Juan Álvarez es autor de su ópera prima de novela: C.M. no récord. foto.fuente:elespectador.comJuan Álvarez es uno de los escritores seleccionados como uno de los mejores 25 secretos mejor guardados de la literatura de Latinoamérica
Cuando estaba en el colegio, en décimo, lo que más distraía a Juan Álvarez era escribir. No sabía muy bien por qué, pero era lo que más le gustaba hacer. Un día, su profesora de física les había ofrecido a él y a un grupo de compañeros eximirlos del examen final si realizaban ciertas actividades en el bimestre. Álvarez cumplió con todo, pero a última hora, y sin mediar explicación, la profesora decidió que él sí debía rendir el examen. No sabe si fue que ese día tuvo la mala suerte de caerle mal a ella, lo cierto es que esa arbitrariedad, esa ostentación de poder —como él mismo la describe ahora—, le produjo una rabia infinita. En un acto irresponsable entregó por examen de física un cuento que narraba la historia de una profesora arbitraria y arpía. La profesora, desarmada y sin saber qué hacer, lo mandó a llamar a su oficina. El acto de desparpajo del estudiante Álvarez la sorprendió incómoda y sin salida: si hacía que repitiera el curso, tendría que explicarse ante las directivas del colegio y para justificarse tenía que exhibir un cuento en el que quedaba en evidencia su decisión arbitraria y el incumplimiento de su promesa con el estudiante.
"Entonces yo descubrí ahí que esa palabra escrita, así sea ficción, o sobre todo porque era ficción, le permitía a uno protegerse un poco de la arbitrariedad y eso me quedó gustando. Fue un ejercicio de poder y dije: bueno, a lo mejor tiene sentido invertirle más tiempo", dice Álvarez. Hoy, Juan Álvarez no solamente sigue escribiendo cuentos, sino que publicó recientemente una novela muy bien recibida: C.M. no récord, y es uno de los tres colombianos seleccionados por la FIL de Guadalajara en el grupo de los 25 secretos mejor guardados de la literatura en América Latina.
¿Por qué la música como eje central en 'C.M. no récord'?
Estaba como buscando un lugar de enunciación para contar varias cosas que me interesaban de la década de los 90 en esta ciudad. Y para hacer una novela que fuera política en el sentido amplio de la expresión, pero que no fuera una novela como vendida o cómoda frente al conflicto colombiano. Era un ejercicio de encontrar otro lugar para contar esa historia y ese lugar tenía que ser cultural, porque eso era un poco lo que yo estaba explorando; en Bogotá, con la aparición de Rock al Parque y con la aparición de la Constitución del 91, con la alcaldía de Antanas Mockus y con una serie de transformaciones culturales. Esto implicó mucha investigación y prestar atención a las grandes preguntas filosóficas que la música le impone al pensamiento argumentado y a la literatura misma: la música como lugar desde el cual observar las transformaciones en esa década de los 90 de esa ciudad y de esa generación.
¿Qué particularidades tuvo ese proceso exploración para escribir 'C.M. no récord'?
Cuando estaba comenzando a escribir, cuando descubrí que el lugar de la música podía hilar la experiencia de gente distinta, no solamente en edades sino en estratos sociales, empecé a releer algunas de las cosas clásicas que se han escrito en Colombia sobre música. En ese proceso de búsqueda encontré una reseña de los 90, escrita por Mario Jursich. Era una reseña brutal sobre Opio en las nubes. Yo había leído ese libro hacía mucho tiempo y todos habíamos crecido con la idea de que esa era una novela acomodada en el espíritu de culto de nuestra literatura. Y leer esa reseña que la desarma por completo fue muy revelador para mí.
Pero es además una opinión que se ha asociado a otro clásico de lo que se ha escrito sobre música en Colombia: ¡Que viva la música!, de Andrés Caicedo…
Sí, sí, claro, yo creo que los clichés no son ni gratuitos ni obvios ni para despreciar. Lo que pasa en ¡Que viva la música! es que se apela a otro de los grandes clichés en la escritura sobre música, que es hablar del melómano, de la persona que sabe tanto de música que la prosa se convierte en una especie de exhibición de ese conocimiento. Esa era otra cosa que yo quería evitar y que fue muy consciente: ese tipo de experiencia con la música que pasa por un conocimiento muy agudo de ella, de saber quién hizo esta tapa y quién grabó este disco y cómo era el clima de ese día cuando grabaron en ese estudio. Cosas que no hacen parte, creo, de la experiencia rutinaria de la gente normal con la música. Al menos es lo que a mí me interesaba mostrar en C.M. no récord: la parte mundana de la música, menos de espectáculos; la parte del trabajo diario de un profesional relativamente normal, como un músico.
25 años de literatura en Guadalajara
La Feria Internacional del Libro de Guadalajara es una de las reuniones editoriales más importantes de Iberoamérica. Fundada hace 25 años por la Universidad de Guadalajara, es una feria para profesionales abierta al público, porque, sin descuidar su vocación como un encuentro de negocios, la FIL fue concebida como un festival cultural en el que la literatura es la columna vertebral. Desde este sábado 26 de noviembre y por nueve días se podrá conocer en detalle a grandes de las letras como los premios Nobel Herta Müller y Mario Vargas Llosa, también a Elena Poniatowska, Fernando Savater, Juan Gelman, Carmen Boullosa, Alejandro Jodorowsky, Enrique Krauze, James Ellroy, Magnus William-Olsson, María Negroni y más de 500 autores invitados. El país al que se le rendirá un homenaje especial será Alemania.
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