En el verdadero acceso a una buena educación, la reducción de las
desigualdades sociales y la conciliación de los mundos rural y moderno
descansa parte del éxito de la paz en Colombia. En ello coinciden
Fernando Savater, Sergio Ramírez y Santiago Gamboa, los tres escritores
que participaron, este lunes en el Teatro Real de Madrid, en el diálogo
La visión de los intelectuales dentro del Foro por la paz en Colombia.
Organizado por el diario EL PAÍS y la Fundación Buen Gobierno,
patrocinado por Telefónica, BBVA, Ferrovial, Alcaldía de barranquilla y
Avianca, con la intervención de líderes internacionales. El foro se
abrió con el apartado político-jurídico, luego siguió el cultural,
después el económico y, finalmente, las reflexiones sobre las soluciones
para la paz.
Los tres escritores, moderados por Monserrat Domínguez, directora de El Huffington Post,
dialogaron desde su experiencia como autores y ciudadanos de tres
países distintos (España, Nicaragua y Colombia, respectivamente) que han
vivido violencias y situaciones extremas y que a su vez son destacados
articulistas de periódicos.
La educación es la verdadera revolución, es la antifatalidad. La educación debe ser un reclamo social y cívico
“La educación debe ser el elemento integrador de América Latina”,
afirmó Ramírez (Masaya, Nicaragua, 1942) que fue vicepresidente del
gobierno de Daniel Ortega, entre los años 1986 y 1990, tras la derrota
del sandinismo. La reflexión del autor nicaragüense fue seguida por
Savater (San Sebastián, 1947), quien aseguró que “la educación es la
verdadera revolución, es la antifatalidad. La educación debe ser un
reclamo social y cívico”. El filósofo español recordó que fue invitado a
Medellín, hace unos años, para contar y trasladar a los dirigentes y a
la ciudadanía la experiencia vivida por el País Vasco ante la presencia
de ETA.
El diálogo colombiano se abrió con el nombre de Nelson Mandela y su
logro de la paz en Sudáfrica. Monserrat Domínguez lo mencionó como
ejemplo y casi como invocación. Sergio Ramírez dijo, entonces, que el
mayor conflicto al que se enfrentará el Gobierno y la sociedad es el de
resolver el tema de la impunidad. Según el autor nicaragüense, la
guerrilla colombiana está anquilosada en lo ideológico.
En Colombia el mundo intelectual, desde el inicio del proceso, ha estado fuertemente ovilizado a favor de conseguir la paz
Savater señaló que algunos de los prejuicios en Latinoamérica es el
relacionado con la creencia de que los gobiernos son malos y las
guerrillas no. Aunque, aclaró Gamboa (Bogotá, 1965), “en Colombia el
mundo intelectual, desde el inicio del proceso en 2012, ha estado
fuertemente movilizado a favor de conseguir la paz”. En cambio, denunció
la utilización “perniciosa del lenguaje desde posiciones opositoras a
la paz”. Recordó, por ejemplo, que la palabra "conflicto" ha
desaparecido de los despachos oficiales. Para asegurar un futuro mejor,
Ramírez no tiene duda de que hay que "conciliar el mundo rural y el
moderno porque es uno de los asuntos clave de la transformación de la
sociedad". Una de las maneras, agregó, de reducir la brecha económica
entre los colombianos,
“Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón
al azar y me lo ganó la violencia”. Esta primera frase de la novela La vorágine
(1924), de José Eustasio Rivera resume parte del sino que ha vivido
Colombia desde su independencia en 1810. Pero este presente hunde sus
raíces en el 9 de abril de 1948 cuando fue asesinado el candidato a la
presidencia Jorge Eliécer Gaitán, se acrecentó en 1964 con la creación
de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y se avivó con
la reactivación del paramilitarismo y el narcoterrorismo en los años
80.
Las artes en sus diferentes manifestaciones han reflejado esta situación colombiana. Y entre ellas la literatura de manera especial, desde la citada novela de Rivera y la obra de Gabriel García Márquez (Cien años de soledad o La mala hora), hasta autores contemporáneos como Arturo Alape, con El bogotazo: memorias del olvido; Héctor Abad Faciolince, con El olvido que seremos; Juan Gabriel Vásquez, con El ruido de las cosas al caer; Laura Restrepo, con Los olvidados; Evelio Rosero, con Los ejércitos; o Marbel Sandoval, con En el brazo del río.
Uno de los últimos libros, precisamente, lo acaba de publicar en su país Santiago Gamboa, el ensayo La guerra y la paz.
Se trata de un recorrido por algunos de los conflictos más
significativos de la humanidad y la manera como se acercaron a la paz.
Desde la guerra de Troya, pasando por la II Guerra Mundial o la de
Sarajevo, hasta la violencia colombiana. En una de sus páginas, Gamboa,
dice: “La construcción de la paz tendrá que vivirse como una segunda
independencia, pues el país ya no está dividido entre la realidad y el
deseo. Al revés: hará más complejo y exigente su deseo, el cual será,
acorde con las exigencias a las que da paso, el de una nación en la que
realmente quepan todos, escrita con un lenguaje que refleje su
complejidad, no solo su imagen estática”.
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