Alberto Olmos, autor de Ejército enemigo. foto: Sergio Enríquez-Nistal. fuente:elpais.comComo la clave y la mitad del mundo descrito en Ejército enemigo transcurre en el ciberespacio, Alberto Olmos (Segovia, 1975), escritor y bloguero muy activo, responde por correo electrónico
¿Cómo surge esa voz desencantada que se bifurca entre narración y diario?
Creo que casi todos los espectadores de La última noche, de Spike Lee, quedan fascinados con el monólogo de Edward Norton frente al espejo, conocido en internet, por si alguien necesita una pista, como "fuck you monologue". Quise hacer algo así de potente; mirarme al espejo sin piedad. La parte diarística tiene un sentido más técnico y busca dar la mayor información con el mínimo de palabras, aparte de agilizar la lectura.
¿Dialoga con el lector, polemiza y lo hace pensar sobre temas muy actuales?
La literatura es, en gran medida, exageración, y una tesis radical y sin fisuras -en una novela- provoca que el lector no quede impune, ni tranquilo, ni a cubierto. Leyendo sin medias tintas el lector se ve obligado a posicionarse, lo que significa reconsiderar por qué piensa lo que piensa o si realmente ha pensado en determinados asuntos alguna vez por sí mismo, con perdón.
Es un péndulo entre la desilusión y la resignación y la esperanza.
Veo mi novela como el relato de una redención, como una propuesta -en la parte más política- de depuración ideológica de la izquierda; por ello he partido de la más absoluta de las desilusiones.
¿Tan podrido está el tejido social y político?
No parece muy difícil, a la vista de los acontecimientos, aventurar que sí. La crisis, no sólo económica, debería hacernos reflexionar sobre qué tanto de fracaso ha de asumir la preeminencia en las dos últimas décadas -y en todos los programas políticos- de las "conciencia ecológica", "conciencia social" y, en general, de las "buenas intenciones", dado que parecen haber dado muy escasos frutos.
Muestra cómo Internet rompe con la penúltima frontera: la intimidad.
R. Es como ese país al que se llevaba de viaje en segundo de bachillerato. Recuerdo que en Roma o París los adolescentes robaban, fumaban, veían porno en la tele, incumplían todas las normas y hacían todo tipo de locuras, cosa que no se atrevían a hacer en su propio país. Y eso ha sido y sigue siendo en gran parte internet.
El tema del tiempo subyace en la novela, su ritmo actual, su presión.
R. A lo mejor se ha hecho demasiado hincapié en la "fragmentariedad" de nuestras vidas. Desde Montaigne, el "ser subdividido" es moneda común en el pensamiento filosófico y en la narrativa. En realidad es el misterio del tiempo el que nos devuelve internet, "el tiempo en internet", donde se reflexiona sobre esa confusión entre lo eterno y lo inmediato que nos crea escribirnos a nosotros mismos todo el tiempo.
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