15.11.14

Gimferrer: "El castellano ha perdido eficacia poética"

Pere Gimferrer lanza dos nuevos poemarios, uno escrito en italiano
 
Pere Gimferrer durante la presentación en Madrid de sus libros  El castillo de la pureza y  Per riguardo. / Luca Piergiovanni ./elpais.com
Parece sorprendido Pere Gimferrer (Barcelona, 1945) de que se le haga notar que aparece cuatro veces la palabra muerte en ocho estrofas de uno de sus recientes poemas. Coge el volumen y lee por encima de las gafas. A los dos segundos, murmura: “Ay, estaba mirándolo en castellano, voy al original italiano…”. Sí, el último libro del académico se titula Per riguardo (Fundación José Manuel Lara) y está escrito directamente en esa lengua (versión española de Justo Navarro). Y acompaña en el mercado a El castillo de la pureza (Tusquets), versión castellana (de José María Micó) de su último poemario en catalán El castell de la puresa, de principios de este año.
La sombra de la muerte y cierta añoranza por la juventud marcan el tono del más profundo y personal Per riguardo, temas que también aparecen en El castillo… si bien el cordón umbilical más fuerte es un trasunto crítico con la situación política y social, de una violencia latente --“nella città dei fiamme in rivoltelle” (“en la ciudad de llamas en revólveres”)-- y una vida aparente: --“Així vivim, com viuen els follets / o els focs follets, com la calamarsada / que només sap que és la voluntat cega / d’escampar el foc o l’aigua destructiva” ("Así es como vivimos, como duendes / o como fuegos fatuos, o granizo / que solo sabe del designio ciego / de esparcir fuego o agua destructiva”).
Pere Gimferrer, en el ascensor del edificio del Grupo Planeta. / Enric Vives-Rubio
La culpa de los versos italianos la podría tener Dante, cuya Divina comedia ha leído seis veces (“por encima de Proust, al que he leído cinco”, constata como sorprendido de sí mismo), pero el hecho es que publicó por vez primera en castellano en 1966; en catalán, en 1970 y ahora en italiano. “No dejan de ser variables del latín. En una misma semana he escrito en los tres idiomas; también tengo alguna cosa en francés, pero no lo muestro porque es una lengua en la que es fácil hacer un pastiche”.
Lo dice con naturalidad abrumadora. “Hace años que no leo traducciones y eso ayuda, quizá de algún ruso u oriental sí, pero pienso y leo en diversos idiomas aunque no los hable”. Y repasa la génesis de los que le son propios: “El castellano es el idioma de mi formación, aunque en la escuela no aprendí nada de idiomas, solo latín; escribir en catalán en los 60 tenía un significado político, pero para mí era una cosa más: yo aprendí a nombrar las cosas en catalán y eso había de salir en algún momento; y del italiano he visto mucho cine, he estado muchas veces... El italiano es una lengua mía”.
A las causas terrenales hay que añadirle las poéticas, las que le permiten versificar directamente “Tutto questo azzardandosi all’esistere / la morte consisteva nell’insistere” (“Todo esto arriesgándose a existir: / la muerte consistía en insistir”). “Las palabras nacen como un núcleo rítmico que se concreta en unos sonidos que me llevan a un idioma determinado… Pero los poetas no pensamos en ningún idioma sino en imágenes e ideas. Las ideas no están formuladas en lengua alguna”.
Los poetas no pensamos en idiomas sino en imágenes e ideas
Pessoa, que escribía en portugués, inglés o francés; Carles Riba, Francisco Aldana y Rodolfo Wilcock, que lo hacían amén de en catalán o castellano, en italiano… La erudición de Gimferrer saca precedentes como de una chistera, la misma magia con la que explica que la culpa de todo la tienen las propias palabras. “Cada idioma tiene palabras que determinan la poesía; las palabras en un idioma tienen una eficacia poética que no tienen en otro. Fíjese en la sonoridad de morte: en italiano manda mucho, para empezar son las mismas sílabas que notte, son casi sinónimas…”. Redobla su didáctica: “Las palabras determinan en parte las temáticas y otras han dejado de ser poéticas por el abuso que se ha hecho de ellas; por ejemplo: ‘Unos labios rojos’ ya no funciona poéticamente, se ha de decir de otra forma. Hay muchas palabras catalanas del XV que no han envejecido, que se han preservado por su no uso, y en cambio otras del XIX y del XX, por la necesidad de construcción del lenguaje poético, han quedado totalmente inutilizadas para ello”. ¿También ocurre en castellano? “Claro: hay muchas palabras gastadas por la misma Generación del 27, recuperadas de Rubén Darío, Góngora o Garcilaso, que no funcionan sino como del 27. Fuera de ahí, no van. El castellano ha perdido eficacia poética por su alta actividad…”.
