Se conmemora el nacimiento del fenómeno que protagonizaron García Márquez, Cortázar, Vargas Llosa, Fuentes y muchos otros
Tres de los más grandes. Del grupo esencial, los dos Premio Nobel, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez y el recientemente fallecido Carlos Fuentes (de arriba hacia abajo). |
Mario Vargas LLosa, autor de La ciudad y los perros. |
Carlos Fuentes, autor de La muerte de Artemio Cruz./Revista Ñ |
Se cumplieron el 1° de diciembre cincuenta años de la concesión
en Barcelona, a Mario Vargas Llosa, del Premio Biblioteca Breve por su
primera novela, La ciudad y los perros . Sería un dato más,
seguramente, si no fuese porque para muchos marca el comienzo del boom
de la literatura de América latina, un fenómeno que puso en un lugar
destacadísimo de la narrativa mundial a la ficción latinoamericana.
Vargas
Llosa, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y José
Donoso integraron el núcleo esencial del boom, que alcanzó su momento de
mayor esplendor con el éxito que siguió a la publicación de Cien años de soledad,
de García Márquez, en 1967, año en que además se concedió el Premio
Nobel al guatemalteco Miguel Angel Asturias. Ligado a un clima
tercermundista despertado por la Revolución Cubana, de 1959, el boom
entró en declive cuando el gobierno castrista encarceló, después de una
lectura, al poeta Heberto Padilla, en 1971, y las reacciones dividieron a
los escritores.
A cincuenta años de su estallido, lo que el
fenómeno parece haber dejado, más que una estela de influencias, es una
serie de preguntas. ¿Se trató de una verdadera renovación literaria, o
fue una genial operación de marketing? ¿Expresaban los escritores del
boom una visión emancipadora de América latina, o amplificaban los
lugares comunes del exotismo con que el primer mundo veía al continente?
¿Promovió una profesionalización de los escritores, o los hizo esclavos
del mercado?
El crítico chileno Luis Harss, que en 1966 publicó Los Nuestros
, libro con entrevistas que a su pesar se convirtió en una especie de
canon del boom (de los mencionados arriba no está Donoso, pero agrega a
Asturias, Alejo Carpentier, Guimarães Rosa, Juan Carlos Onetti, Juan
Rulfo y Jorge Luis Borges), señaló a Clarín que “habría que
distinguir entre la ‘nueva novela’, que fue un proceso que venía
evolucionando desde los años cuarenta, y el “boom”, que fue un momento
puntual de éxito cultural y comercial”.
Influenciada por Joyce,
Gombrowicz, Burroughs y Calvino, pero también por Rulfo, Borges, y
Lezama Lima, la nueva novela latinoamericana era, para Carlos Fuentes
“como una refundación del lenguaje, contra los prolongamientos
calcificados de nuestra falsa y feudal fundación de origen, y como el
tránsito de una vieja literatura naturalista y documental a una
narrativa diversificada, crítica y ambigua”.
Con respecto a la
oportunidad comercial, Carlos Barral, el editor que había premiado la
novela de Vargas Llosa, decía: “El boom se produjo en un momento de
vacío de la novelística no solamente castellana, sino general. Como no
se trata de una novela específicamente difícil, o formalista, y
representa un esfuerzo de creación literaria muy importante, es capaz de
interesar a un público muy poco atento a la especulación estética, lo
cual es una considerable ventaja”.
Fue desde España que la literatura latinoamericana se irradió a todo el mundo.
Para
los lectores europeos y norteamericanos, el boom significó la irrupción de una escritura deslumbrante y dinámica, por completo desconocida.
Escritores como Cees Nooteboom, John Banville o Gay Talese dieron
testimonio de esto en los homenajes que se hicieron días atrás en
Madrid. “Nos descubrió un continente y nos enseñó lo que habíamos
olvidado acerca de cómo contar historias”, dijo Nooteboom. “Nos sacaron a
mí y a muchos de mis conciudadanos de nuestra ignorancia acerca de los
triunfos y padecimientos que han marcado la historia de Sudamérica”,
dijo Talese.
Para los latinoamericanos, la cuestión presentó otras
aristas. Revelándose contra la herencia del realismo mágico de García
Márquez y Carpentier, Alberto Fuguet publicó en 1996 una antología
titulada McOndo , de narradores nacidos entre el 59 y el 62. “Lo
latinoamericano no se reduce a usar sombreros y machetes y ver señoritas
bailando guaracha”, criticó.
El novelista Germán García subrayó a
Clarín que el boom prestigió masivamente a la literatura, y que
fenómenos de ventas como los del Centro Editor de América Latina, o los
de la editorial Jorge Alvarez, que dio a conocer a escritores como
Manuel Puig, Ricardo Piglia, o el mismo García, hubiesen sido
impensables sin el boom.
“Aunque literariamente no tuviésemos nada
que ver con ellos”, agregó García. “Para nosotros eran una especie de
jet set de la literatura. Escribían novelas de 500 páginas, estaban todo
el tiempo viajando por el mundo, mientras que nosotros íbamos por una
literatura de la dispersión, en contra de ese modelo a lo Balzac”,
dijo.
Además de ayudar a difundir a escritores más viejos, como
Felisberto Hernández, Macedonio Fernández, o Roberto Arlt, el boom
iluminó el trabajo de otros más jóvenes, como Reinaldo Arenas, Andrés
Caicedo, Salvador Elizondo, Daniel Moyano, Severo Sarduy.
Y claro,
siempre están los recalcitrantes. “No sé lo que es el boom, pero sí sé
lo que no es”, escribió el cubano Guillermo Cabrera Infante. “No es ni
un movimiento literario ni una nueva concepción de la novela, ni la
conciencia de América que balbucea en español. Para mí, el boom fue
competencia desleal”.
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