8.11.14

Los meses tensos de Honecker en la embajada chilena en Moscú

 El exlíder de la RDA murió en Santiago de Chile el 29 de mayo de 1994
El exlíder de la RDA murió en Santiago de Chile el 29 de mayo de 1994./eltiempo.com
"Ella -Margot- era una mujer buenamoza, estupenda. Muy inteligente. Pasaba gran parte del día leyendo".
"Él -Erich- era un hombre discreto. Salía a caminar por el jardín y yo lo acompañaba. Creo que se aburría como ostra. Conversábamos como podíamos (por el idioma), pero nunca me hizo grandes revelaciones, ni tampoco recriminaciones contra nadie. Prefería preguntar sobre Chile que hablar de Alemania. Pensaba que si Chile no le concedía el asilo político, la Concertación se quebraba. Yo le decía que se equivocaba".
En primera persona, Fernando Belloni (secretario político del dirigente del Partido Socialista Chileno Clodomiro Almeyda) privilegiado testigo, cuenta cómo se vivió, desde dentro, el más insólito de los episodios que afectó a Chile luego de la caída del Muro de Berlín: la irrupción de Erich Honecker en nuestra embajada en Moscú.
Durante casi ocho meses, entre el 11 de diciembre de 1991 y el 29 de julio de 1992, el exlíder de la Alemania Oriental, su dictador por 18 años, fue "huésped" en la sede diplomática, una condición especial que significaba "no asilado". Pero lo que realmente fue es un "invitado de piedra" que agregó una complicación enorme al ya complicado primer gobierno de la Concertación.
La Moneda y la Cancillería tuvieron que hacer malabares para conciliar la profunda gratitud que muchos socialistas -parte del gobierno y ministros algunos de ellos- sentían hacia la RDA que los había acogido en el exilio con la nueva realidad internacional que dejaba al descubierto lo que en verdad habían sido los años de Honecker, la Stasi, el dominio comunista sobre la población alemana. Justo cuando Chile se reinsertaba internacionalmente con su reconquistada democracia.
Berlín Oriental: "Tan triste, tan oscuro"
"Yo había estado tres veces en Alemania antes de la caída del Muro. Primero, el 71, acompañando a Almeyda como Canciller. Berlín me pareció tan triste, oscuro; daba pena y algo de miedo. Después, durante Pinochet, fui dos veces más enviado por el partido (socialista) desde Chile, porque ahí estaba la sede. Yo nunca he sido comunista, pero notaba en la gente asilada mucho agradecimiento. Vivían modestamente, pero tenían oportunidad de ir a la universidad, al colegio, tenían trabajo. Varios éramos partidarios de que el PS trasladara su dirigencia a Holanda, pero topaba con que la RDA era muy generosa con los chilenos.
Recuerdo una vez en que, desde el balcón de un hotel donde fuimos a comer, se veía Berlín Occidental... sus luces, otro mundo... No pude evitar hacer una broma que no cayó nada de bien: dije 'qué ganas de ir al otro lado'... Lo que yo veía como una opresión, aparentemente no lo sentían. Almeyda tenía rango de ministro, y por lo tanto vivía en una buena casa en el barrio diplomático, con auto y chofer. Con Honecker nunca estuve".
Almorzando en El Parrón, llega la noticia
Gobierno de Aylwin, mayo del 91, llega Almeyda como embajador a Moscú, y con él, otra vez, Belloni.
"A los pocos días me enamoré a primera vista de mi mujer -Svetlana- y en diciembre nos casamos y nos vinimos a Chile de luna de miel".
La historia personal viene al caso para respaldar que ese día -el 11 de diciembre de 1991-, en que Erich Honecker y su mujer llegaron a la sede diplomática, él no estaba en Moscú sino en Santiago, almorzando -precisamente con Almeyda- en el desaparecido Parrón.
"Ahí nos avisaron lo que había pasado. Creo que lo supimos por la radio. En ese entonces, lo más moderno en comunicaciones era el fax".
