10.12.11

Espadas italianas

Los detectives de Andrea Camilleri y Carlo Lucarelli se unen en una novela
Andrea Camilleri y Carlo Lucarelli. Escriben a cuatro manos: Por la boca muere el pez. foto.fuente:elmundo.es

Una partida de ajedrez que concluye en tablas. Duelo de ingenios sin ganador final. Un divertimento brillante escrito a cuatro manos. Andrea Camilleri y Carlo Lucarelli, dos de los grandes de la novela negra italiana, se citaron en 2005 en un estudio de televisión para participar en un documental y de aquella cita nació 'Por la boca muere el pez', un relato protagonizado por Salvo Montalbano y Grazia Negro, que vio la luz en 2010 y acaba de llegar a las librerías españolas de la mano de Ediciones Papel de liar.

Pero ¿cómo conseguir que estos dos grandes detectives trabajaran juntos en un mismo caso sin tener que sentarse sus padres putativos ante la misma máquina de escribir?

Camilleri se saco un libro de la manga. 'Murder off Miami (A murder mistery)' de Dennis Wheatly, una obra de 1936 que narra la resolución de un caso mediante cartas, fotos diversas, informes forenses, documentos policiales... No tendría nada de extraño el método literario elegido si no fuera porque aquí los escribanos serían dos y ninguno sabría de antemano lo que iba a escribir el otro hasta que lo recibiera por correo. Y así capítulo a capítulo, sin saber uno lo que va a escribir en el siguiente que le toque hasta que no le llegue lo que ha escrito su rival y ponerse otra vez delante del folio en blanco para continuar el juego.

Duelo de dagas florentinas. Lucarelli/Negro atacó primero; Camilleri/Montalbano replicó como un caballero. Y así hasta el final. Talento y sentido del humor a raudales. Y este es el caso que los une: encuentran un hombre muerto en Bolonia con un solo zapato, que además no es de su número, y una bolsa de plástico embutida en su cabeza mientras tres peces rojos, de nombre Betta Splendens, yacen a su vera; el caso recae en la inspectora Negro que pide ayuda a su colega Montalbano cuando le dicen que el muerto es siciliano y se da cuenta de que le están empezando a tocar los ovarios por la investigación; las primeras averiguaciones llevan a Salvo a ver la mano de los servicios secretos italianos detrás de todo, lo que justifica que a Grazia le hayan prohibido continuar con el caso y que él le eche todas las manos posibles sin que lo sepan ni sus jefes ni sus subordinados.

A partir de entonces, intercambio de correspondencia, también de canolis de requesón rellenos de misteriosas notas, tortelinis hechos a mano siguiendo la más añeja tradición boloñesa y casatinas que no desmerecen nada de los canolis. Toca sumar: más asesinados y algún que otro suicidado se vienen a unir al ya mencionado; algunos ataques de celos, cabreos monumentales de las respectivas jefaturas, muchos interrogantes, algunas respuestas, una exterminadora de lunar inquietante y sobrenombre esclarecedor y hasta un intento de eliminación de la inspectora boloñesa.

Y, por supuesto, peces, muchos más peces hasta el desenlace final, en terreno neutral 'of course', donde por fin se reúnen Grazia y Salvo para llegar y darse cuenta de que no solo los peces mueren por la boca. Todo esto sin olvidarnos de los universos de Montalbano y Negro donde Livia, Ingrid, Fazio, Mimí y Catarella, por una parte; y Simone, Balbo y la hermana, cuñado y sobrina de esta, por la otra, realizan fugaces apariciones que se convierten en estelares, especialmente en el viaje sin retorno del ínclito Catarella, que al final es rescatado con el auxilio de la policía ferroviaria.

Antológico desenlace el que le espera al sorprendido lector, suma de la audacia de sus mentores, del sableado fino de sus descendientes literarios y del gusto por el humor vitriólico y ácido de Montalbano para hacer, al final, lo que él cree que hay que hacerse pero sin que parezca que se ha hecho.

La trama viajó a lomos de correos porque en estas páginas la vida y la historia se tutean. Carta a carta creció la novelita. Así durante los cinco años que fue lo que tardaron Camilleri y Lucarelli en acabar el juego sin haber podido acabar con el contrario. Cinco años intentado poner de rodillas al remitente sin conseguirlo. Puso el primer sello Lucarelli y acusó recibo Camilleri... y así fue creciendo, retándose mutuamente, entre el desconocimiento del contrario y la inteligencia de los dos, esta historia con final acorde a la estocada mortal de tamaños espadachines.

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