En la ciudad con mayor cantidad de librerías del mundo -467, reportó el estudio World Cities Culture Forum 2014-, conviven libreros
de toda clase. Están los tradicionales, formados en la época en la que
no existían las computadoras ni las compras por Internet; los
multidisciplinarios, que sumaron a la oferta tradicional de libros otras
propuestas culturales, como conciertos, muestras de arte, talleres y
charlas abiertas con escritores, y los amantes de la literatura que
adoptaron el oficio como forma de vida. Aunque en el catálogo está
también el vendedor desinformado que sólo conoce los best sellers de
turno, la característica común para identificarlos es la pasión por la
lectura. Débora Yánover, Fernando Pérez Morales y Francisco Garamona
representan tres modelos actuales de libreros, de esos que el cliente
agradece encontrar cuando entra a una librería.
Orgullosa de
pertenecer a la vieja escuela, Yánover heredó el amor por el oficio de
su padre, Héctor Yánover, que fundó la Librería Norte en 1961.Creció
rodeada de libros, en un ambiente intelectual, y de chica creía que era
natural que en todas las familias hubiera libreros. En 1989, cuando su
padre fue designado director de la Biblioteca Nacional, ella se puso al
frente de Norte. Y quedó a cargo definitivamente en 2003, cuando murió
el fundador.
Con el paso del tiempo, más que cambios estructurales
en el oficio hubo cambios operativos. "La incorporación de la
computadora al negocio sistematizó algunos procesos; además, la cantidad
de títulos disponibles aumentó enormemente y sin una computadora sería
imposible retener la multiplicidad de títulos en el mercado", advierte
ella. Lo que no cambió es la dedicación y la felicidad de trabajar con
esos objetos preciados: "Cuando, después de muchos años, tenés el mismo
entusiasmo al abrir una caja donde están los títulos que esperabas;
cuando esos libros te dicen el nombre de las personas [tus clientes de
cada día] a quienes vas a recomendarlos, entonces sos librero". Tal como
le legó su padre, quien se dedica a vender libros debe ser, ante todo,
un gran lector. "Un lector apasionado -destaca Yánover-, capaz de
transmitir su pasión a los clientes."
Su visión coincide, por
supuesto, con los otros dos entrevistados. Garamona, dueño de la
librería La Internacional Argentina, de Villa Crespo, no concibe que se
ejerza el oficio sin devoción. "Para mí, ser librero es tener la
posibilidad de comprar libros, que es una de mis grandes pasiones. Soy
un lector y comprador compulsivo de libros. Y tuve que poner una
librería y una editorial para poder darme este lujo [sin que me echen de
mi casa] y hacer del placer un trabajo. Muchas veces, compro ejemplares
que ya tengo en mi biblioteca. Poder comprar el mismo libro que me
fascina cinco veces, y transmitirle esa fascinación al lector, al
visitante, eso es ser librero."
Editor del sello independiente
Mansalva, antes de abrir la librería, Garamona tuvo un puesto en una
feria de compraventa. Por algo define a La Internacional Argentina como
una librería de usados y de autor. "Es que lo mío son los libros,
atemporalmente hablando. Creo que, como todo oficio, en un punto no
cambia. Es algo parecido al ebanista: siempre se tallan las mismas
maderas, aunque cambien las vetas. Nuestra librería, aun siendo
absolutamente moderna, es bastante tradicional."
Con treinta años
en el rubro, Fernando Pérez Morales, de la Boutique del Libro de San
Isidro, no duda cuando dice que la principal virtud de un librero reside
en respetar el deseo del cliente. "Me molestan mucho los vendedores que
quieren darle al cliente lo que ellos quieren y no lo que él quiere
leer." Ubicada a tres cuadras de la estación de tren y a dos de la
Catedral, la sucursal de la Boutique de Pérez Morales es una de las
primeras de una red de librerías con perfil cultural que en los últimos
años llegó a Ushuaia, Puerto Madryn y El Calafate. "La Boutique se
transformó en un centro cultural para el barrio, con espacio para toda
clase de artistas. Es un emprendimiento independiente y pluralista. Mi
relación con la clientela lleva 32 años. Crecimos juntos, nos conocemos
por nuestras historias, nuestros hijos e incluso nuestros nietos. Yo
siento que todos los días, en forma discreta, la clientela agradece que
la Boutique esté en San Isidro. Y yo también soy un agradecido, porque
me han respetado más allá de no pensar igual sobre muchos temas."