-Pero nadie creyó que el embajador no supiera exactamente lo que iba a pasar; y que precisamente por eso estaba en Chile.
-Yo puedo decir que yo no lo sabía. Y que creo que el 'Cloro' tampoco, porque, conociéndolo, no se habría venido; habría asumido como hombre.
"Todo indica que Irma los invitó"
El ingreso de los Honecker a la embajada -llegaron en auto y una vez adentro deciden no salir-, y su permanencia como "huéspedes", es hasta hoy un episodio no aclarado totalmente.
"Voy a ser bien honesto: no me consta si fue o no arreglado. Todos los datos indican que Irma (Cáceres, la señora de Clodomiro Almeyda) los hizo entrar, fueron a visitarla. Lo que ella no podía hacer era autorizarlos a quedarse. Por eso sostengo que la Cancillería tuvo un papel ahí. Se ha dicho que Irma y Margot eran grandes amigas; pero eso no fue así en Alemania, donde la mujer de Honecker era ministra de Educación y era muy raro que fuera a tener relación con la esposa de un exiliado. En Moscú, y por agradecimiento, Irma tomó contacto con ellos y los iba a visitar al sanatorio donde estaban, ya solos, salidos de Alemania. En cuanto a Honecker y Almeyda, en Berlín solo habían tenido encuentros protocolares".
La señora de Almeyda tenía además un motivo muy puntual de gratitud hacia la RDA. Allí trató y cuidó a su hijo, que padecía de esquizofrenia.
-De que la cosa se estaba preparando, da cuenta la revelación posterior de que los Honecker guardaban desde antes sus muebles en la embajada.
-Yo solo digo lo que sé: la bodega de la embajada era inmensa y efectivamente, estando Honecker en el sanatorio, Irma autoriza guardar esos muebles. Muebles que daban pena, de una modestia franciscana. Yo los vi. Ese puede haber sido el principio de las conversaciones para que Honecker se fuera a la embajada, probablemente. Pero no deja de ser tonto, llevar los muebles... como para poner sobre aviso.
-¿Usted sostiene que en un primer momento hubo autorización de la Cancillería chilena para que Honecker se quedara? Siempre se sostuvo lo contrario.
-No pudo haber sido de otra manera. Para que se quedara, esa orden tiene que haberla dado el Canciller Silva Cimma. Además, yo después descubrí que el ministerio mandaba más dinero precisamente para pagar los gastos de los huéspedes.
"Se sintió traicionado por Gorbachov"
"Cuando volví a Moscú después de las fiestas de fin de año, conocí a Honecker. En nuestros paseos por los jardines me contó que el día de la caída del Muro se puso a caminar como sin rumbo. La sorpresa fue brutal, y no solo para él. Yo recuerdo que estaba con 'Cloro' el día de la caída y él me dijo: este es el principio del fin; los únicos que se van a mantener son los chinos. Por otra parte, Honecker jamás pensó que las cosas se darían como se dieron. Confiaba en que los rusos lo salvarían; se sintió traicionado por Gorbachov. Eso me lo dijo, que Gorbachov nunca le confió lo que vendría y que los rusos no harían nada por evitarlo. Hablaba con mucho desprecio. Habían sido amigos y lo había dejado botado".
-¿Qué análisis hacía de lo que había pasado en Alemania?
-Al menos conmigo, no tocaba el tema. No se justificó nunca, ni nunca le echó la culpa a nadie.
"Los alemanes en ese primer momento lo dejaron salir a Rusia, donde lo llevan a una clínica sanatorio, sin orden de captura, por casi dos años. Después lo quisieron de vuelta para juzgarlo. Él lo único que quería era irse a Chile".
Los huéspedes tenían un dormitorio y una salita en la embajada, una tremenda mole en el barrio de Kuskovo, alejado del centro. Tomaban desayuno y almorzaban con los Almeyda. La vida era leer y "hacer hora". Nadie los fue a ver.
"Pero debo decir que Honecker nunca demostró abatimiento. Igual, como suele ocurrir cuando las situaciones se ponen difíciles, se la veía a ella tomando el mando".