Admite Gimferrer que sus poemas en italiano “quizá son más oscuros porque el vocabulario me lleva a concentrar más lo que quiero decir; es la suma de Dante y Ungaretti y Montale… El catalán de El castell de la puresa también lleva a ello, pero el estilo lo camufla”. De joven, tras una primera redacción, Gimferrer eliminaba nexos de asociación de ideas de sus composiciones. “Ahora lo hago automáticamente durante el proceso de escritura mismo; hoy tengo más confianza de que el lector me siga”. ¿Y si no lo hace? “La poesía consiste en la asociación de palabras y sonidos que sólo existen en el poema. Querer entenderla como se entiende el argumento de una novela eso está descartado en poesía. Nadie va a leer las Soledades de Góngora para enterarse de lo que hacen los cazadores y pescadores; se lee por otro motivo: uno busca la asociación de imágenes y palabras que hace Góngora con el pretexto de esos cazadores y pescadores”.
Lo ideal para España sería la confederación; pero da miedo decirlo”
Hay en Per riguardo y en El castillo de la pureza una notable presencia de la parca (“está también ya en Arde el mar o en Hora foscant; puedo morir mañana o en 10 años pero esa presencia de la muerte ya la tenía a los 20 años”, arguye) y una notable nostalgia de una juventud (“La bella addormentata”) añorada: “Ens fan mal les estelles del temps adolescent: / s’han esberlat els vidres de tanta primavera” (“Nos duelen las astillas del tiempo adolescente: / se ha quebrado el cristal de tanta primavera”)… “También estaba en Arde el mar, en Rapsodia y en Alma Venus, y en unos poemas castellanos inéditos… Veía esa juventud como si no la viviera de muy chico: a los 13 años, en 1958, había leído a Blas de Otero, que acababa de publicar Ancia, donde había una angustia existencial que quizá no me marchó”.
Hay nostalgia camuflada, pero en cualquier caso con una exuberancia de colores muy visible. “Lo aprendí de Joao Cabral de Melo, que en 1967 mantenía que un poeta no puede decir una cosa que no sea visualizable; puede formular cosas que no sean aceptables en el terreno de la realidad; tiene razón: Gonzalo de Berceo habla sobre la Virgen en un prado y puedes no creerlo pero lo puedes visualizar y eso me lleva a una poesía de imágenes y colores…”.
Es difícil que domine bien el catalán o el castellano quien no ha aprendido sólidamente latín
Pero la realidad es más sucia: ambos libros y su predecesor, Alma Venus, están escritos entre 2012 y hoy, momentos de ebullición política y baja catadura moral en el imperio de lo material. “Si per tant de dolor i per tantes gemmes / no hem sabut viure més que de biaix..” (“Si por tanto dolor y tantas gemas / hemos sabido solo vivir de refilón…”). La sociedad y la gente está manchada (“Si tots nosaltres som una mascara –“Si todos nosotros somos solo un tizne”) y el nacionalismo exacerbado, el fascismo y el terrorismo hacen aflorar versos en los que cita desde la marcha sobre Roma de Mussolini a las Brigadas Rojas. “De la situación política ya he hablado claramente en Alma Venus: ahí ya salían Paesa e, indirectamente, Urdangarin. No creo que éstos sean años más graves que otros ya vividos: Roldán, los GAL y, antes, la matanza de Atocha… Hay mucho de eso en la historia reciente”. ¿Y le afecta como poeta? “Como persona más bien y, a veces, como poeta, pero la persona es el poeta, ¿no?”.
La consulta popular soberanista del lunes en Cataluña es “una jugada más de una partida de ajedrez que no sabemos cómo evolucionará”, pero que a diferencia de otros movimientos nacionalistas en Europa, llega con el factor de “una crisis económica que también explica la subida de Podemos”. Pero la clave vuelve a estar en una palabra: “Nadie quiere pronunciarla: confederalismo. Da miedo a todos. Sería lo mejor, pero es más fácil pedir federalismo o, incluso, independencia”. En El castillo… recoge: “Tants homes morts per l’or d’una senyera /per una llum apócrifa potser” (“Tantos muertos por el oro de una bandera/ por una luz apócrifa quizá”).
Cualquier libro que llega de América está mejor escrito que el que llega de España; el castellano de aquí vive una degradación extraordinaria
Pero la preocupación mayor de Gimferrer es la lengua. Sobre el catalán, cree que ha de optar entre un uso extensivo o de prestigio: “El uso de prestigio es importante porque si no parece que estés defendiendo una lengua secundaria. Pero el solo uso de prestigio nos podría llevar a chino mandarín. A la inversa, el uso en los mass-media nos lleva a un catalán xaró” (chabacano). También le inquieta el castellano: “El que se usa en la península no muy bueno; es mucho mejor en México, Colombia o Buenos Aires”. Y no es bueno por un tema escolar: “Es difícil que domine bien el catalán o el castellano quien no ha aprendido sólidamente latín; suena reaccionario pero estoy absolutamente convencido de ello; cualquier libro que llega de América está mejor escrito que el que llega de España, el castellano de aquí vive una degradación extraordinaria, pero también veo faltas de ortografía en diarios franceses como nunca antes…”.
La escritora alemana Charlotte Grasnick dijo en uno de sus más conocidos poemas ‘Autorretrato de frente y de perfil’: “Dos yoes/ hacen dos sombras/ dos yoes/ son dos sueños/ los ojos dos espejos/ van empañándose/ de la respiración del tiempo”. A fuerza de no interpretar arbitrariamente, este poema bien podría retratar la experiencia de una nación dividida.

