24.11.11

Las claves de 'El prisionero del cielo'

Con la tercera entrega del ciclo del Cementerio de los Libros Olvidados, Carlos Ruiz Zafón se consolida como el autor español más difundido. A su peculiar universo gótico, incorpora ahora un tono humorístico, menos habitual en su obra
Carlos Ruiz Zafón, fotografiado recientemente en Los Angeles, ciudad donde reside buena parte del año. foto: Xavier Cervera. fuente:lavanguardia.com

En la Barcelona de 1957, la familia Sempere, que regenta una librería de viejo en la proximidad de la iglesia de Santa Ana, se prepara para celebrar la Navidad (que "en aquellos años todavía conservaba cierto aire de magia y misterio") en medio de un panorama económico poco estimulante. Mientras su padre inventa nuevas fórmulas para atraer al escaso público lector, y su esposa Bea se ejercita en los encantos de la maternidad y el insomnio con el pequeño Julián, Daniel Sempere, el protagonista de La Sombra del Viento mata los ratos libres escuchando jazz en Radio Barcelona y manteniendo las habituales conversaciones surrealistas con el hombre para todo, y amigo de la casa, Fermín Romero de Torres, quien tras una vida de picaresca y desarraigo prepara su boda..

Pero la llegada a la librería de un extraño visitante que busca a Fermín disparará todas las alarmas de la familia Sempere y nos devolverá la memoria de unos espacios y una época malditos: la Cárcel Modelo y Montjuïc durante los meses que siguieron a la victoria franquista en la guerra civil española. Con el castillo y sus mazmorras como centro de un largo flash back, la nueva novela del autor barcelonés rinde homenaje a El conde de Montecristo y brinda a Romero de Torres un protagonismo que no había tenido en La Sombra del Viento.

HUMOR Y LIGEREZA. El músculo narrativo de Ruiz Zafón era perceptible ya desde sus primeras novelas juveniles, que según me comentaba un profesor de instituto, figuran entre las contadas lecturas recomendadas en clase que tienen hoy auténtica aceptación, y ha ido ganando potencia y compleijidad. Hasta ahora ese músculo ha brillado sobre todo en los tonos sombríos y la visión apocalítica de la condición humana (que llega a su apogeo en El Juego del Ángel, aunque aparece siempre templada por la presencia del mundo adolescente, el costumbrismo y el humor.

En El Prisionero del Cielo la proporción habitual se invierte. Si La Sombra del Viento era una novela gótica con notas humorísticas, y El Juego del Ángel, como Marina, una novela gótica en estado bastante puro, El Prisionero del Cielo es una novela de humor y costumbrismo con toques góticos. Cierto que todo el largo episodio central del castillo resulta oscuro y tenebroso, y los malvados como Fumero y Valls son de cuidado (se le ha reprochado a Ruiz Zafón usar el trazo grueso con algunos de sus personajes, lo que para un autor de afinidades góticas es como reprocharle a un autor de novelas policíacas que describa crímenes). Pero la sensacion general que deja la novela es de ligereza, primer atributo que Italo Calvino reclamaba para la literatura del nuevo milenio. Y casi de divertimento, con ese grupo de entrañables fracasados (frente al mundo exterior, nunca frente a sí mismos) que refuerzan entre sustos y peripecias sus lazos de solidaridad para afrontar la dura supervivencia en la España aún de postguerra. El tono recuerda a las comedia neorrealista, españolas e italianas, de los años cincuenta, con sus cómicas conjuras de desesperados. Aquí una cacatúa canta "Franco, cabrito, no se te levanta el pito" y unos amigos "en la clandestinidad" de Fermín hacen caganers de su esposa doña Carmen.

En consonancia con este espíritu Fermín Romero de Torres despliega su mejor arsenal: picaresca, lenguaje florido, seducción de arrabal... Y a su lado, folklóricos personajes como el literato y pensador Oswaldo Darío de Mortenssen, que le redacta cartas a los analfabetos en los bajos el Palacio de la Virreina, o el sabio profesor Albuquerque -homenaje a un conocido periodista cultural barcelonés- , con quien Sempere suele citarse en el restaurante Can Lluis, marcan un cambio de registro en la obra de Ruiz Zafón comparable al que representó The body (Cuenta conmigo) en la de Stephen King.

INTERCONEXIÓN. -En El Prisionero del Cielo convergen hilos que quedaban sueltos en las dos novelas anterior de la serie. No solo por la continuidad de los Sempere y de Fermin; también por la aparición de David Martín, el protagonista de El Juego del Ángel, así como de la madre de Sempere, de cuya extraña muerte conoceremos los detalles y el secreto.
Es precisamente en las calabozos que Martín comparte con Romero de Torres donde el autor de La ciudad de los malditos escribe las memorias que dan pie a la segunda novela del ciclo.

ACRACIA. -Siempre he pensado que una de las razones del éxito de Carlos Ruiz Zafón radica en un espíritu ácrata que con el tiempo se va haciendo más intenso. Su desconfianza por lo institucional en cualquier forma resulta paralela a una simpatía instintiva por los de abajo, único elemento rescatable en una sociedad que considera fatalmente contaminada por la hipocresía, la maldad y la incompetencia.

En El Prisionero del Cielo la visión de la guerra civil resulta inmisericorde, y no hay simpatía por ninguno de los dos bandos, en cuyos cuadros dirigentes se nos deja adivinar lo peor. La prueba viviente es el inspector Fumero, que ha transitado de uno a otro con idéntico sadismo. O el discurso de Fermín sobre las banderas, unos "trapos de colores que huelen a rancio, y me basta ver a cualquiera que se envuelva en ellas y se le llena la boca de himnos, escudos y discursos para que me entren cagarrinas".

BARCELONA.- Una ciudad de rincones oscuros y parajes misteriosos, evocativa, digna de las páginas de un folletón. De imágenes contundentes ("Un cielo escarlata cubría una Barcelona negra y tramada de siluetas oscuras y afiladas"; "A lo lejos, en lo alto de la montaña de Montjuic, el castillo se alzaba oscuro como un ave espectral, escrutando la ciudad a sus pies, expectante"). Fermín vive en una pensión de la calle Joaquin Costa. El bar Almirall, el Set Portes, Casa Leopoldo, Los caracoles o la Paloma acogen distintas escenas de la obra. Y el epílogo, fechado en 1960, nos dirige hacia la finca El Pinar en la calle de Manuel Arnús, donde ya sabemos que va a desarrollarse alguna escena clave en la cuarta entrega de la tetralogía.

MUNDO DEL LIBRO. En cada volumen de esta serie de novelas hay una visita al Cementerio de los Libros Olvidados, que representa su elemento unificador y un espacio simbólico adecuado a estos tiempos de metamorfosis y revolución tecnológica en la lectura. No desvelaré quien o quienes son los que en este caso rinden visita al Cementerio, tras franquear "el entramado de engranajes, poleas y palancas que controlaban la cerradura del portón". Solo diré que en esa visita aparece un manuscrito impregnado de cera y de sangre. Y con él un círculo se cierra. Hay otros aún abiertos, falta un cuarto volumen y por lo que sabemos, el encantador de Los Angeles guarda aún un arsenal de sorpresas en su faltriquera

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