-¿Y estaba o no estaba enfermo? Hubo informes médicos en una y otra dirección.
-Lo estaba. De hecho, murió de cáncer.
"A él nunca le cupo duda de que Chile le daría asilo. Más aún, creía que lo iban a recibir con banda de música. Su análisis era racional más que algo afectivo o motivado por lo del matrimonio de su hija Sonia con el chileno Roberto Yáñez, un chileno exiliado en Alemania. Él pensaba que Chile era un buen lugar porque muchas personas a las cuales él había acogido en la RDA estaban ahora en el gobierno de la Concertación. Núñez era senador; Enrique Correa, ministro".
"Claramente, fuimos grabados"
La realidad echaría por tierra los análisis de Honecker. Helmut Kohl le hizo saber al gobierno de Patricio Aylwin su decisión de enjuiciar al exdictador.
"La cosa se puso color de hormiga por la presión alemana. En ese momento, la Cancillería manda a Jimmy Holger -embajador alterno en la ONU- con carta blanca a Moscú. 'Cloro' renunció después de un par de meses".
Por esos días tuvo lugar una gestión realizada por Belloni, que le costó el cargo.
"Yo había sido condecorado alguna vez por Kim Il-sung y eso por supuesto lo sabía la gente de la embajada de Corea del Norte en Moscú, por lo que teníamos buenas relaciones. Se me ocurre, entonces, plantearles que le dieran asilo a Honecker. Y comenzaron las tratativas. Le cuento a Almeyda. Lo hago en el subterráneo de la embajada; él juraba que no había micrófonos allí. Y me dice que le eche para adelante. Estábamos en el detalle, concretamente en qué auto sacaríamos a Honecker para que no fuera registrado, cuando aparece todo en la revista alemana Bild, con mi nombre y apellido. Claramente habíamos sido grabados. Obvio que me tuvieron que despedir; y fue una pena, porque de resultar, la situación se habría distendido".
"Almeyda se sintió mucho con Aylwin"
Si la entrada de Honecker a la embajada dejó interrogantes abiertas para siempre, su salida fue objeto de gran polémica, pues el gobierno de Patricio Aylwin trató de presentarla como "voluntaria". A esas alturas, ni Belloni ni Almeyda estaban ya en Moscú. Las tensiones se habían acumulado.
"Había gente a favor y contra, incluso dentro de la embajada. Silva Cimma nunca se llevó bien con Almeyda; pero en cambio don Patricio y el 'Cloro' eran íntimos. Y Almeyda se sintió mucho con la decisión sobre Honecker".
Otro miembro del Gobierno jugaba un rol clave: Enrique Correa, con quien Almeyda dialogaba regularmente. El embajador ya anticipaba el desenlace.
"Almeyda tenía una letra muy ilegible y le escribe una carta al Presidente Aylwin. La secretaria, Patricia Olmedo, me pidió ayuda para transcribirla, porque no la entendía bien. Así me enteré yo de que iba ahí una verdadera renuncia: le decía que el PS tenía que ser agradecido con Honecker; que podía ser criticado por todos, pero no por nosotros".
Ese fue el preámbulo de la dimisión oficial, concretada cuando Almeyda viajó a Chile, en abril de 1992.
"Él era una persona muy fría y la decisión del gobierno iba en contrario a lo que él opinaba. Se daba cuenta de que sacarían a Honecker y no quería estar ahí.
Los socialistas se quisieron jugar, pero el mismo 'Cloro' les decía que la Concertación era lo más importante, por mucho que le tuviera agradecimiento a Honecker. Nunca azuzó a los socialistas. Se guiaba además por los sabios consejos de Enrique Correa, que ponía paños fríos".
La vida quiso que Belloni regresara a Rusia y que pasara allá, como agregado comercial en Moscú y en Ucrania, quince años, en los gobiernos de Frei, Lagos, el primero de Bachelet y el inicio del de Piñera. No volvió a ver a Honecker. Sí asistió a su funeral... paradójicamente en Chile. Fue la última vez que estuvo con Margot.

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