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/tendencias/caida-murodeberlin-literatura-cultura-libros.html?__scoop_post=95e4c630-6809-11e4-b89e-842b2b775358&__scoop_topic=2057003#__scoop_post=95e4c630-6809-11e4-b89e-842b2b775358&__scoop_topic=2057003. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com
La escritora alemana Charlotte Grasnick dijo en uno de sus más conocidos poemas ‘Autorretrato de frente y de perfil’: “Dos yoes/ hacen dos sombras/ dos yoes/ son dos sueños/ los ojos dos espejos/ van empañándose/ de la respiración del tiempo”. A fuerza de no interpretar arbitrariamente, este poema bien podría retratar la experiencia de una nación dividida.

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La escritora alemana Charlotte Grasnick dijo en uno de sus más conocidos poemas ‘Autorretrato de frente y de perfil’: “Dos yoes/ hacen dos sombras/ dos yoes/ son dos sueños/ los ojos dos espejos/ van empañándose/ de la respiración del tiempo”. A fuerza de no interpretar arbitrariamente, este poema bien podría retratar la experiencia de una nación dividida. Para Alemania, un país con la misma historia e idioma, el ­Muro de Berlín -además de todo su peso político- también ­marcó a distintas generaciones en su manera de ver el mundo. La literatura no deja de reflejar las transformaciones de quienes vivieron tanto en la ­República Federal Alemana (RFA, Oeste) y la República Democrática Alemana (RDA, Este). Autores clásicos como Günter Grass o Krista Wolf volcaron a sus obras los cambios que dejó la caída del muro. No obstante, generaciones más jóvenes de escritores, entre los que cuentan Ingo Schulze (1962) o la berlinesa de origen turco Yadé Kara (1965) también hicieron suya la experiencia de la escisión en libros como ‘Adam y Evelyn’, de Schulze, o ‘Selam Berlin’, de Kara. Ambas novelas muestran las consecuencias personales que ha tenido la caída en sus personajes. Quien lo trata desde una mirada que abarca consigo más años, haciendo a su vez una perspectiva histórica que se remonta al nacimiento del Imperio Alemán a finales del siglo XIX, es Grass con su novela ‘Es cuento largo’. En ella, se parte de la caída del Muro para mirar los cambios que ha dejado cada acontecimiento en la historia alemana. Esta novela es considerada una de las más polémicas del autor, debido a sus críticas a la reunificación de la RDA y la RFA. Pero hay muchas otras historias. Por ejemplo, en ‘Algún día nos lo contaremos todo’ de Daniela Krien (1975), la joven María vive en la casa de la familia de su novio. Sin embargo, la vida campesina tranquila que le ofrece dicha estancia se fractura cuando conoce a Henner, un hombre mucho mayor a ella. El lenguaje descriptivo de Krien no resta la fuerza que seduce y devasta al momento de las grandes rupturas, tanto en la vida de María como en la del pueblo alemán. Así, a modo de metáfora, son más palpables los efectos de la reunificación tras décadas de encierro. En cambio, en ‘La Torre’, de Uwe Tellkamp, los personajes centrales viven en un barrio residencial de Dresden (ciudad al norte de la RDA). Tellkamp dibuja a los protagonistas como seres reflexivos, negativos y distantes, aficionados a la poesía, la música y las artes plásticas. Con ese tratamiento, a la psicología de la familia Hoffmann y el familiar cercano Meno Rohde, el autor muestra las contradicciones en el discurso de esa parte de Alemania. Y ‘Zona de tránsito’, de Julia Franck, reúne a cuatro personajes en uno de los edificios destinados a los refugiados que huían de los regímenes afines a la República Soviética. Con humor descarnado y sutileza, la escritora pone de relieve el desasosiego al que estaban ­expuestos los exiliados no solo de la RDA sino también de Polonia u otros países. Por su lado, aunque no prometa mucho por su título poco creativo, ‘La caída del Muro de Berlín’, de los franceses Jean-Marc Gonin y Olivier Guez, compila una serie de relatos y testimonios de periodistas, políticos, militares, artistas y manifestantes alrededor de los 35 últimos días del derrumbe definitivo del muro que dividió Berlín. Según críticos y académicos alemanes, como Britta Lange, la ‘literatura de la reunificación’ -como se la ha llamado- todavía tiene mucho que dar a los lectores.

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