29.11.11

El Barça se convierte en un tema literario

El buen momento azulgrana empuja a 15 escritores a tomar el FC Barcelona como temática
El escritor catalán Márius Serra inaugura el programa de libros Letras de Vanguardia. foto:internet.fuente:lavanguardia.com

Tal vez los futbolistas no sean los mejores oradores del planeta, pero el uso moderno de la palabra football fue una invención de Shakespeare, en La comedia de las equivocaciones y El rey Lear. Hablar de fútbol es algo que todo el mundo hace, pero ¿escribir sobre fútbol? Solo unos pocos han conseguido salirse bien. Y no todos los equipos consiguen ser temática literaria. El juego del Barça de hoy "es tan maravilloso que ha estimulado a varios escritores a ocuparse de él", dice el editor Antoni Munné, responsable de Cuando nunca perdíamos (Alfaguara), volumen que incluye 15 textos sobre el Barça.

Junto a dos periodistas (Ramon Besa y Juan Cruz), han participado en la obra escritores en castellano como Juan Bonilla, J.A.Garriga Vela, Jordi Soler, Pedro Zarraluki y Enrique Vila-Matas, y autores en catalán como Josep Maria Fonalleras, Jordi Puntí, Màrius Serra, Ramon Solsona y Vicenç Villatoro –actual director del Institut Ramon Llull–. La visión más exótica la aportan los colombianos Daniel Samper y Juan Gabriel Vásquez, y el mexicano Juan Villoro. Una condición hermana a todos los autores: son culés. Y, aunque eran libres de hacer lo que quisieran, solamente Zarraluki ha optado por la ficción. Los demás convierten en literatura diversos hechos reales: goles, finales... a través de personajes como Iniesta, Koeman, Rexach, Kubala...

Podría estar –pero falta– Mario Vargas Llosa (Munné es el editor de su obra completa), que admiraba las evoluciones en el Camp Nou de su compatriota Hugo Cholo Sotil cuando vivía en la Barcelona de los años 70. En cambio, sí se cita a Rafael Alberti, quien cantó a Platko, el portero que, aun estando herido, jugó la final de Copa de 1928, lo que le hizo crear al poeta su Oda a Platko ("Rubio Platko de sangre, / guardameta en polvo, / pararrayos...").

Existen otros libros colectivos de relatos balompédicos. Los Cuentos de fútbol (volúmenes 1 y 2), coordinados por Jorge Valdano, o algunas de las Històries solidàries de l'esport, que publica cada año USP Fundación Alex. O el Libro de fútbol (451 Editores), donde, con un criterio amplio –que incluye prácticas del protofútbol–, se incluyen textos de Homero, Shakespeare, Calderón o Lewis Carroll.

La obra que situó en el mapa internacional al austriaco Peter Handke, en 1979, fue, justamente, El miedo del portero al penalty (reeditado continuamente desde entonces, por ejemplo en Alianza) y que narra cómo Bloch, un ex portero famoso, vive aislado en un mundo hostil, situación que lo conducirá al crimen.

En las memorias futbolísticas de Gonzalo Suárez, La suela de mis zapatos (Seix Barral), el cineasta menciona su etapa como ojeador del Inter de Milán, entrenado por Helenio Herrera, casado en segundas nupcias con su madre. "Lo que a Helenio Herrera le interesaba era, sobre todo, conocer los aspectos estratégicos que la pantalla del televisor no suele mostrar", es decir, "aquello que sucedía donde no estaba el balón. Allí donde nadie mira". Suárez había escrito antes Los once y uno (1964), la gesta de un equipo dirigido por un tal Hipólito Hernández, trasunto de H.H. y años después dirigiría el filme El portero, con Carmelo Gómez en la puerta.

La complejidad de la novela, donde a menudo no hay buenos ni malos y las cosas son ambiguas, se puede trasladar al fútbol, donde no siempre gana el equipo con mejor técnica, o el más deportivo. El colombiano Samper recuerda a un defensa del Espanyol, Griffa, que, al propinar un puntapié a su rival, jamás pedía perdón, sino que les decía: "Levántate, porque la próxima será peor".

No todo es violencia. Del fútbol se han dicho cosas muy bonitas. Para el merengue Javier Marías –en Salvajes y sentimentales, sus escritos al respecto– este deporte es "la recuperación semanal de la infancia". Para Samper, es "un antídoto contra el desarraigo", pues en él advierte virtudes integradoras que también loa el andaluz Bonilla.

