19.11.14

A mitad de camino entre dos mundos

Pierre-Jean Benghozi es un experto francés en el análisis de cómo la era digital ha alterado el mercado del libro. En esta entrevista habla sobre el papel de las bibliotecas en este nuevo entorno
Pierre-Jean Benghozi, director del Congreso Internacional de Gestión Cultural y de las Artes. / Biblioteca Nacional./elespectador.com

La promesa del libro digital es su ubicuidad, su facilidad de distribución: libros para todos, quizá.
Pero toda esperanza con semejante nivel de grandilocuencia debe ser revisada de cerca, someterse a un amplio examen de escepticismo, de ensayo y error. En ese cruce de caminos, entre el experimento y las respuestas, el libro digital ha ido creciendo de a poco, a veces, y muy rápido en otros momentos. Y con la multiplicación de un nuevo formato han llegado las preguntas y los problemas en temas como el derecho de autor y la remuneración para editoriales y autores en préstamos de libros digitales.
Uno de los temas que gozan de menos popularidad en este debate es el papel de las bibliotecas en la era digital, un asunto que no es menor cuando se está hablando de bienes culturales, de vehículos para las ideas. Al no ser aplicaciones comunes y corrientes —juegos, por ejemplo—, los libros digitales deben contar con una especie de curaduría que excede los requisitos y alcances tecnológicos del producto mismo: precisan de un editor que no será Apple o Google o Samsung. ¿Quién, entonces?
¿Hay espacio para que las bibliotecas sigan existiendo en un entorno digital en el que los usuarios pueden acceder más fácil al contenido?
Es una de las preguntas más importantes. Yo, personalmente, tengo una perspectiva muy pesimista. La cosa es que la transformación en los modos de diseminación del libro y las funciones de búsqueda son temas que se realizan más fácilmente en línea hoy en día. El futuro, entonces, depende de cómo estas instituciones redefinan su rol.
¿Cuál debería ser el papel de las bibliotecas en la distribución de obras digitales?
En la era digital, las bibliotecas son uno de los jugadores cuya posición está efectivamente más amenazada. Con internet, estas instituciones pierden su contribución específica: la provisión de un gran abanico de títulos, la posibilidad de consulta gratuita, consejería para la lectura... Cada una de estas funciones está llamada a ser revisada y repensada en función de asuntos como los multimedia, la animación, las comunidades locales, el intercambio con lectores, el apoyo personalizado al público.
Francia ha sostenido un pleito largo con Amazon. ¿Cuál es su opinión de esta pelea?
La pelea contra Amazon en Francia está centrada principalmente en defender el precio de los libros, que requiere que todos los vendedores los ofrezcan por la misma cantidad que establece la editorial. Este esquema, puesto en marcha en 1981, ha permitido salvar la red de librerías en las últimas décadas. Pero con el auge de internet se da la necesidad de prevenir descuentos significativos que alteren este panorama. El resultado de las acciones contra Amazon ha sido principalmente simbólico, pues la tienda aún ofrece costos de envío muy bajos, estrategia que desacomoda la posición de las librerías.
Multinacionales como Amazon han amenazado la supervivencia de las librerías. ¿Son una amenaza también para las bibliotecas?
Amazon es una librería y, por tanto, amenaza principalmente a las librerías. Pero siento que Google también representa un peligro para éstas con su estrategia de digitalización de libros, que luego sube gratuitamente a la red.
¿Además de resguardar la memoria, cree que las bibliotecas públicas puedan convertirse en una especie de sellos editoriales en la era digital?
Con seguridad va a haber grandes perspectivas de acercarse a esto a través de la publicación por demanda. Pero no estoy seguro de que este sea un camino para entrar a competir, por ejemplo, con las editoriales o las librerías.
Algunos estudios parecen señalar deficiencias en el proceso de aprendizaje en lo que tiene que ver con el uso de libros digitales. ¿Qué piensa de esto?
No creo que sea un asunto relacionado con el libro digital, sino con el ecosistema entero del aprendizaje en línea. Es cierto que los modos de almacenamiento e investigación han cambiado por completo, pero la red y la tecnología en general ofrecen formas de aproximarse a la información que ya existían en la era de los libros impresos y que no presentan un cambio radical en los comportamientos de las personas en estos ambientes. En últimas, estas nuevas prácticas son diferentes, pero no necesariamente peores que las anteriores sólo porque estén basadas en diferentes formas de acceder al conocimiento, al texto, de investigar autores...
¿Hay una especie de fórmula dorada para la distribución del libro digital, una que no mate a las librerías e incluya las bibliotecas, las editoriales y los autores?
Las editoriales y los autores están intentando cambiar sin cambiar nada: adaptarse a la red sin tener que alterar el balance y la organización de la cadena de valor y las reglas de distribución económica. Esto, por supuesto, es una ilusión. El caso de la música, que va 10 años delante de nosotros en esto, muestra que la emergencia de nuevas fuentes de ingreso puede lograrse mediante la profunda modificación de los principios fundamentales del negocio.
¿Qué piensa de las licencias ‘copyleft’ para material digital? ¿Cree que es adecuado repensar los modelos de derecho de autor?
Absolutamente. Creo que es imperativo repensar el sistema de derechos de autor, que fue diseñado hace siglos para la distribución de libros impresos y que no es para nada adecuado para la era de la distribución masiva en línea o las modalidades de mezcla y creación de nuevo contenido, por ejemplo. Creative Commons, el movimiento copyleft, son, desde este punto de vista, iniciativas de gran importancia e interés.
El préstamo de libros digitales puede resultar incómodo para las editoriales, en términos de negocio. ¿Qué oportunidades hay de balancear esas prevenciones?
El préstamo de libros es un asunto que pertenece específicamente a las bibliotecas. Ahora sucede a través de libros digitales, pero en mi opinión no cambia nada del corazón del negocio de las otras partes. Esto impacta a las editoriales y los autores porque el modelo de compensación hacia ellos no ha sido revisado y porque, en la visión de éstos, el préstamo digital facilitaría la copia privada del material. La cosa es que este escenario ya está presente, pues la piratería en el mundo del libro es muy fuerte.

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