Gabriel García Márquez saboreando las mieles de la fama, después del impacto mundial de Cien años de soledad. Corría el año de 1971, mientras ya escribía en Barcelona, España, El otoño del patriarca. foto:archivo. fuente:eltiempo.comMiguel Reyes reclama que el personaje de Crónica de una muerte anunciada se basó en él
En un hito de protección a la creación intelectual, un tribunal le dio la razón al escritor: una vida no es de quien la vive sino de quien la recrea.
Muchas han sido las batallas que los escritores han librado por la defensa de sus personajes a lo largo de la historia de la literatura, como la de una mujer de la sociedad francesa del siglo XIX que intentó inculpar a Gustave Flaubert de haberse inspirado en su caso para dar vida a Emma, la protagonista de su novela Madame Bovary, y que, tiempo después, el propio Flaubert contradijo en una carta a su amiga Louise Collet: "Madame Bovary soy yo".
Esta lucha suma un nuevo triunfo con la sentencia del Tribunal Superior de Barranquilla, fruto de un recurso de apelación en el que se le vuelve a dar la razón al Premio Nobel Gabriel García Márquez, en el sentido en que los personajes de Crónica de una muerte anunciada son una creación de su imaginación y no violan la intimidad de personajes de la realidad.
"Y es que cientos de obras literarias, artísticas y cinematográficas han tenido como historia central hechos de la vida real, siendo adaptados a la perspectiva de su creador, sin que esto sea óbice para reclamar derechos económicos sobre las mismas", se lee en un aparte de la sentencia.
La decisión judicial es respuesta a Miguel Reyes Palencia, quien demandó a Gabo y a su hermano Eligio (fallecido) para que le pagaran "el equivalente al 50 por ciento de las utilidades literarias y cinematográficas de que se hayan beneficiado por la publicación de sus obras Crónica de una muerte anunciada (de Gabo) y La tercera muerte de Santiago Nassar (de Eligio), cuya historia se basa en la vida íntima del demandante".
Según Alfonso Gómez Méndez, abogado de García Márquez, en este caso ocurrieron dos cosas: "Una es que el objeto del arte no es el hecho de la vida real sino la forma como se presenta. El hecho de la vida real había ocurrido y está en un expediente de 1951, que Gabo seguramente consultó, que además ya era público, porque había sido un proceso por homicidio contra los hermanos de la deshonrada. Eso lo habría podido consultar cualquier persona. Y, en el caso de la privacidad, que fue adicional, se demostró que quien había violado la privacidad era el mismo Reyes Palencia, que fue quien se puso en evidencia y contó que era Bayardo San Román y todo lo que había pasado".
De acuerdo con la sentencia, fue el mismo Reyes Palencia quien reveló su identidad en una entrevista que le dio al entonces Magazín al día, del que, además, recibió la suma de 10.000 pesos de la época por su publicación.
La historia del proceso judicial es apasionante, como lo advierten la sentencia y el propio Gómez Méndez. E igual de interesantes resultan las tesis sobre la defensa del acto creador en la literatura, que se convierte, según el jurista, en "un hito, porque queda claro que esta es una protección a la creación intelectual".
"Esta sentencia es importante, porque vuelve a realzar esa tesis central, que es válida para la literatura y para el arte en general, de que lo importante es la forma como se presenta un objeto de la realidad, y no la realidad en sí. Es como si una mujer que posa para un pintor exigiera luego la mitad de los derechos de autor. Ella es propietaria de su cuerpo, pero la obra -como tal- es del pintor. Sería el caso de La maja desnuda, ahora que hay tantas majas
desnudas", anota el jurista.
Para ello, tanto Gómez y los magistrados del tribunal como el propio García Márquez explican con gran detalle la manera como opera el acto creador del ser humano, que, en ningún momento, busca violar la intimidad de nadie y que hace parte del eterno debate entre la ficción y la realidad, que tantas horas de estudio y debate ha ocupado en las facultades universitarias de Literatura.
Un encuentro jurídico similar había ganado ya el Premio Nobel colombiano hace algunos años, con su libro Relato de un náufrago, en el que Gabo también demostró que, si bien el marino Luis Alejandro Velasco -quien en su momento sostenía ser coautor de la obra- le había contado, en un café, la historia de su vida, no había tenido ninguna relación en la estructuración ni con la forma como se escribió el libro.
"Yo parto de una prueba técnica, que fue presentar una cantidad de cartas y escritos de Velasco y compararlas con el libro, con unos peritos, entre los que estaban Daniel Samper Pizano y Juan Gossaín, que dijeran si quien escribía esas cartas habría podido escribir siquiera diez líneas de Relato de un náufrago", anota Gómez.
Sobre el caso de Crónica de una muerte anunciada, la sentencia agrega: "El señor Miguel Reyes Palencia nunca hubiera podido contar la historia de la forma en que lo hizo el escritor Gabriel García Márquez, no hubiera podido utilizar el lenguaje literario que en efecto se utilizó. La obra está marcada de originalidad".
En ese sentido, anota uno de los especialistas en Gabo, el editor colombiano Conrado Zuluaga, "la sentencia es muy valiosa, porque confirma algo que la mayoría de la gente desconoce, y es que la creación artística en la pintura, en la escultura, pero de forma muy particular en la literatura, no es una transposición mecánica de la realidad, sino que es una recreación de la realidad. Si fuera una transposición mecánica, uno se paraba en la esquina y vería pasar la novela".
El arte de novelar
El autor de Cien años de soledad, en su defensa, el Nobel de literatura explicó cómo maduran las historias en su mente de escritor:
"(...) Me interesó mucho el caso y, sin moverme de Barranquilla, tuve toda la información de cómo había sucedido. Eso fue en 1951 y el libro se escribió en 1981, treinta años después. Durante esos treinta años, la memoria de los hechos estaba, prácticamente, incorporada en la memoria colectiva del pueblo. Ya la había contado al derecho y al revés y me llamaba mucho la atención cómo, con el transcurso del tiempo, la fantasía popular y la mala memoria le quitaban y le agregaban, hasta el punto de que cada persona que la contaba, inconscientemente, estaba ya sometiendo su relato a un proceso de transformación literaria. Ya lo único que quedaba del hecho era el mecanismo central. Es decir: un hombre se casó con una mujer, la que devolvió a sus padres la misma noche de bodas porque no era virgen y que ella declaró a su familia
(...). Durante todo ese tiempo, la historia se fue enriqueciendo dentro de mí y, cuando decidí escribirla, yo mismo era consciente de que esa historia de dominio público yo no la había tomado de mi experiencia personal, puesto que no fui testigo de los hechos, sino del torrente de la memoria popular. Sin embargo, tomé todas las precauciones para que los protagonistas no fueran identificados".
En otro de los apartes de su declaración, Gabo agrega: "Puedo demostrar que, salvo el simple mecanismo del drama, todo el contexto es totalmente falso, inventado por mí. La identidad de los personajes es falsa. Los caracteres de los personajes son falsos, salvo los de mi familia, que yo quise que fueran auténticos, y todos los episodios que estaban alrededor del drama mismo obedecen a una técnica primordial del arte de novelar, que es tomar de la vida real solamente los elementos que a uno le interesan desde el punto de vista dramático y humano y volver a armarlos en el libro como a uno le parece que será mejor para hacerles la vida más amable a los lectores (...)".
La declaración del autor de cómo escribió la mencionada novela están completos en El olor de la guayaba, conversaciones con Plinio Apuleyo Mendoza.
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