Para Borges, el libro es la invención más increíble, pero el 42% de catalanes no compra ninguno
José Luis Borges sostenía que de los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso era el libro: todos los demás son prolongaciones de su cuerpo, sólo el libro es extensión de la imaginación y la memoria. Sin embargo, el 42% de los ciudadanos catalanes no lee nunca un libro, lo que dice poco de un país que aspira a la excelencia. Desconcierta saber que Catalunya sea la undécima potencia editorial del mundo, pero ni siquiera figure entre las tres primeras comunidades españolas en porcentaje de población lectora. La media de títulos leídos por cada catalán, sumando el público lector y no lector, es apenas de cuatro al año, lo que pone de manifiesto la necesidad de mejorar la educación de los escolares y de fomentar la cultura entre los ciudadanos.
La semana pasada, Xavier Mallofré, presidente del Gremi d'Editors de Catalunya, se mostró optimista sobre el futuro del libro, a pesar de la caída de las ventas en un 6% en el 2011, porque considera que en ese porcentaje de lectores que no compran nunca un libro hay una oportunidad de negocio, en tanto que es una población virgen para incorporar al mundo de los lectores. Sin embargo, en la cumbre de Davos de hace tres años, uno de los futurólogos sostuvo que los cuatro fenómenos que alterarían la humanidad en los próximos años serían: el barril de petróleo a 150 dólares, el agua convertida en un producto comercial de intercambio igual que el crudo, la conversión de África en una potencia económica y la desaparición de los libros.
En un universo tan cambiante como el que nos toca vivir, es arriesgado hacer predicciones, porque las transformaciones son constantes. El libro impreso lleva más de 550 años entre nosotros y, como ha escrito Umberto Eco, o sigue siendo el soporte para la lectura o se inventará algo que se parecerá a lo que el libro nunca ha dejado de ser, incluso antes de la invención de la imprenta. Las variaciones alrededor del libro no han modificado su función, ni su sintaxis, desde hace seis siglos. El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda o las tijeras. Una vez se ha inventado, no se puede hacer nada mejor.
Las personas mantenemos una relación especial con los libros. Nuestra biblioteca es una suerte de compañía, un grupo de amigos. Cuando nos sentimos solos o un tanto deprimidos podemos recorrer a ellos. Son como un vicio solitario: ellos saben de muchos momentos de felicidad, de placer, de emoción. Una primera edición puede ser un tesoro. Un libro con anotaciones nos puede trasladar a un momento que creíamos olvidado. Una novela dedicada por el autor nos inspira un respeto especial. Un libro regalado por un amigo nos recuerda su presencia más allá del tiempo. Somos nuestros libros y por ellos nos conocerán. Por eso Borges, de nuevo él, decía que siempre se imaginaba el paraíso en forma de biblioteca.
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