14.2.10

Los secretos detrás de "La Voz"


A partir de fuentes de primera mano, un libro ­que sirve tanto a expertos como iniciados­ recorre la inmensa trayectoria discográfica de Frank Sinatra, desde sus años dorados para el sello Columbia hasta su decadencia evidente de los 70.

fOTO; fUENTE: Revista Ñ
"Tanto énfasis puesto en el papel revolucionario de Los Beatles en materia de grabación de discos puede llevarnos a una conclusión apresurada y, por ende, falsa: la de suponer que ellos marcaron el año cero de los estudios de grabación. El magnífico libro de Charles L. Granata sobre las sesiones de grabación de Frank Sinatra, El sonido de Sinatra. 1939-1994 (Alba Editorial, Barcelona, 2009) echa luz sobre un tema comúnmente soslayado cuando hablamos de los géneros y estilos previos a la cultura pop.

Queda claro que Granata no relativiza la importancia del paisaje sonoro de los años 60; simplemente nos cuenta, con detallismo exquisito y fuentes de primera mano, todo el esmero que Sinatra dedicó a la concepción material y espiritual de sus discos. Ya en su descripción de los años "Columbia" del gran cantante ­el período comprendido entre 1943 y 1953, cuando el muy competente Axel Stordhal escribía y dirigía los arreglos­ Granata nos advierte que, al menos para Sinatra, la grabación de discos nunca fue un trámite de rutina. Por el contrario, participaba activamente en una serie de cuestiones que, en otros casos, solían reducirse a los técnicos y al director musical. De hecho, su estilo de canto fue evolucionando velozmente al fragor de los avances en la técnica de grabación y edición.

Fue así como el artífice de los primeros álbumes monográficos ­en cierto modo, antecedentes de los discos "conceptuales" de la era del rock­ terminó siendo, en palabras de su entusiasta exégeta, "el mejor profesional del mundo en estudio de grabación". Mientras que en otros cantantes ­Nat "King" Cole, por caso­ la grabación significaba el mero traslado de una performance musical a una determinada forma de reproducción mecánica, para Sinatra fue exactamente al revés: el "original" era el disco, que luego el proverbial charme de La Voz llevaba a los escenarios del mundo entero.
La comparación con el notable Nat Cole no es antojadiza. Cuando Nelson Riddle inauguró la etapa "Capitol" de Sinatra, venía de trabajar, en el mismo sello, con Cole.

Pero fue con los álbumes Songs for young lovers, In the wee small hours, Close to you y otros cuantos del período 1954-1961 que Riddle logró liberar sus mejores ideas de orquestación, al punto tal de dejar su nombre eternamente asociado al de su cantante-jefe.

Desavenencias con la Capitol empujaron a Sinatra a realizar el sueño del sello propio, Reprise.
Con las batutas de Gordon Jenkins, Billy May, Don Costa y Neal Heafti, la serie de Reprise reveló la versatilidad de Sinatra para un repertorio vasto y heterogéneo. Si bien logró varias proezas artísticas a principio de los 60 ­los discos con Count Basie resultaron brillantes­, su estrella fue perdiendo luz gradualmente bajo el signo de tiempos culturalmente desfavorables para su estilo. Sin entender el fenómeno del rock y el pop, cometió el desatino de cantar algunas canciones del Top Forty de los 60 y 70. Algo indulgente en este punto, Granata se esfuerza en destacar el profesionalismo de su héroe, aun en la etapa final, cuando la decadencia era evidente.

A lo largo de esta auténtica biografía artística, Granata examina, álbum por álbum, el derrotero de un estilo vocal estrictamente elaborado, en una curiosa, y acaso irrepetible, combinación de instinto y autocontrol. Tan impulsivo como perfeccionista, una vez comprendido el sentido general de la canción que iba a grabar, Sinatra confiaba en su capacidad para dar todo de sí en pocas tomas, no más de dos o tres. En cuanto a su sonoridad y fraseo, éstos se habían inspirado en los de Billie Holiday, Bing Crosby y Mabel Mercer. Pero Sinatra tenía recursos respiratorios y fónicos sin duda superiores a los de sus predecesores. Que haya sabido administrar esos recursos tan inteligentemente, con un sentido de progresión dramática absolutamente personal ­podía haber sido cantante lírico, aunque su estilo contrastó fuertemente con el de los divos de la ópera­, no sólo se debió a sus dotes vocales. Mucho tuvo que ver en la forja de La Voz esa profunda integración al mundo de la música grabada sobre la que Granata erige la tesis general de su libro.

Los fans argentinos de Sinatra ­que son muchos, especialmente entre músicos y cantantes­ estarán de parabienes con la edición en castellano de un libro que, a casi una década de su edición original, se ha convertido en un clásico en su materia.

Como añadido a la recensión discográfica, Granata reproduce información muy jugosa: lo poco que a Sinatra le gustaba "My way" ("A mi manera"); la sólida relación artística que supo tener con el letrista Sammy Cahn ("el hombre que más palabras puso en la boca de Sinatra", autor de piezas como "Three coins in the fountain", "I fall in love too easily" o "The tender trap", entre muchas otras ); las horas de fraseo y notas mantenidas que el cantante ejercitaba mientras se entretenía nadando; los problemas para grabar con la orquesta de Duke Ellington y la bendición que el micrófono U47 Newman significó para un cantante siempre atento al progreso tecnológico.

En este último punto, el favoritismo le juega a Granata una mala pasada. A juzgar por que lo que ha escrito Gary Giddins en Bing Crosby. A pocketful of dreams, fue Crosby, no Sinatra, el verdadero "inventor" del micrófono como artilugio vocal. De cualquier manera, valen las palabras con las que Bing reconoció a quien lo suplantó en el podio de los crooners: "Sólo cada cien años aparece una voz como la de Sinatra. ¡A mí me tocó vivir en el siglo de Frank Sinatra!" [an error occurred while processing this directive]"

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