La consabida pluma para escribir bien. foto.fuente:elespectador.comEl 27 de octubre, en el auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional, se presentó la Asociación Colombiana de Correctores de Estilo, iniciativa impulsada por 16 correctores colombianos
Narra Jorge Luis Alvis la historia de un monarca español del siglo XVI, quien, desconcertado y furioso por haber encontrado errores en sus libros, hizo llamar a sus editores para conocer la causa y exigir una rectificación. La respuesta que los editores dieron al monarca fue modesta pero tajante: "Hay pocos correctores y muy mal pagados". Quinientos años después, esa situación ha cambiado: hay más correctores.
Un corrector de estilo es un profesional encargado de sugerir modificaciones a un texto para hacerlo mejor. Esa, sin embargo, es una definición entre miles, y esas miles una buena forma de introducir otro de los problemas que aquejan a los correctores: no hay formación académica exclusiva para ellos y eso ha significado una absurda ausencia de titulación, de estándares de calidad, de normas.
Y es absurdo que un corrector de estilo no exista académicamente, pues ha mediado entre la escritura y la edición desde hace varios siglos. Un autor, sin importar lo novel o lo Nobel que sea, precisa de ese individuo ensimismado que leerá en detalle su libro y le recordará que 'solo', desde hace unos meses, no lleva tilde en ningún caso, y le sugerirá que aquella pausa sea, de preferencia, un punto y coma, y le preguntará por qué la pelirroja de la página 5 es rubia en la página 270. Gracias a esa lectura especializada se asegura que un libro, una revista o un diario estén bien escritos. ¿Por qué, entonces, es un oficio tan mal pagado? Por frases como esta: "Yo ya lo leí: está perfecto, solo falta corregir un par de comas". O esta otra, que en los correctores ya no evoca un indignado ceño fruncido, sino una resignada sonrisa: "¿Y cuánto me descuenta si son 500 páginas?".
Esos problemas, que no son pocos y no son todos, circulaban en la mente de Jorge Luis Alvis, el narrador de la historia del monarca, cuando con cinco amigos acometió el que él llama y nosotros llamaremos primer atrevimiento: un conversatorio sobre... ¿corrección de estilo? Era abril, era 2009 y era la oportunidad de reunirse con —eso esperaban— unos 10 más como ellos. ¿O cinco? Al menos uno. Sí, al menos uno más que sintiera esa misma pasión por el idioma. Para su sorpresa, al auditorio fueron más de 10 de estos raros sujetos. ¡Éxito!
Lo que, ese mismo año, los llevaría al segundo atrevimiento: abrir dos cursos de extensión en la Universidad Nacional, uno en corrección de estilo y otro en edición. Pero, ¿qué dictarían? ¡No tenían ni una vaga idea! Y sin embargo se movió... y se mueve. Los cursos, al día de hoy, están vigentes.
Esos cursos, que obraron en contra de todo pronóstico, fueron el nido en el que, con la meticulosidad que los caracteriza, 16 correctores de estilo decidieron, hace un año, tomarse su tercer atrevimiento: la Asociación Colombiana de Correctores de Estilo, Correcta, presentada al público en un evento que se realizó el jueves 27 de octubre, el Día Internacional del Corrector de Estilo. Jorge Luis Alvis, presidente y socio fundador, sabía que no podía arriesgar conjeturas de asistencia: dos veces se había equivocado. En el auditorio León de Greiff, en la Universidad Nacional, hubo quienes no alcanzaron un asiento. Correcta, en su lanzamiento, reunió más correctores de estilo colombianos que cualquier evento previo. Se trata de un buen presagio, por el que sabemos que pronto, muy pronto, tendremos noticias de un cuarto atrevimiento.
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