprendido la redacción de una nueva
novela, en la que reescribe una aventura inacabada de Tom Sawyer y Huck
Finn, en cuyos diálogos no usa ninguna palabra que no hubiera utilizado
original Mark Twain. Pero con el sello inequívoco de Coover, claro está.
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