De poder elegir un "superpoder", como novelista a Julian Barnes
(Leicester, Reino Unido, 1946) le gustaría tener el don de vestir su
cuerpo enjuto con la piel de "una persona completamente distinta" a él.
Un ser tan diferente que le fuese imposible conocer de veras su mente si
no es "entrando en ella" durante al menos 24 horas. Un caso
interesante, para Barnes, sería una mujer. Otro, todavía más insondable,
el representante de algún partido. Porque "lo más opuesto que hay a un
novelista es un político", sentencia el autor de El sentido de un final, El puercoespín o Arthur & George,
la obra que leyeron en 2008 los estudiantes de varios institutos
gallegos y por la que hoy, siete años después, ha visitado Santiago.
En aquella edición del Premio Arzobispo San Clemente, un histórico
galardón otorgado por adolescentes que ha traído a las aulas de la
capital gallega a autores de todo el planeta, los centros públicos
participantes votaron masivamente a Barnes frente a sus rivales. Junto a
él eran finalistas John Updike (con Terrorista) y Henning Mankell (con Zapatos italianos).
Barnes no pudo acudir a recoger el premio, inmerso en el duelo -que
nunca acabó del todo- por la muerte de su esposa, Pat Kavanagh,
fallecida aquel mismo año. Hoy ha saldado lo que consideraba una deuda:
"Lamento no haberlo recogido antes, pero hay cosas que mejoran con el
tiempo", justificó en rueda de prensa en el lugar que es el corazón de
este premio, el monumental instituto Rosalía de Castro de Compostela,
ayudado en todo momento por su traductor al gallego, el periodista Xesús
Fraga.
"Hace 25 o 30 años", Barnes llegó a ser finalista de un premio
similar, concedido por estudiantes, en Italia. Como no ganó, se consoló
pensando que "el sistema era estúpido". Ahora, en cambio, considera que
es "una idea inteligente". Fue al convertirse en el escogido para el San
Clemente cuando empezó a creer que los reconocimientos y honores
concedidos por un jurado no experto pueden ser "fantásticos". Lo mismo
que "ser capaz de llegar a las generaciones de lectores más jóvenes". No
obstante, le llena de "tristeza" que el estadounidense John Updike,
fallecido poco después del veredicto del jurado estudiantil, en enero de
2009, no hubiese ocupado su lugar como vencedor. "Lo admiro y lo
reverencio", reconoce Barnes, "de hecho aproveché el vuelo a Santiago
para leer su novela [en aquella final], que acabé hoy en el desayuno; y
saber que solo cosechó un voto de los institutos gallegos me llena de
desazón. Espero que, con el tiempo, este público aprenda a quererlo".
Aunque el de Updike no es el peor resultado de la historia del San
Clemente. El año que optó a la temible sentencia de los bachilleres,
García Márquez se quedó a cero. No obtuvo ningún punto en la final.
“Los novelistas se distinguen de los gobernantes en que inventan verdades”
Respecto a su intriga no resuelta por el alma de los políticos,
Barnes explica que lleva tiempo observando a esos "animales extraños",
seres con "ciertas cualidades" como su "gran resistencia" y una
"capacidad de entender" que se trunca en un momento dado, porque "al
final terminan equivocándose muchas veces" y "hacen las cosas al revés
de como deberían". En principio, "los políticos y los novelistas son muy
semejantes", defiende el escritor: "Los dos inventan cosas que
pretenden que los demás piensen que son verdad. Pero la diferencia
estriba en que las cosas que inventan los novelistas son realmente
verdaderas".
El británico, que se declara "conmovido" por el premio, comprende que
estos estudiantes todavía menores de edad conecten con la historia real
ocurrida en un pueblo de Inglaterra durante los años treinta que recrea
Arthur y George. "Es una historia propia de nuestro tiempo",
defiende, "porque sigue habiendo injusticia, abuso de autoridad por
parte de la policía y prejuicios raciales". Todo esto "puede acontecer
en la Inglaterra contemporánea", pero también en cualquier otra parte
del mundo. Según Barnes, "hoy no hay ninguna sociedad donde los
prejuicios raciales no existan". Lo único que cambia, continúa, es el
colectivo contra el que se focaliza esa ira, miedo o desconocimiento:
"Cada 10 años, le toca a un grupo humano diferente" ser el perseguido o
el temido.
Barnes también ha contado que trabaja en una "novela corta" de la que
no quiere dar más detalles pero que prevé concluir en primavera. Le
gustaría que se publicase a principios de 2016, y festejar así su 70º
cumpleaños, el día 19 de enero.
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