País de lectores
Con
una de las tasas de lectura más alta de América latina, en la Argentina
el 56 por ciento de los habitantes lee por lo menos un libro por año. Y
los que leen prefieren las historias en papel que en sus versiones
digitales. Según los resultado de la última encuesta anual de consumos
culturales, apenas el 8 por ciento de los lectores utiliza un e-book o
similar. Este dato implica que los argentinos son asiduos clientes de
las librerías. Y por eso mismo el rol del librero sigue siendo tan
significativo.
Dice Garamona: "Las virtudes de un librero deberían
ser las mismas que las de un amigo. La amistad es no engañar y ofrecer
siempre lo mejor. Un librero deber crear una biblioteca personal, pero
para los otros. Compartir, iniciar a los más jóvenes en ese camino de
placer. Y estar abiertos los cinco días de la semana, aunque no pase
nada".
A diferencia de lo que puede suceder en locales de grandes
cadenas o en los shoppings, donde muchas veces la cara del vendedor no
puede disimular su desinterés por la consulta, en librerías como Norte,
La Internacional Argentina y la Boutique del Libro quienes están del
otro lado del mostrador saben de literatura universal, clásica y
contemporánea.
"En nuestro equipo -cuenta Yánover-, hay libreros
filósofos, poetas, el que conoce bien el territorio psi, el especialista
en literatura infantil, el que escribe y lee narrativa. Así, la
información y las recomendaciones circulan entre todos. Nos apoyamos,
también, en la escucha y el gran aporte de nuestros clientes, que nos
hacen descubrir perlas en un mar de libros que llegan como olas y, a
veces, se van sin haberlo notado. Esa relación es nuestro tesoro."
De
la cantidad de anécdotas reunidas en tres décadas, que demuestran la
importancia del vínculo entre unos y otros, Pérez Morales resalta una
desopilante: "Hace poco vino una señora muy fina, se acercó al mostrador
y casi murmurando me pidió: «Malbec», de Shakespeare. Nos miramos en
silencio con los chicos y, respetuosamente, fuimos a buscar Macbeth a la
estantería. Cuando la señora vio el libro, notó su error, esbozó una
sonrisa y agradeció la discreción".
La señora Malbec quedó en la
historia de la librería al igual que "El cántaro paja hasta morir", como
rebautizó un cliente al famoso título de la australiana Colleen
McCullough. "Hasta hoy -confiesa Pérez Morales- si queremos buscar El
pájaro canta hasta morir en la computadora tipeamos «El cántaro paja»."
No
es lo mismo ser librero con computadora o sin ella. Antes todo estaba
en la memoria y ése era el verdadero archivo, pero hoy la computadora te
dice todo: si lo tenés, si lo conseguís, dónde está ubicado. Pérez
Morales va incluso más allá. Para él, el trabajo puro de librero se
transformó con la evolución del negocio en una gestión cultural. "Hoy en
día no te alcanza con ser lector: la Boutique tiene movida cultural. Me
muevo en ese espacio tratando de armonizar todo lo que pasa adentro,
aunque la vedette sigue siendo el libro."
Entre los autores que
visitaron su casa de San Isidro (Saer, Galeano, Sabato, Saramago), Pérez
Morales recuerda con especial cariño al chileno Pedro Lemebel,
fallecido recientemente. "Llegó tarde, en un remise, con una hora de
retraso. Cuando bajó del auto, espió el barrio y me dijo: «Mucho verde, a
mí me gusta el cemento». Usaba tacos y una boa que lo abrigaba, entró
al local desconfiado, como asustado, como alguien que lo pasó realmente
mal y no podía sacarse el miedo de los ojos. Una vez que se relajó [y
después de un buen tinto] dio una charla increíble. Fue uno de los
mejores asados que disfrutamos en la Boutique."
Como a sus
colegas, a Garamona le gusta recomendar lecturas a los clientes. "Uno
sueña sus sueños y cuando encuentra tal o cual libro que sabe que buscan
o que buscarían, lo compra y atesora hasta el momento del encuentro con
esa persona a la que está destinado. Hay una relación íntima y a la vez
misteriosa, hecha de vidas diferentes. Gente que muchas veces no tiene
nada que ver con uno, pero que a la hora de elegir, se establece un
vínculo estético que puede durar para siempre, en una espiral de esa
galaxia llamada libro."
Tres variantes de una misma ocupación
Francisco Garamona, 38 años
"Ser librero hoy es como ayer: comprar libros y transmitirle esa fascinación al lector"
La Internacional Argentina
Fernando Pérez Morales, 56 años
"Hoy no alcanza con ser lector: el librero se convirtió en un gestor cultural"
Boutique Del Libro De San Isidro
Débora Yánover, 59 años
"En nuestro caso, ser librero es el oficio sostenido por una pasión: los libros"
Librería Norte
Fotos de Patricio Pidal y Victoria Guesaldi / AFV
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