19.3.15

Ser librero: el ferviente oficio de leer y compartir con generosidad esa pasión

Hacer del placer un trabajo. Muchas veces, compro ejemplares que ya tengo en mi biblioteca. Poder comprar el mismo libro que me fascina cinco veces, y transmitirle esa fascinación al lector, al visitante, eso es ser librero
Una librería y un lector./adncultura.com

En la ciudad con mayor cantidad de librerías del mundo -467, reportó el estudio World Cities Culture Forum 2014-, conviven libreros de toda clase. Están los tradicionales, formados en la época en la que no existían las computadoras ni las compras por Internet; los multidisciplinarios, que sumaron a la oferta tradicional de libros otras propuestas culturales, como conciertos, muestras de arte, talleres y charlas abiertas con escritores, y los amantes de la literatura que adoptaron el oficio como forma de vida. Aunque en el catálogo está también el vendedor desinformado que sólo conoce los best sellers de turno, la característica común para identificarlos es la pasión por la lectura. Débora Yánover, Fernando Pérez Morales y Francisco Garamona representan tres modelos actuales de libreros, de esos que el cliente agradece encontrar cuando entra a una librería.
Orgullosa de pertenecer a la vieja escuela, Yánover heredó el amor por el oficio de su padre, Héctor Yánover, que fundó la Librería Norte en 1961.Creció rodeada de libros, en un ambiente intelectual, y de chica creía que era natural que en todas las familias hubiera libreros. En 1989, cuando su padre fue designado director de la Biblioteca Nacional, ella se puso al frente de Norte. Y quedó a cargo definitivamente en 2003, cuando murió el fundador.
Con el paso del tiempo, más que cambios estructurales en el oficio hubo cambios operativos. "La incorporación de la computadora al negocio sistematizó algunos procesos; además, la cantidad de títulos disponibles aumentó enormemente y sin una computadora sería imposible retener la multiplicidad de títulos en el mercado", advierte ella. Lo que no cambió es la dedicación y la felicidad de trabajar con esos objetos preciados: "Cuando, después de muchos años, tenés el mismo entusiasmo al abrir una caja donde están los títulos que esperabas; cuando esos libros te dicen el nombre de las personas [tus clientes de cada día] a quienes vas a recomendarlos, entonces sos librero". Tal como le legó su padre, quien se dedica a vender libros debe ser, ante todo, un gran lector. "Un lector apasionado -destaca Yánover-, capaz de transmitir su pasión a los clientes."
Su visión coincide, por supuesto, con los otros dos entrevistados. Garamona, dueño de la librería La Internacional Argentina, de Villa Crespo, no concibe que se ejerza el oficio sin devoción. "Para mí, ser librero es tener la posibilidad de comprar libros, que es una de mis grandes pasiones. Soy un lector y comprador compulsivo de libros. Y tuve que poner una librería y una editorial para poder darme este lujo [sin que me echen de mi casa] y hacer del placer un trabajo. Muchas veces, compro ejemplares que ya tengo en mi biblioteca. Poder comprar el mismo libro que me fascina cinco veces, y transmitirle esa fascinación al lector, al visitante, eso es ser librero."
Editor del sello independiente Mansalva, antes de abrir la librería, Garamona tuvo un puesto en una feria de compraventa. Por algo define a La Internacional Argentina como una librería de usados y de autor. "Es que lo mío son los libros, atemporalmente hablando. Creo que, como todo oficio, en un punto no cambia. Es algo parecido al ebanista: siempre se tallan las mismas maderas, aunque cambien las vetas. Nuestra librería, aun siendo absolutamente moderna, es bastante tradicional."
Con treinta años en el rubro, Fernando Pérez Morales, de la Boutique del Libro de San Isidro, no duda cuando dice que la principal virtud de un librero reside en respetar el deseo del cliente. "Me molestan mucho los vendedores que quieren darle al cliente lo que ellos quieren y no lo que él quiere leer." Ubicada a tres cuadras de la estación de tren y a dos de la Catedral, la sucursal de la Boutique de Pérez Morales es una de las primeras de una red de librerías con perfil cultural que en los últimos años llegó a Ushuaia, Puerto Madryn y El Calafate. "La Boutique se transformó en un centro cultural para el barrio, con espacio para toda clase de artistas. Es un emprendimiento independiente y pluralista. Mi relación con la clientela lleva 32 años. Crecimos juntos, nos conocemos por nuestras historias, nuestros hijos e incluso nuestros nietos. Yo siento que todos los días, en forma discreta, la clientela agradece que la Boutique esté en San Isidro. Y yo también soy un agradecido, porque me han respetado más allá de no pensar igual sobre muchos temas."