Coradino Vega (Huelva, 1976) publicó el año pasado El hijo del futbolista (Caballo de Troya), novela ambientada en las minas Río Tinto, que verán llegar un alud humano de británicos, con sus familias, a dirigirlas. La colonia acabará fundando el club más veterano de España: el Recreativo de Huelva. El protagonista es el hijo de un jugador y acabará de entrenador de regional.

Hay narradores que saben bien de lo que hablan. Algunos han jugado. Vladimir Nabokov y Albert Camus fueron porteros (el primero lo cuenta en Habla memoria, y en La peste del segundo hay pasajes futbolísticos). Javier Marías fue extremo izquierdo; Gabi Martínez, mediapunta; Miguel Delibes jugó durante 34 años, como amateur, una experiencia que recoge en La vida al aire libre. Y, desde la grada, Sergi Pàmies o Enrique Vila-Matas ejercen de cronistas deportivos.

Dos son las escuelas narrativas que más han abordado el fútbol: la latinoamericana (el argentino Osvaldo Soriano, el mexicano Juan Villoro, los uruguayos Eduardo Galeano y Mario Benedetti, el argentino Roberto Fontanarrosa...) y la británica (Nick Hornby, Martin Amis...). De Galeano recomendamos El fútbol a sol y sombra, de Villoro Dios es redondo y de Soriano –no confundir con el ex directivo del Barça– Fútbol. Memorias del míster Peregrino Fernández y otros relatos.

Fiebre en las gradas de Nick Hornby es, hasta el momento, el mejor retrato literario novelado de lo que significa ser un hincha, en concreto del Arsenal: nada importa fuera del fútbol, el odio al árbitro es fundamental, la identidad individual se diluye en la del grupo y se profieren amenazas e insultos a los rivales, en un contexto por lo general pacífico pero con ciertos riesgos.

Si hablamos del Barça hay que citar Tenim un nom, novela sobre el sentimiento barcelonista con la que Vicenç Villatoro ganó el penúltimo premio Ramon Llull. Muchos años antes, el muy culé Manuel Vázquez Montalbán, en El delantero centro fue asesinado al atardecer, enviaba a su detective Pepe Carvalho a un conflicto entre dos clubes de fútbol. Y dos casos futboleros más recientes: en Saber perder, David Trueba nos descubre a uno de los cuatro protagonistas de la novela, Ariel Burano, jugador argentino que ficha por un equipo español. E Ignacio Martínez de Pisón, en El fin de los buenos tiempos, nos ofrece una novela de fútbol, aunque sea de pueblo.

Si el italiano Alessandro Baricco aborda la industria del fútbol en su ensayo Los bárbaros, el alemán Günter Grass ha llegado a leer fragmentos de sus memorias Mi siglo en un estadio repleto con seguidores del Friburgo, su equipo. En ese libro, Grass habla de la importancia del Mundial de 1954, el primero que ganó Alemania, y que permitió la resurrección moral del pueblo alemán, tras la depresión postbélica.

Más casos. El japonés Kenzaburo Oé, en El grito silencioso, envía a dos hermanos tras el rastro de un antepasado, y nos hace asistir a la sublevación de un equipo de fútbol contra el Emperador de los Supermercados.

Uno de los volúmenes que mejor recoge –aunque de modo sintético– la influencia del fútbol en la obra y la biografía de algunos grandes escritores es Los Nobel del fútbol (Meteora), coordinado por Jorge Omar Pérez. Pero, si entráramos en el mundo del ensayo, nos perderíamos: desde el Fútbol. Una religión en busca de un dios de Vázquez Montalbán, a todo un clásico como el ensayo Barça. La pasión de un pueblo de Jimmy Burns Marañón, pasando por Entre los vándalos, el análisis del hooliganismo desde dentro de Bill Buford, o La guerra del fútbol de Ryszard Kapuscinski, sobre el partido entre Honduras y El Salvador de 1970 que acabó con una guerra entre ambos países y del que también se ha ocupado con brillantez Horacio Castellanos Moya en sus novelas.

En las categorías infantil y juvenil, la lista se alargaría mucho más de los 90 minutos reglamentarios. Baste recordar la saga de Sara y las goleadoras, de Laura Gallego, sobre un equipo de fútbol femenino o, aunque no sea literatura, los cómics de Eric Castel, un crack francés del Barça creado en los 70 por Raymond Reding y Françoise Hugues.

En fin. Ya lo dijo Albert Camus: "Tras muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de la moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol".

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