Las misivas fueron enviadas a un amigo y ahora se expondrán en Nueva York
La imagen más conocida –y arisca– de J.D. Salinger / Archivo:fUENTE:La Vanguardia.es
"Once cartas, de puño y letra de J.D. Salinger, ofrecen el retrato más directo de este hombre que decidió alejarse de la fama. Pese a que se le calificó de huraño y de recluso, vivió como un ciudadano más, en contacto con la realidad, implicado en la sociedad, interesado por la política y la cultura pop. Además, las misivas, enviadas a un amigo –entre 1951, año de la publicación de El guardián entre el centeno, hasta 1993–, confirman las sospechas. Siguió escribiendo, a diario, salvo excepciones, y de forma metódica, empezando a las seis de la mañana, "nunca más tarde de las siete", confiesa en esas páginas.
El destinatario de esta correspondencia, cuyo contenido desveló ayer The New York Times, era Michael Mitchell, antiguo vecino y diseñador de portadas, entre otras, la del carrusel rojo de la cubierta con las aventuras de Holden Caulfield. De hecho, el encabezamiento acostumbra a ser Dear Buddyroo –más o menos, querido colega–, una expresión muy utilizada por su héroe adolescente. Salinger, fallecido el pasado 27 de enero a los 91 años, hace varias referencias a su tarea. En una carta de mediados de la década de los sesenta, asegura que ha acumulado material "de diez o doce años de trabajo". De todo esto, se refiere en particular a dos guiones, "realmente libros", que hace tiempo que maneja. Dos décadas después es cuando menciona su horario laboral, muy exigente por lo que explica. Desde antes de su desaparición física, diversas voces habían insistido en que el autor neoyorquino no había dejado de escribir y que guardaba sorpresas. Las esperanzas de que haya un legado literario se han incrementado ahora. Ya no son terceras personas, sino el propio creador el que lo dice.
De estas misivas se saca un retrato de Salinger que se aproximaal que han dado de él sus amistades y sus vecinos de Cornish (Nuevo Hampshire), donde se refugió y murió. La primera carta, datada en 1951, poco antes de El guardián, relata un viaje a Londres, donde disfrutó del éxito, el que le abrió las puertas a una cena con Laurence Olivier y Vivian Leigh en su casa de Chelsea. Para la siguiente hay que esperar 15 años, hasta 1966. Su mujer le ha pedido el divorcio y él describe cómo disfruta cuando viaja a Nueva York con sus dos hijos –"adoro verlos dormir"– y cómo utiliza esas horas para escribir. Insiste en su pasión por el cine (no deja muy bien a John Wayne, a Nancy Reagan o a Eddie Murphy). Con el paso del tiempo, cada vez le disgusta más desplazarse a su ciudad de origen, de la que salva "los viajes en metro" y las visitas al Museo de Historia Natural. En esa época encuentra más placer cortando la hierba de su jardín en su pequeño tractor.
Reconoce que no siempre pudo resistir los ataques de los críticos, que respondió cartas de estudiantes que preguntaban por su obra o que envió mensajes floreados a mujeres que cayeron bajo su punto de mira. Todo esto se encuentra en la Biblioteca Morgan de Manhattan. Este museo abrirá "muy pronto", todavía sin fecha, una exhibición sobre estos documentos. Los posee desde 1998 bajo el compromiso de no desvelar nada mientras Salinger viviera. Los donó el coleccionista Carter Burden. Por qué Mitchell se los vendió no queda claro. Todo indica que los amigos se enfadaron."
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