País de lectores

Con una de las tasas de lectura más alta de América latina, en la Argentina el 56 por ciento de los habitantes lee por lo menos un libro por año. Y los que leen prefieren las historias en papel que en sus versiones digitales. Según los resultado de la última encuesta anual de consumos culturales, apenas el 8 por ciento de los lectores utiliza un e-book o similar. Este dato implica que los argentinos son asiduos clientes de las librerías. Y por eso mismo el rol del librero sigue siendo tan significativo.
Dice Garamona: "Las virtudes de un librero deberían ser las mismas que las de un amigo. La amistad es no engañar y ofrecer siempre lo mejor. Un librero deber crear una biblioteca personal, pero para los otros. Compartir, iniciar a los más jóvenes en ese camino de placer. Y estar abiertos los cinco días de la semana, aunque no pase nada".
A diferencia de lo que puede suceder en locales de grandes cadenas o en los shoppings, donde muchas veces la cara del vendedor no puede disimular su desinterés por la consulta, en librerías como Norte, La Internacional Argentina y la Boutique del Libro quienes están del otro lado del mostrador saben de literatura universal, clásica y contemporánea.
"En nuestro equipo -cuenta Yánover-, hay libreros filósofos, poetas, el que conoce bien el territorio psi, el especialista en literatura infantil, el que escribe y lee narrativa. Así, la información y las recomendaciones circulan entre todos. Nos apoyamos, también, en la escucha y el gran aporte de nuestros clientes, que nos hacen descubrir perlas en un mar de libros que llegan como olas y, a veces, se van sin haberlo notado. Esa relación es nuestro tesoro."
De la cantidad de anécdotas reunidas en tres décadas, que demuestran la importancia del vínculo entre unos y otros, Pérez Morales resalta una desopilante: "Hace poco vino una señora muy fina, se acercó al mostrador y casi murmurando me pidió: «Malbec», de Shakespeare. Nos miramos en silencio con los chicos y, respetuosamente, fuimos a buscar Macbeth a la estantería. Cuando la señora vio el libro, notó su error, esbozó una sonrisa y agradeció la discreción".
La señora Malbec quedó en la historia de la librería al igual que "El cántaro paja hasta morir", como rebautizó un cliente al famoso título de la australiana Colleen McCullough. "Hasta hoy -confiesa Pérez Morales- si queremos buscar El pájaro canta hasta morir en la computadora tipeamos «El cántaro paja»."
No es lo mismo ser librero con computadora o sin ella. Antes todo estaba en la memoria y ése era el verdadero archivo, pero hoy la computadora te dice todo: si lo tenés, si lo conseguís, dónde está ubicado. Pérez Morales va incluso más allá. Para él, el trabajo puro de librero se transformó con la evolución del negocio en una gestión cultural. "Hoy en día no te alcanza con ser lector: la Boutique tiene movida cultural. Me muevo en ese espacio tratando de armonizar todo lo que pasa adentro, aunque la vedette sigue siendo el libro."
Entre los autores que visitaron su casa de San Isidro (Saer, Galeano, Sabato, Saramago), Pérez Morales recuerda con especial cariño al chileno Pedro Lemebel, fallecido recientemente. "Llegó tarde, en un remise, con una hora de retraso. Cuando bajó del auto, espió el barrio y me dijo: «Mucho verde, a mí me gusta el cemento». Usaba tacos y una boa que lo abrigaba, entró al local desconfiado, como asustado, como alguien que lo pasó realmente mal y no podía sacarse el miedo de los ojos. Una vez que se relajó [y después de un buen tinto] dio una charla increíble. Fue uno de los mejores asados que disfrutamos en la Boutique."
Como a sus colegas, a Garamona le gusta recomendar lecturas a los clientes. "Uno sueña sus sueños y cuando encuentra tal o cual libro que sabe que buscan o que buscarían, lo compra y atesora hasta el momento del encuentro con esa persona a la que está destinado. Hay una relación íntima y a la vez misteriosa, hecha de vidas diferentes. Gente que muchas veces no tiene nada que ver con uno, pero que a la hora de elegir, se establece un vínculo estético que puede durar para siempre, en una espiral de esa galaxia llamada libro."

Tres variantes de una misma ocupación


Francisco Garamona, 38 años
"Ser librero hoy es como ayer: comprar libros y transmitirle esa fascinación al lector"
La Internacional Argentina

Fernando Pérez Morales, 56 años
"Hoy no alcanza con ser lector: el librero se convirtió en un gestor cultural"
Boutique Del Libro De San Isidro

Débora Yánover, 59 años
"En nuestro caso, ser librero es el oficio sostenido por una pasión: los libros"
Librería Norte
Av. Las Heras 2225; www.librerianorte.com.ar
Fotos de Patricio Pidal y Victoria Guesaldi / AFV

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